Clases de noviazgo [TodoKami]

Capítulo 9

— ¡Oye, oye, quieto! ¡Quieto!

Kaminari nunca se había sentido más alegre y feliz que cuando le dicen que debe bañar a los perros del refugio. No le importaba que su ropa estuviera mojada, sucia y llena de baba, no, se muere de risa cada vez que el perro enorme y sumamente peludo se sacude, arrojando agua sobre él.

Y el perro parece compartir su alegría porque ladra y corre a su alrededor, huyendo de la manguera que estaba usando para limpiarlo.

— ¡Quieto, amigo! —pide entre carcajadas — ¡Agua, tenemos que enjuagar tu cabello! ¡Tu pelaje! ¡Quieto!

El perro ladra y salta del balde dónde el de ojos dorados lo a estado bañando, haciendo que el menor ría y se tire hacía atrás para perseguirlo y volver a meterlo. El can se cansa al ser capturado y se vuelve más fácil de manejar, aunque sigue salpicando a el contrario sin piedad.

—Serás el perro más lindo de todos cuando acabe contigo, ¡lo juro! —prometió el rubio sonriente pasando el agua por el pelaje del perro —Me pregunto cuales fueron tus padres, eres enorme pero no me suenas de ningún lado, amigo.

—Es una cruza. Posiblemente entre un pastor alemán y un perro de la calle.

El rubio se hubiera asustado sino estuviera acostumbrado a esa voz ligeramente indiferente y directa que hablo a sus espaldas. Cuando se da lentamente la vuelta, se toma su tiempo para sentirse avergonzado, lo que hace sonreír minúscuamente a Todoroki.

—Te llevas bien con ellos —hace referencia a los perros —Me alegro.

El de ojos dorados se ríe nervioso y se sonroja, por dentro repitiéndose una y mil veces que no estaba ahí para solo ayudar con la limpieza de los animales —una de las tareas de lo voluntarios— sino que también para enseñar a el bicolor sobre el noviazgo como el maestro ejemplar que supuestamente era.

Pero se distrajo tanto bañando a los perros, riendo, mojandose y secandolos que se olvidó un poquito de su estudiante.

—Lo siento, Todoroki —se disculpa apenado caminando hasta el más alto y balanceándose sobre sus pies —Debes pensar que soy un tonto. Un maestro terrible.

—Para nada —niega el mayor —Eres lindo cuando estás con ellos.

— ¿Eso es coqueteo? —bromeo el de ojos dorados, dándole un ligero golpe en el hombro y sonriendo — ¡Porque es una buena frase para decir!

No, no estoy coquetando. Eres lindo, más cuando uno de ellos te moja y en vez de enojarte, te ríes.

Las palabras y pensamientos de Shoto fueron honestos pero no pudo expresarlos en voz alta al estar admirando la sonrisa de dientes blancos de Denki. Francamente, lo olvido y dejo que el menor creyera que sí era un intento de coqueto por su parte.

—Todoroki, ¿hace cuánto vienes aquí a ayudar? —llama su atención el más bajo, con una expresión de genuina curiosidad e interés mientras que su mano diestra acaricia a el perro aún mojado a su cuidado —Las señoras de la entrada fueron muy buenas con nosotros, ¡incluso ofrecieron darme ropa por si no quería ensuciar la que traía! Son personas amables.

—Vengo desde hace unos años...creo que cuando tenía trece vine por primera vez —agrega un poco inseguro porque no sabe a ciencia cierta si esa era su edad o era más joven —Mí madre me trajo, al principio no sabía para qué era, pero una vez lo hizo seguí viniendo solo los años siguientes. Mis hermanos hacen actividades parecidas.

El rubio tiene un brillo de admiración en sus ojos y es eso, lo que impulsa al más alto a hablar un poquito más sobre esas actividades y porque su familia las llevaba a cabo. Sus padres, más que nada su madre, eran muy bondadosos a su manera. Enji donaba dinero a la caridad, más que nada a hospitales. Rei era voluntaria en distintas refugios de animales y centros de rehabilitación dónde se ofrecía como enfermera —sin paga— para casos de emergencia. En cambio, Natsuo y Touya trabajaban los fines de semana haciendo viviendas, reparaciones o siendo pintores en grandes obras. Fuyumi preparaba comida para los más necesitados, en un comedor comunitario a las afueras de la ciudad.