Capítulo 11

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Muy delgado. Demasiado.

Todoroki nunca a sido crítico o juzgador en cuanto los cuerpos de las personas. Pero el de Kaminari entre sus brazos se lleva varios de sus pensamientos.

Es pequeño, delgado, tiene miedo hasta de agarrarlo muy fuerte y lastimarlo.

No es de su incumbencia pero, ¿qué tipo de dieta llevaba su maestro? Prácticamente puede levantarlo con una mano.

El bicolor abre las puertas de su casa con más facilidad de la que debería al cargar un cuerpo adulto entre sus brazos y lo primero que lo recibe en la entrada, son los rostros de sus padres quienes están arreglados para salir.

Al parecer, iban a tener una cita. Si el vestido color azul de Rei —a su madre no le gustan mucho los colores y si no va a con su padre, usa negro mayormente— o el rostro apacible de Enji —solo se le puede ver así cuando está feliz y eso lleva el nombre de su madre— son pistas para el recién llegado.

Sus padres, como es de esperarse, se ven tan impresionados como lo pueden estar al verlo cargando a un extraño en brazos.

—Buenas noches —los saluda indiferente el más alto, deseando por todos los dioses que no pregunten nada — ¿Están por salir?

Rei y Enji intercambian una mirada, como todo matrimonio de muchísimo años, mantienen una conversación que su hijo menor no puede entender.

Es la albina la que le responde.

—Sí, pero a tu padre empezó a dolerle el estómago —responde la albina con una sonrisa dulce — ¿No es así, Enji?

Shoto ve a su padre que está en perfecto estado de salud. Pero luego, bajo la inquisitiva mirada de su esposa, hace una mueca adolorida y se lleva ambas manos a su estómago.

Enji no es el mejor actor del mundo pero el menor tampoco y explicar porque tiene a Denki entre sus brazos requiere de una actuación de la cual no dispone.

El bicolor se saca los zapatos —otra vez, sin dificultad pese a cargar un cuerpo entre sus brazos— y pasa hacía el interior de la casa, su madre no pregunta pero en sus ojos grises está claro que el tema no a terminado y su padre, bueno, él solo luce decepcionado de perder su cita.

Kaminari hace una ligera mueca cuando doblan en una curva del pasillo y sus ojos dorados se abren lentamente. Es entonces que el mayor se da cuenta que tienes pestañas largas y pequeñas pecas en la nariz. Es un lindo detalle, nunca lo había notado y ahora cree que jamás podría olvidarlo.

El más bajo le mira, medio dormido y se acurruca en su cuello, su aliento le hace cosquillas al bicolor.

— ¿Llegamos a mí casa, Todoroki? —pregunta adormilado.

Todoroki no sabe si responderle, se detiene y le mira, los ojos dorados se ven agotados pero tiene una sonrisa perezosa en sus labios. Es increíble que pueda mantenerla pese a su claro cansancio.

—Vuelve a dormir, Kaminari —pide en un susurro —Por favor.

—Humm, está bien —cierra los ojos el menor —Gracias por todo lo...de hoy...Todoroki.

La última frase la deja escapar entre sueños y el más alto lo sujeta más cerca suyo, tanto que puede sentir su calidez y una vez más, lo delgado y diminuto que es el contrario.

No sabe porqué pero se siente en la obligación de cuidar más de él que antes.

No sabe porqué pero se siente en la obligación de cuidar más de él que antes

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