「 II 」

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Te necesitaré siempre, seguro

Keigo y Touya comenzaron a verse más seguido.

Cada vez que podían quedaban en aquel río para pasar el rato, conocerse, hablar y contar pequeñas experiencias del día cotidiano.

Estuvieron así alrededor de un año y lo único que había cambiado en sus vidas era el haberse conocido.

El entablar una amistad les había ayudado notablemente en sus propios problemas.

Para Hawks, su amigo era el escape de la realidad y para Touya alguien que finalmente pensaba en sus sentimientos, alguien que pudo darle una razón por haber nacido tal vez y para el alado era más de lo mismo.

—¡Vamos Keigo! ¡Tienes 8 años, necesitas intentarlo! —Gritaba Touya desde el suelo, mirando a una altura de unos 10 metros sobre una roca a su amigo, aún sujetando su peluche y encogiendo las alas.

—¡No puedo Touya! ¡Me da miedo! —Gritaba el menor desde lo alto y con la voz temblando.

—¡Eres un pájaro! ¡No debería de darte miedo volar! —Animaba el otro mientras agitaba sus brazos en curvas verticales, simulando a un ave.

Keigo aún se lo estuvo pensando, se acercó al borde y juntó sus pies, observando el suelo.
Tampoco estaba tan alto pero para el rubio aquello se le hacía un mundo, llegando a ver a Touya más pequeño de lo que lo era en realidad.

—¡Touya, me dan miedo las alturas! —Confesó temblando.

—¿Desde cuándo? —El mayor frunció el ceño.

A Keigo claramente le daban miedo, en toda su vida había pisado con sus pies la tierra y sus alas casi siempre se mantenían bajas, indefensas, jamás pensó que alguna vez las usaría excepto cuando Touya le propuso volar, incluso Keigo desconocía todas las utilidades de las que podía disponer aquellas plumas.

—¡Creo que acabo de descubrirlo! — Decía el menor.

—¡Tus alas crecieron un poco más, tienes que usarlas! —Seguía intentándolo Touya, no quería que su amigo desaprovechara su quirk teniendo a su alcance algo tan especial como poder volar —¡Mira! ¡Primero extiéndelas!—Touya hizo un moviendo con su brazos, alzándolos ahora de forma horizontal.

—¿Extenderlas? —Keigo miró sus alitas, nunca había probado a hacer algo como eso, se mostraban siempre cerradas al utilizarlas como escudo y manta para dormir.

Con cierta cautela, intentó desplegar una y estirarla para después hacerlo con la otra, ahora se veían más grandes y bellas mientras que a Keigo le resultó satisfactorio el hecho de realizar este acto después de mucho tiempo, tanto que sus memorias no lo recordaban siquiera.

Sentía en sus cartílagos cómo la tensión disminuía, produciéndole al pequeño un cosquilleo agradable aunque aún estaban tensos.

—¡Así, así! ¡Son súper bonitas Keigo! —Sonreía el mayor feliz.

—¿Qué hago ahora? —Le preguntó sin saber muy bien como usar su propio quirk.

—¡Intenta agitarlas, como lo sueles hacer normalmente! ¡Como un pájaro! —Sugirió su amigo siendo paciente, cosa que animó al menor. Él sabía hacer perfectamente ese movimiento y lo recreó.

Sus alas carmín comenzaron a agitarse ahora, creando una pequeña brisa y para antes de darse cuenta, se elevó del suelo.

—¡Estás volando! —Gritó eufórico el mayor, dándo unos pequeños brincos, con el miedo y la alegría mezclándose en él, creando un rostro nuevo.

Blinded by childhood, friendship and love Donde viven las historias. Descúbrelo ahora