Un final feliz. Fred Weasley y tú.

Reencuentro

Ya que me había rehusado a que Bill me curara las heridas, subí a una de las habitaciones para cambiarme la ropa, afortunadamente eran unos shorts y una playera sin mangas, así nada se pegaría a la sangre seca de la pierna y el brazo. Cuando estaba terminando de bajar las escaleras me topé de frente con la chica rubia, también tenía otra ropa y su cara se veía recién lavada, por eso sus mejillas tenían más color que antes. 

-Hola _______, sólo quiero decirte que no sé qué te haya pasado, pero me dio gusto verte en ese sótano horrible, siempre es bueno ver a un amigo.- Me dijo ella con tono jovial. 

-Hola, Luna, cierto?- Le dije estirando la mano para saludarla. 

Ella sólo se le quedó viendo a mi mano como si fuera lo más extraño del mundo. Después de un segundo en silencio continuó. 

-Curioso...

-Lo siento, no dejo que nadie me abrace- Le dije de la manera menos hostil posible.

De pronto se comenzó a escuchar una pelea abajo, así que dejé de lado por un momento a Luna para centrarme en escuchar mejor.

-Ya te dije, no recuerda nada, ni siquiera nos reconoció- Dijo la voz que creo que era el pelirrojo más grande. 

-No me interesa, ¿Dónde está Bill?- Le respondió alguien más con evidente preocupación en la voz, adiviné que estaban hablando de mí, pero no podía ni siquiera recordar la voz del que estaba preguntando.

-No es seguro que vinieran, la carta debió entregársela Errol a papá, ni una palabra a ustedes.- Contestó Bill dando un ligero golpe a lo que sonaba como la mesa.

-Llevamos esperando meses que regrese, ¡Meses Bill!, ¿Qué querías, que nos quedáramos a fingir que nada pasaba?- Respondió molesta otra voz irreconocible para mí, pero muy parecida a la primera. 

Sin esperar respuesta de Bill, las dos personas que estaban discutiendo con él caminaron hacia donde nos encontrábamos Luna y yo, tardaron unos segundos en llegar a donde estábamos, pero esos segundos estuvieron llenos de ansiedad para mí, si estas personas estaban esperando que los reconociera, si eran mis amigos antes de lo que pasó con los Malfoy, iban a terminar muy decepcionados.

-Oh _______- Dijeron dos pelirrojos altos y delgados, eran incluso más altos que Bill, ambos reflejaban dolor en sus ojos, pero antes de que pudiera siquiera abrir la boca, ambos me abrazaron. 

Me sujetaron tan fuerte que yo no pude levantar las manos para deshacer el abrazo, me quedé pasmada, se sentía tan familiar, pero no podía ni imaginarme quienes eran ellos, sólo sabía que quería que el abrazo no terminara.

Y de pronto lo relacioné, los gemelos pelirrojos de mis recuerdos, los que hacían desastres y chistes malos, ¡eran ellos!, pero algunos años más grandes, el tiempo les había pasado la cuenta, los dos se veían muy diferentes; tenían el cabello algo largo y marcas de cansancio en el rostro, pero mi lado racional me hizo alejarme, di unos cuantos pasos hacia atrás hasta que mi espalda topó la pared, el separarme de ellos había provocado de inmediato una sensación espantosa, una especie de vacío en mi pecho, pero lo hecho hecho estaba y sólo pude quedarme viendo a los ojos de los dos extraños que tenía enfrente, que mostraban incluso más dolor que antes.

-_____, somos nosotros, Fred y George, dime que recuerdas... por favor.- Dijo uno de ellos mientras se señalaba con ambas manos, después de sacudirse la decepción de mi reacción a su abrazo.

-Voy a matar a los Malfoy por haberte tocado- Dijo el otro con frialdad. 

-No, no pueden, no les... no se los permitiré- Dije poniéndome a la defensiva mientras buscaba mi varita en donde antes había estado mi cinturón, pero mi mano sólo fue a parar con el bolsillo del short que Fleur me había prestado. 

-Hey, tranquila cariño, nadie hará nada hasta que sepamos qué paso- Habló de nuevo uno de los gemelos. Haciendo una seña con las manos para intentar calmarme. 

-Déjame al menos curarte esas feas heridas, prometo no tocarte nada más, hasta que quieras- Me dijo el otro con notorio pesar, pero mi corazón le decía a mi cerebro que confiara en ellos, al final casi todos no habían hecho más que tratar de ayudarme desde que llegamos.