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Lullaby:

     La familia Mapogo estaba totalmente desecha por la pérdida de sus príncipes. El rey Makhulu se había encerrado en su zona privada junto a su reina. Gideon, gemelo de Rasta, se ocultó en su cuarto, tal y como hizo Sikio, el gemelo de Hunter. Morani se ocupó de su tío T, quien había llegado muy malherido. El resto de las guerreras se ocuparon de lo que quedaba de la familia de T, quienes encima acababan de perder al miembro más joven, el príncipe Phoenix, al que habían atacado en su propia habitación de la fortaleza Mlowathi. Alex rozó su frente conmigo como solo hacía con su familia y subió a su cuarto.

     Se volvía a repetir el mismo horror que ya sufriera cuando era un cachorro indefenso.

Alexander:

     Mi juicio estaba nublado por el terrible shock. Perder a mi hermano, al que tanto amaba, junto a mis tíos fue tan doloroso como cuando fui testigo de la masacre de mi primer Pride.

     Los viejos gritos de mis tías, madre, tíos y primos me torturaron con dureza mezclándose con las imágenes de la coalición atacante comiéndose vivos a mis tíos y hermano hacía unas cuantas horas.

     Aunque, no habíamos sido testigos de aquel macabro espectáculo sabíamos a ciencia cierta que había ocurrido porque El Guapo y Sikio eran gemelos de Rasta y Hunter respectivamente. Entre ellos cuatro el vínculo que tenía cualquier gemelo, humano o felino, se multiplicaba por la mezcla de sangre. Los dos habían caído en una especie de trance en el que se revolvían con extrema violencia rugiendo, soltando zarpazos y fuertes dentelladas como si se encontraran en el mismo combate. En algunos momentos gritaron como si les provocaran un dolor tan insoportable que apenas puedo imaginar... O quizá no me atrevo  imaginar. Eso fue lo que obligó a T a salir en busca de sus hermanos y sobrino. Aquel fue el motivo por el que casi lo mataron también.

     Los conduje a todos como pude hasta la fortaleza. Con Sikio y mi tío Gideon en aquel trance en el que estando vivos parecían muertos. Con mi tío T más muerto que vivo. Con las reinas Mlowathi sin poder, o querer, derramar las lágrimas que tanto necesitaban para serenarse.

     Morani corrió a ayudarnos junto con las guerreras y los guardias. Mi padre me dedicó la misma mirada de dolor e impotencia que yo le devolví. Mi madre estaba rota por el dolor. Mi tío y hermano se dirigieron como robots hacia sus cubiles. Morani y yo hablamos con el médico que se encargaría de salvarle la vida a mi tío T. Las guerreras se hicieron cargo de las supervivientes del Mlowathi Pride con las dos reinas al frente.

     Mi hermano mayor me convenció para que descansara un par de horas. Por lo menos para que me desahogara a solas.

—¿Alex? —Sentí el delicado aroma de Lullaby antes de que hablara siquiera.

—Ahora mismo no soy buena compañía ni para mí mismo, pequeña.

—Ufff. ¡Cómo apesta esto a leonera! —Dijo y encendió la luz que me dio de lleno en la cara.

—Es que es una leonera— repliqué.

     Me encontraba en un extraño estado de duermevelas después de haber destrozado por completo los muebles de mi habitación. El olor que llegaba a sus fosas nasales era el de la muerte, aunque, por fortuna no lo identificó.

—No quiero ni imaginarme cómo te encuentras en este momento, Alex. Eran grandes hombres y los más formidables guerreros. Pero, ¿sabes una cosa? —La miré con el párpado cada vez más bajo por el estado, parecido a la sedación, en el que estaba—. No honrarás sus memorias escondiéndote como un gato doméstico.

—No deberías subestimarlos. Si pesaran unos cuantos kilos más serían capaces de hacer mierda a sus rivales.

—Alex, Sabi Sands necesita a su príncipe. El rey está tocado y quién sabe si está hundido. Los Mapogo necesitan una mano fuerte que los lidere. Los Mosqueteros tienen que vengar la pérdida de "Athos".

     Me puse en pie sin sentir ningún tipo de emoción y me encaminé a la puerta de mi leonera. Ella me detuvo. La miré

—Antes deberías ducharte. Hueles a algo muy...

—A esto huele la muerte. A sangre, sudor  lágrimas, orina y heces. Esto es el nauseabundo olor de la muerte, pequeña.

     Lullaby me sonrió transmitiendo esperanza y acarició mi rostro. Entonces se desvistió poco a poco.

      Mi ojo bueno recorrió todas sus curvas y delicadas redondeces. Sus comedidos pechos me miraron con sus delicados pezones tostados erectos. Tuvieron un efecto hipnótico en mí y la seguí en silencio hasta el cuarto de baño que era lo único que seguía en pie.

     Me desnudó y juntos nos metimos en la ducha. Después de enjabonarnos recorriendo nuestros cuerpos con cierta ternura nos aclaramos con el agua templada. Nos miramos y nos besamos con pasión desbordada.

—¿Es esto lo que quieres, nena? —Pregunté cuando asalté sin previo aviso su interior.

—Sí, Alex —ronroneó en mi oreja.

—No juegues conmigo, por favor. Yo te quiero para algo más que un polvo.

—¿Qué dices? —Preguntó abriendo más los ojos por mis fuertes acometidas.

—Quiero que seas mi reina. Quiero hacerme viejo a tu lado, nena. Estoy loco por ti.

     Ella me besó tímidamente.

—No creo que yo sea lo que tu padre tiene pensado para ti, Alex. Yo...

—Eres lo mejor que me ha pasado, nena. Te amo.

—Y yo a ti, Alex. Te amo.

     Oculté el rostro en la curva de su cuello y juntos alcanzamos el fuerte orgasmo.

     Volvimos a ducharnos y nos vestimos.

      Luego bajamos para que yo retomara el papel que me habían asignado hacía ya tanto tiempo.

—Me alegra verte por aquí, hermano. T se ha despertado hace un rato. Nuestro padre y Gideon están con él.

—Voy con ellos— me despedí de Lullaby con un beso en los labios dejando claro que ella era mi mujer.

—Los Majingilanes no están solos— aseguraba T casi sin voz—. Los Selati se les han unido y... también hay humanos del mundo exterior. Shaka estaba trabajando en esa hipótesis.

—Los malditos Majingilanes no tienen nada que hacer contra uno solo de nosotros— aseguró Gideon.

—Entonces han formado una coalición más grande con la que nos han atacado— habló mi padre entrando en la sala de recuperación—. En el pasado nos enfrentamos a ellos y no tuvieron nada que hacer contra nosotros.

—Incluso estando separados. Todos los Majingilanes juntos no eran rivales para los Mapogo— terció Gideon.

—Han tenido que drogar o adormecer a los nuestros. No hay otra explicación posible— resumió T tratando de incorporarse.

—¿Qué cojones crees que haces? —Lo reprendió mi padre—. Estás débil, T. Será mejor que...

—Voy a buscar los cuerpos de mis hermanos, sobrino e hijo. Luego los destrozaré.

—Ya hemos tenido suficientes pérdidas por hoy, tío T— me uní a la conversación con firmeza—. Vamos a acabar con esos bastardos. Pero, hoy no. Iré con Morani y las guerreras a buscar sus cuerpos. Vosotros, cuidad de los heridos.

     Mi padre y yo nos miramos a los ojos. Comprendió al instante que ésta vez no me sacaría la idea de la cabeza. Suspiró y me abrazó.

—Volved con vida. Voy a convocar a las coaliciones aliadas. Esto no se quedará así. No, bajo mi reinado.

Scarface: El último Mapogo (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora