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Horas después:

—Bueno, hijo. Ahora estos son tus aposentos— afirmó mi padre junto a mi madre.

     Él sonrió y abrió uno de los brazos para indicar la amplitud. El otro brazo estaba en cabestrillo tras nuestro combate. Tenía algunas pequeñas fisuras.

     Se me hacía raro estar allí, aunque en el pasado hubiera dormido entre ellos dos por el miedo cuando estallaban las fuertes tormentas casi monzónicas, ahora no se trataba de un cachorro buscando consuelo en el lecho de sus padres. Como rey tenía que tomar posesión de todo cuanto me pertenecía.

—Las guerreras...

—¿Qué pasa con ellas? —Mi padre nos observó a Lullaby y a mí con una chispa de diversión en la mirada.

—Pues... Que al ser el rey... Yo... Ya sabes.

—Son tus esposas, hijo, así como ya estás casado con Lulú.

     Ella y yo nos miramos sin comprender.

—Y, ¿la ceremonia? ¿El vestido? ¿El banquete?

—Nosotros nos regimos por las leyes naturales. Éstas dictan que solo el rey tiene descendencia, aunque haremos una excepción con tus hermanos como ya hicimos en el pasado con los míos. Como Alexander es el rey ya puede aparearse con quien quiera para que haya más cachorros en el pride que en el futuro nos defiendan. La excepción más que obvia para evitar la endogamia y los problemas que acarrea consigo son su madre, tías y hermanas. La sangre se debilita si solo se mezcla con la de los parientes más directos, así que las guerreras que ya estaban cuando yo era rey seguirán siendo mis esposas, salvo aquellas que no tengan vínculos de sangre contigo, Alexander. Tus hermanas ya se han unido a otros prides poderosos como acto de buena voluntad. Lulú es tu esposa principal. Eso quiere decir que se puede trasladar a tu habitación cuando le parezca oportuno... Aunque me he tomado la libertad de mandar a traer sus cosas... Teniendo en cuenta que está embarazada, creí que sería lo mejor.

     Miré a mi mujer con asombro. Ella estaba muy tiesa mirando al frente.

—Acabo de saberlo, Alex. Ni siquiera se lo he contado a nadie. Te lo pensaba decir esta noche. ¿Cómo es que lo has sabido? —Miró a mi padre con los ojos entrecerrados.

—El olfato, pequeña. Nosotros sabemos dos cosas: Cuando estáis en celo y cuando estáis preñadas. Si me acerco a ti puedo notar el aroma de la leche materna en tus pechos.

     Mi madre se echó a reír con la cara que se nos quedó a los dos. Lullaby se tapaba los pechos creyendo que mi padre tenía rayos X en los ojos o algo así. Era cierto que notaba cierto aroma dulce en ella desde hacía poco, pero pensaba que era por su gel de ducha.

—En cuanto a tus preguntas, hija mía. Queda más que claro que no seguimos las leyes de los humanos, así que estamos casados cuando somos reyes y conseguimos nuestro primer territorio. Si quieres un banquete, aprovecha que ahora tenemos presas que no corren como locas... ¡¡¡Aaaah!!! ¡¡¡Un león!!!— se echó a reír. Lullaby lo fulminó con la mirada—. Bueno, dejaremos que os instaléis. Ven a verme luego para charlar. Hay rumores sobre los Selatis.

—No me lo puedo creer, nena. ¡Vamos a ser padres!

     Ella sonrió y me besó. Hice una mueca de dolor cuando me abrazó con fuerza el costado.

—Ha sido una locura, Alex. Creí que uno de los dos acabaría muerto.

—De haberme disputado la regencia con mi tío T lo más probable es que hubiera sido así.

—En cuanto a tus otras reinas...

—¿Qué pasa con eso, nena?

—No las traigas aquí. Quiero que esto sea nuestro espacio, ¿vale? Tampoco quiero que entres oliendo a ellas.

Scarface: El último Mapogo (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora