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Alexander junto con sus hermanos se quedaron atrás verificando que la amenaza había sido realmente neutralizada. Era su labor como rey y líder de la coalición Mosqueteros. El cambiaformas, como león, cojeaba un poco producto de la herida que le había hecho DarkMane tras clavar sus colmillos en él durante la refriega.

     De vez en cuando se quedaba rezagado rematando a aquellos que pudieran quedar vivos horas después del encarnizado combate. Hubo tal derramamiento de sangre que la tierra era un barrizal rojizo. Alexander bajó la cabeza y suspiró abatido.

—Cuantas vidas perdidas— se lamentó. 

     Sus hermanos acudieron para reconfortarlo.

—Es la ley del más fuerte. No peleamos por nosotros, sino por todos a los que hemos jurado proteger, Scar— habló Morani, el más sabio de los cuatro.

—Me alegro mucho de haberos tenido conmigo.

—Somos una coalición. Siempre estaremos unidos— dijo Hunter.

—Todos para uno— replicó Sikio.

     Llegaron a las tierras donde se había librado el combate con los Selati. Uno de ellos aún seguida con vida, aunque muy malherido.

      Scarface se sentó a su lado.

—Antes de que te mueras quiero que sepas que nunca fue mi intención acabar con vuestra coalición. En el pasado fuisteis grandes aliados de los Mapogo. 

—Y lo habríamos seguido siendo si los Majingilanes no hubieran apresado a nuestras crías. Tú luchas por los tuyos. Nuestro deber era proteger a los nuestros. De haber acudido a Makhulu...

—Los Majingilanes acabaron con vuestras crías. Ellos nunca toman rehenes.

      El Selati cerró los ojos y derramó una gruesa lágrima.

—Larga vida al rey Scarface.

      Con esas palabras el Mosquetero lo remató de forma rápida y limpia.

—Volvamos a la fortaleza. He tenido muerte para toda una vida.


Alexander:

     El ambiente en la fortaleza era luctuoso.

—Me alegra que estéis de una pieza— le dijo a mi padre fundiéndome con él en un fuerte abrazo—. ¿Dónde está T?

—Shaka lo mató— Miramos al rey Makhulu sin comprender.

—¿Qué coño ha pasado?

—Él estaba detrás de todo esto. Le contó nuestra condición a Lawrence. Idearon el plan del circo para cambiaformas. Quería acabar con nosotros para quedarse con todo. Mató a Lawrence al poco de vuestro regreso para no dejar cabos sueltos. Se alió con los Majingilanes y atacó a los Selati para asegurarse de que colaboraran con ellos. Mató a los cachorros de nuestros antiguos aliados. Y, supongo que habría hecho lo mismo con los vuestros. El romance entre Shangrylah y Sikio solo fue la excusa que necesitaba para atacaros. Sé que él había nacido para ser rey. Pero, nunca me imaginé que se atreviera a tanto y que se volviera contra su propia sangre.

—A nadie se le habría pasado jamás por la cabeza una posibilidad así. No lo vimos en el campo de batalla.

—No podía dejarlo allí, hijo. Lo he traído con nosotros. Si te parece bien le podemos hacer un funeral secreto. Nada de homenajes de Estado. Solo la familia... Solamente si te parece bien. Con todo seguía siendo mi hermano.

—De acuerdo. ¿Cómo está Shaka?

—No creo que pase de ésta noche. La pelea con T fue brutal. Su estado por la enfermedad había empeorado y las heridas que recibió...

—Lo imagino. Quiero verlos. ¿Dónde los tienes?

—Shaka lo está velando junto a Skorro y Gideon. Yo os estaba esperando para poneros al tanto de todo.

—Gracias.

—Hay otra cosa. Shangrylah...

—¿Qué pasa con ella? —Preguntó Sikio y sentí como propia su ansiedad.

—Se metió a defender a Shaka. Ha muerto.

—¿Dónde está?

—Deberías...

—¿¡DÓNDE ESTÁ!?

—Tu madre y las chicas están con ella.

     Vimos a mi hermano, roto por el dolor, correr hacia las mujeres. Abrazó frente a todo el mundo el cadáver del que había sido la reina Mlowathi Shangrylah Mapogo diciéndole lo mucho que la amaba.

     Mi padre suspiró y tragó grueso. Le seguimos hasta la planta en la que estaban mis tíos. Gideon aporreaba la pared con furia. Sus nudillos estaban ensangrentados.

—Maldito traidor— gruñía con cada golpe—. Rasta aún estaría con nosotros.

     Skorro lo miraba dejando que se desahogara. Las emociones estaban a flor de piel.

—Shaka acaba de morir— nos anunció con pesar—. No pudo aguantar más. Sus pulmones se habían encharcado y las heridas eran terribles.   

     Entramos en la habitación. Shaka se aferraba a la mano de su amado hermano T. A pesar de todo nunca lo había dejado de querer y la mejor muestra de aquello fue que acabara él mismo con T. Sabía que cualquiera de los Mapogo no habría sido clemente con el hermano menor.

     Y padre le había dado la oportunidad de seguirlo hasta el mismo infierno.

     Rozamos nuestras frentes con la de Shaka. Mis hermanos no se quisieron acercar a T. Si embargo, y a pesar de todo yo sí lo había perdonado. Nos había hecho mucho daño. No obstante, la sangre que corría por sus venas también lo hacía por las mías. Yo había aprendido mucho de T. De sus luces y sus sombras. Para mí siempre sería el recordatorio de lo destructiva que podía llegar a ser la ambición mal encauzada.


     Los despedimos como los guerreros que habían sido al día siguiente. Al igual que hicimos con Rasta, esparcimos sus cenizas en el Londolozi y recé porque T encontrara al fin aquello que buscó con tanto ahínco en su vida.

—Tenemos a una maldita Majingilán en la fortaleza— susurró Sikio en mi oído.

     Dejamos a los Mapogo despidiéndose de sus hermanos y corrimos en busca de la hija de Rasta.

   

     La encontramos convaleciente. Para nuestra sorpresa nuestra madre la cuidaba.

—¿Qué coño significa esto? —Gruñó Sikio.

—Estás en deuda con ella, hijo. Kali te salvó durante la batalla. Los Majingilanes la consideran una traidora por haber ido a rendir homenaje a su padre. A su regreso mataron a todas sus hermanas. A ella la convirtieron en la esclava sexual de los cuatro Majingilanes. La estaban torturando cuando vosotros atacasteis.

—Y, ¿qué con eso? —Le espetó Sikio—. ¿Debería darle las gracias? No le pedí que me salvara de una mierda.

—Harías bien en recordar todos y cada uno de los errores de tu tío T para evitar repetirlos en el futuro, mi vida. ¿Qué dictamina el rey? —Preguntó mi madre con los ojos fijos en mí.

—Trasladadla al ala oeste. Que un equipo médico se haga cargo de ella. Tengo que hablarlo con Makhulu. Ahora, si me lo permitís, me voy a dar una ducha y a ver a mis reinas y a mis hijos. Vamos— le pedí a mis hermanos.

     Sikio puso rumbo a la dirección opuesta. Hunter me hizo una seña asegurando que se ocuparía de su gemelo. Morani y yo nos despedimos de nuestra madre y nos fuimos al ala de nuestras reinas.   

Scarface: El último Mapogo (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora