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Ya era noche cerrada cuando llegamos al aeropuerto de Sabi Sands. Y, aunque el esplendor de mi tierra se comenzaba a ver con la salida del sol, sus noches regalaban los cielos estrellados más impresionantes de cuantos había visto.

     Mis manos se posaron en los ojos de Lullaby antes que las puertas de cristal que daban al exterior se abrieran.

—Bienvenida a Sabi Sands— susurré con voz muy baja en su oído. A ella pareció darle algo de frío a juzgar por la piel erizada.

     Nada más salimos aparté mis manos. Ella levantó la cara. Sonreí satisfecho cuando su boca se abrió formando una O perfecta. Estaba impresionada.

—Nunca había visto un cielo así— afirmó Lullaby.

     El repentino flash nos sacó a los dos del embrujo del firmamento estrellado de Sabi Sands. Los reporteros que habían cubierto el inicio del viaje hacían lo propio al regreso.

—¡Alteza! —Gritó alguien intentando llamar mi atención—. ¿Quién es su acompañante?

—¿Ese era el motivo del viaje? —Preguntó alguien más.

     El equipo de seguridad, con mis tíos al frente, hicieron de escudo entre nosotros y los periodistas de modo eficaz sin lastimar a nadie.

     Lullaby lo observaba todo abrumada.


      Rápidamente nos escoltaron hacia el convoy de recogida y pusimos rumbo a la fortaleza.

     Mis hermanos seguían sin dar señales de vida, así que tras una ligera presentación de las guerreras a la recién llegada nos fuimos todos a dormir.



—¿No vas a decirme a dónde me llevas? —Preguntaba Lullaby con impaciencia sin quitarse el antifaz.

—Ya te lo expliqué. Es una sorpresa— aseguré en tono misterioso.

     Como mi asistente personal ella tenía que estar a mi lado en todo momento. Pero antes de encerrarnos en un despacho a cumplir con los deberes quería enseñarle la zona más bonita de nuestro territorio. Habíamos congeniado muy bien. A mi madre le habia caído genial y ganársela no era, precisamente, tarea fácil. Mi tío Skorro tampoco eran de los que daban su visto bueno a las primeras de cambio y se lo había ganado tras una larga charla. Solo me quedaba presentarle a mis desaparecidos hermanos... cuando regresaran de dónde quisiera que estuvieran.

—Hemos llegado— anuncié.

     Le quité el antifaz y aguardé la reacción.

      Ella bajó del coche admirando con asombro la preciosidad de la Laguna de la Perla, el lugar más lejano a la fortaleza de Sabi Sands. Estábamos muy cerca de las tierras de mis tíos Terence y Shaka.

—No tengo palabras para... ¡ALEX!



 ¡ALEX!

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Scarface: El último Mapogo (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora