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Una leona no necesita rugir para asombrar a la multitud. Proverbio Masai.

Alexander:

Hunter, Morani y yo corrimos, seguidos de cerca por los Mapogo (con excepción de T), hacia los aposentos donde en aquel momento atendían a mi reina.

    No sabía quién de los dos estaba más nervioso, si Morani o yo.

     En mi pecho, mi corazón era como una cebra que corría al galope sin saber si sobreviviría o moriría. Llegué a la puerta de los aposentos de Sikio justo cuando el médico salía con cuatro pequeños bultos.

     Eran diminutos para ser crías de león o cambiantes. Miré al doctor cuando los depositó en mis brazos.

—El motivo de su tamaño se debe a que su madre es una cambiante de gato. No puede engendrar crías más grandes. En pocas semanas tendrán el tamaño normal. Me alegra decir que todos están en perfecto estado de salud. Enhorabuena, Majestad.

     Acerqué mi rostro a los pequeños, todos niños. Dos de ellos olían a mí. Los otros dos a Morani. Él, que estaba a mi lado, los miraba con vivo interés. Se los pasé para que los pudiera conocer.

     Como mi padre y mi madre no sabían muy bien si tenían permiso para conocer a sus nietos, Morani y yo los depositamos en sus brazos. Mi padre sonrió con orgullo. Mi madre los acarició con ternura.

—Bienvenidos, mini Mosqueteros. Que vuestro paso por este mundo llene de honra a Sabi Sands— habló el antiguo rey solemne.

     Nos despedimos de los Mapogo y entramos en el cuarto con Lullaby. Los ojos de ella se clavaron al instante en nuestros hijos. Los acomodé en su costado. Ella los empezó a amamantar de inmediato.

—¿Desde cuándo tienes cuatro pezones? —Pregunté descolocado.

—El médico me ha explicado que esto se debe al parto. Es para poder alimentarlos a todos. En cuanto los destete volverán a desaparecer.

     Morani se sentó por detrás de ella y besó su cabeza.

—Enhorabuena, mami. Son perfectos.

—¿Quieres que nos quedemos contigo? Normalmente las chicas prefieren estar con los bebés a solas hasta que estos son algo más fuertes.

—Iba a preguntaros si nos os importa que yo duerma en los aposentos reales con los niños. Tú podrías dormir con Morani.

     Mi hermano y yo nos miramos.

—Paso de hacer manitas contigo, Scar. Te las arreglas como puedas.

—De acuerdo, nena. ¿Te traemos algo de comer? Tienes que estar hambrienta.

—Ahora mismo me comería una jirafa entera.

—Como quieras— respondió Morani.

—¡Para, bruto! Estaba de broma. Tengo mucha hambre, pero no quiero cacerías en la fortaleza.



     Mientras se llevaba a cabo las celebraciones por el nacimiento de los príncipes Mosqueteros Sikio salió de la fortaleza para evitar enfrentamientos con T. Deambuló sin rumbo fijo por los terrenos. Entonces la vio.

      Como la polilla atraído por la luz, la siguió y se internó con ella en la cueva del manantial de la cara norte. Un lugar que muy pocos conocían.

     Shangrylah lo abrazó con fuerza. Se besaron con frenesí y dejaron paso a la pasión. Los ropajes abandonaron sus cuerpos con rapidez. El Mosquetero se introdujo en la antigua reina Mlowathi sin que le importaran las consecuencias de sus actos. Había tomado una decisión. Y, aunque sabía que afectaría a su pride, no era capaz de arrancarse el corazón y vivir sin él.

—Ha sido una locura que te aventures fueras de los aposentos en los que deberías estar.

—¿Qué me dices de ti? Sé que T está buscando la más mínima excusa para acabar contigo. India me lo ha contado todo.

—T es muy inteligente y sabe que un enfrentamiento con Makhulu por atacarnos sería una completa estupidez. No moverá un dedo contra los Mosqueteros. Scarface cuenta con muchos aliados en este momento. En cuanto a nosotros... He tomado una decisión, nena. Vámonos. Ahora. Nos largamos muy lejos de todo y...

—¿Vas a abandonar a tus hermanos cuando más te necesitan? Sikio, estáis a las puertas de una batalla. Morani y Scarface acaban de ser padres. No puedo permitirlo.

—¿Qué pasa con nosotros, nena? Una vez que todo pase tú tendrás que irte. No podremos estar juntos.

—Sabía que nos íbamos a ver. Yo también he tomado una decisión. Y te pido que la respetes. No es fácil para mí. Así que necesito que comprendas que por mucho que queramos, esto no puede ser. T siempre buscará la oportunidad para atacar a los Mosqueteros y en su espiral de venganza es capaz de logar que Shaka lo siga. Me dolería pensar que si algo le pasa a tu familia sería por mi culpa. Por ese motivo ya he hablado con las reinas Pamoja, Charm, Siena, Joy y Bibi. Acaban de aceptarme en el Marsh Pride. Cuando pase la tormenta me iré con ellas para siempre. Tú podrás centrarte en el reino y los Mosqueteros estarán a salvo.

—No me hagas esto, nena. No te puedo perder— lágrimas de dolor rodaron por las mejillas del guerrero por la inesperada noticia.

—¿Qué futuro nos espera, Sikio? ¿Qué futuro les esperaría a nuestros hijos? Serían presa, no solo de los Mapogo, también los Mosqueteros irían por ellos. ¿Quieres hacer de Hunter un nuevo T? Porque estoy segura de que él no aceptaría una nueva traición. ¿Serías capaz de matar a tu gemelo por mí? ¿Por tus hijos?

     Sikio quiso gritar que sí. No le importaba morir a su lado. Pero, sabía que eso implicaría la muerte de la que consideraba también su reina. Recordó a su sensato padre, quien con todo el dolor de su corazón, se mantuvo fiel a sus hermanos en lugar de posicionarse con sus hijos, tal y como era su deseo. 

—La vida de cualquier rey o príncipe es su pride, Sikio. Te quiero tanto que prefiero una vida alejada de ti porque eso supone tu supervivencia. Por favor, mi amor. No los posterguemos más.

—Te amo, shangrylah. Y no elegí hacerlo, así que por favor, no me hagas decirte adiós.

     El orgulloso Mosquetero salió de la cueva sin mirar atrás ni una sola vez. Tendría que aprender a vivir sin su corazón. Él también prefería una vida alejado de su amor sabiendo que ella estaría protegida por un poderoso pride como el Marsh antes que saber que vagaría sola siendo el objetivo de cualquiera. Y las pocas lágrimas que derramó antes de llegar a la fortaleza fueron por la mujer que viviría junto a su corazón desterrado.

Scarface: El último Mapogo (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora