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—¿Estáis seguros que dijo "circo"? —Lullaby nos miraba con cautela.

—Esa fue la palabra que Hunter usó.

—¿Qué es un Circo? ¿De qué va todo eso? —Mi padre la observaba fijamente.

—Un circo es una atracción donde ofrecen espectáculos y exhiben animales para el disfrute de humanos— nos explicó.

—¿Los humanos del exterior no conocen la existencia de cambiaformas? —Le pregunté.

—No. De hecho cuando el rey Makhulu me explicó que vosotros cambiabais de forma, no me lo creí. Pensaba que era mentira.

—Eso quiere decir que los Majingilanes estuvieron todo este tiempo en el exterior con su forma humana hasta que regresaron a Sabi Sands— expuso Gideon—. Tenemos que dar con Skorro y Shaka.

—Yo puedo ayudaros en el exterior— propuso Lullaby—. Sé moverme entre ellos.

—Iré contigo—dije con firmeza.

     La idea era ir con Morani y Sikio. Pasar desapercibidos y rescatar a mis tíos y a los demás cambiaformas denunciando un secuestro. Mi padre aceptó el plan a regañadientes. No quería que nos pasara nada. Sin embargo, ya éramos adultos capaces de tomar nuestras propias decisiones.



—A ver si lo entiendo— habló mi padre en aquella reunión con los líderes de las otras tribus y Prides en la que también participaban mis dos tíos y mi madre—. Me estás pidiendo que deje al margen a todos los organismos que tengan que ver con Sabi Sands como la embajada o el consulado para mantener a salvo a mis hijos... explícame cómo carajo van a estar seguros sin la protección de mi embajador o de mi cónsul.

—Majestad, yo no entiendo mucho de conflictos internacionales— respondió Lullaby con franqueza—. Si la gente en general no sabe que los habitantes de Sabi Sands son, en su mayoría, cambiaformas, es porque piensan que este continente es una gran biosfera dedicada a la conservación de especies salvajes... Perdonad, no os estoy llamando "salvajes", ni nada que se le parezca. Los visitantes piensan que el gran rey Makhulu, su familia y el resto de los líderes territoriales, son en realidad guardas de la reserva natural más grande del planeta. Vosotros siempre os mostráis en vuestra forma humana ante ellos, así que es lógico que crean que los cambiaformas que ven durante los safaris son animales de verdad. Los que vayan a ver a Shaka y a Skorro a un circo piensan que son leones reales en un espectáculo y no dos hombres secuestrados. Majestad, si quiere que los príncipes estén seguros y que todos regresen de una pieza, la clave es una entrada y salida furtiva, rápida y sin alertar a nadie.

—Lo veo lógico— dijo la reina Pamoja de la Marsh Pride.

—¿Qué coño pasa con sus aromas personales? —Interrumpió con dureza mi tío Gideon.

—Por eso se inventó esto— contestó Lullaby con una gran sonrisa a tiempo que nos mostraba un frasco con una sustancia líquida en su interior—. Se llama "perfume"— nos habló como si nos estuviera enseñando a usar el fuego—. Así podremos tapar sus aromas y que no detecten que son algo más de lo que se ve a simple vista.

—A ver si lo entiendo— la interrumpió mi tío T. Ella, como no podía ser de otro modo, se estremeció ante la presencia amenazante del Mlowathi—. ¿Me estás diciendo que tu brillante plan para traer de vuelta a mis hermanos es disfrazar a mis sobrinos de humanos, ponerles perfume y hacerles pasar por si fueran de los tuyos?

—A muy grandes rasgos, sí.

—¡No me jodas, Big Mak! ¿Cuándo te volviste tan blando, cabrón de mierda? ¿Cuándo han dejado los Mapogo que resuelvan sus mierdas por ellos? ¿Dónde está tu jodido orgullo de rey? ¿Por qué coño tenemos que disfrazarnos de algo que no somos al cien por cien? ¿Acaso un maldito león se cubre con hojas y se embadurna de barro cuando sale de caza? Yo propongo que vayamos allí y nos llevemos por delante a todos los cabrones que nos han hecho todo esto.

—Tío T, yo soy un Mapogo como mis hermanos. Soy el sucesor del rey— hablé con calma acercándome sin temor—. Cuando yo era un cachorro os salvé sin que me importara si me mataban o no al mismo tiempo tú me salvaste valiéndote de la pantomima del canibalismo, ¿lo recuerdas? Esto es exactamente lo mismo. Una pantomima para traer de una pieza a tus dos hermanos. Te pido, una vez más, que confíes en mí. Lullaby será nuestra guía para movernos de forma creíble en el exterior. No se trata de ser duro o blando. Se trata de actuar con la cabeza.

     T gruñó y me dio la espalda. Aquella era su forma de darme su visto bueno. Una vez quedó claro el plan nos preparamos para el viaje. 

     El mundo exterior, ahora que sabía que los humanos no conocían nuestra existencia, me parecía un sitio amenazante. 

     El viaje en el avión ahora tenía distinto cariz. Yo ya no era aquel joven e ingenuo cambiaformas que había salido de Sabi Sands junto a su padre a vivir lo que se me antojó como una aventura divertida con la que picar un poco a mis hermanos mayores. 

     El sentimiento era muy distinto. Como cuando te adentras en un territorio desconocido y de golpe te encuentras con el aroma de la coalición dominante. Sabes de antemano que será una lucha encarnizada que puede llegar a ser a muerte en la que nadie cederá un ápice de terreno. Donde sabes cuánto te juegas y por quién luchas.

     Mis tíos habrían dado por nosotros sus vidas, sin importarles el nivel de sufrimiento, porque eso es lo que hacemos en una coalición. No podíamos abandonarlos a su suerte. No queríamos hacerlo. Para nosotros, la lealtad es algo que está por encima, incluso de nuestras vidas.

—Lo primero que tenemos que hacer es instalarnos en un hotel— dijo Lullaby en cuanto pisamos el país al que habíamos llegado.

—Vamos a buscarlos de inmediato— contestó Sikio mirándola fijamente.

—Ningún turista se va a dar vueltas por una ciudad con las maletas. Hay que dejarlas a buen recaudo y entonces comenzar a investigar sin levantar sospechas. La clave es la discreción.

     El hotel al que llegamos no se parecía en nada a cuanto hubiera visto. Era modesto. Las habitaciones eran como cubículos reducidos que me provocaban ansiedad y una sensación de encierro agobiante.

     Tras descansar un poco nos reunimos en la puerta del hotel. Lullaby nos roció el apestoso perfume con el que disimular nuestras feromonas naturales y subimos a un taxi que nos llevó al sitio en el que se encontraba el circo más importante de la ciudad.

—¿Hueles algo? —Me preguntó Sikio.

—Creo que sí.

—Tenemos que entrar haciéndonos pasar por espectadores. Hay que comprobar que todos estén ahí— habló Lullaby para evitar que comentiéramos errores.

     La carpa era enorme. No sé a cuántas personas albergaba. Lo que nos impresionó a mis hermanos y a mí fue el ambiente tan decadente en el que forzaban a los supuestos animales a entretener a su audiencia.

—¡Están allí! —Señaló Sikio.

     Se me cayó el alma a los pies. No eran ni la sombra de lo que un día fueron, grandes príncipes de aspecto imponente. Estaban casi en los huesos. Shaka movía la cabeza como si estuviera desquiciado por el encierro.

—Juro por mi vida que os salvaré— murmuré y señalé a mi grupo el camino a la salida.

     

Scarface: El último Mapogo (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora