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—No sé si puedas oírme, Shaka— decía T tumbado en la camilla donde le habían depositado en la fortaleza a la espera de que muriera—. No tengo excusa. 

—Mataste a tu propio hijo, mi sobrino— replicó el aludido visiblemente afectado.

—No, Shaka. Eso nunca. Te lo juro por el trono de Sabi Sands. He hecho cosas realmente malas llevado por mi maldito orgullo, eso lo sabemos todos. Sin embargo, jamás os he traicionado, jamás he derramado mi propia sangre.

—Cierra la maldita boca de una vez, T. Ten la decencia de morir como lo que eres, un traidor.

—De acuerdo, Shaka. Piensa lo que quieras. Precisamente porque me estoy muriendo no tengo por qué fingir algo que todos sabemos que no soy. Yo no soy un seguidor. Soy un maldito rey, Shaka. Soy un maldito guerrero. No le tengo miedo a nada. Soy un Mapogo. Un Spartan. No maté a mi hijo. Eso fue obra del maldito Selati contra el que me lancé pasándome por los huevos las órdenes de Scarface. Quería matarlo. Quería hacer que sufriera como él hizo con mi hijo... Quería vengar a los Mapogo. Makhulu tenía otro plan.

—En efecto... Cumplir con las órdenes del rey Scarface— le espetó con voz dura.

—Soy responsable de la muerte de Randall Lawrence. Y no me arrepiento de ello. Le hice creer que os iba a traicionar a todos. Eso fue lo que le sacó de su escondite, pensar que lo iba a compartir todo con el último Mapogo. Puto, chiflado. Vengué la muerte de Rasta y disfruté con ello, Shaka. Soy plenamente culpable de eso. 

—¿Por qué me dejaste solo durante esas patrullas? Makhulu sostiene que buscabas matarme sin mancharte las manos.

—Makhulu— susurró T sonriendo a medias—. Él no se fiaba de mí, ni yo de él. Esa es la realidad. El único al que le confiaba mi vida es precisamente al único que le permití arrebatármela. Cuando me di cuenta de lo cerca que estaban los Selati ya fue demasiado tarde como para avisarlo y tuve que moverme por mi cuenta y riesgo. Fue una traición y no tuve elección. Te mandé a ti porque ya no sabía si podía dejar Mlowathi solo en manos de las reinas. No sabía si las superarían en número. Por primera vez estaba descolocado. Sin un plan. Recurrí a ti confiando en que tu sola presencia bastara por sí misma. Jamás me imaginé que te emboscarían de aquel modo. Yo mismo fui a buscarte cuando te secuestraron. Rasta evitó que me mataran. Asumo todas mis culpas. 

—¿Qué pasa con Scarface? Intentaste...

—No, nunca quise despojarlo del trono. Únicamente vi debilidad en él cuando salió a la luz lo de Sikio. Yo quiero para Sabi Sands lo mismo que vosotros, un rey fuerte que no tema poner orden si hace falta. Nada más. Deseo para él un largo reinado y que los Mosqueteros permanezcan unidos en lugar de separarse como pasó con los Mapogo. Nada de lo que hice fue por mí, Shaka. Ojalá las cosas hubieran sido diferentes.

     Shaka se quitó la mascarilla que le permitía respirar y agarró la mano de su hermano moribundo.

—Vete en paz, hermano. Yo no tardaré en seguirte. 

—Juntos como en los viejos tiempos— sonrió T—. Larga vida al rey Scarface.

—Larga vida a Sabi Sands— contestó Shaka mientras T moría.




Alexander:

     Detuve la grabación de seguridad con mi tío T respirando por última vez. Mi padre apretó mi hombro mostrando su apoyo.

—Una vez más me equivoqué con él— dijo con dolor.

Scarface: El último Mapogo (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora