Bad Blood || Erick Pulgar

21. Dolor

2010

La cabeza del Gonzalo iba apoyada en mi regazo mientras el Erick conducía como loco por las calles de Antofagasta que estaban prácticamente vacías, probablemente todos estaban celebrando la navidad con sus familias, no estaban envueltos en una tragedia como nosotros... Había tanta sangre, pero por alguna razón no me molestaba ver sangre, lo que sí me molestaba era ver que el Gonzalo cada vez se ponía más débil, aunque no cerró los ojos como me lo prometió, así que había aunque sea una esperanza de que se recuperaría. El viaje al hospital se hizo eterno, pero finalmente llegamos. El Erick salió rápidamente del auto en busca de alguien que viniera a buscar al Gonzalo. En pocos segundos llegaron unos enfermeros con una camilla y sacaron al Gonza del auto. El Erick lo siguió dentro del hospital, yo lo iba a seguir...

—Rusia, hay que dejar el auto en algún estacionamiento—dijo el Jeans, sorprendentemente no se veía alterado, no como el Erick y yo, las lágrimas caían por mis ojos sin que pudiera evitarlo—¡Lucía! —exclamó. Sacándome de mi ensoñamiento—Lo haría yo si supiera manejar.

—Sí, sí—dije. Me pasé adelante al asiento del piloto en el que anteriormente había ido el Erick. Tomé mi celular de mi abrigo—llama al Pablo y cuéntale lo que pasó por favor—le dije. Hice avanzar el auto hasta un estacionamiento por mientras el Jeans le contaba a mi amigo lo que pasó. También llamó a su mamá para contarle que le habían disparado al Gonzalo y que estábamos en el hospital.

Bajamos del auto, el Jeans me rodeaba la espalda porque no podía caminar sin tambalearme, me sentía débil, las piernas me temblaban. Miré hacia mi abrigo que era de color blanco y estaba todo manchado de sangre. Las miradas de la gente me seguían, pero las ignoré. Entramos a urgencias hasta que llegamos donde estaba el Erick sentado, me fui a sentar al lado de él y le tomé la mano, él se tensó cuando lo hice, pero no lo tomé en cuenta.

—¿Han dicho algo? —pregunté. El Erick me miró, sus ojos estaban rojos por las lágrimas.

—No, solo se lo llevaron—dijo. Su voz sonó ronca. Su mirada se enfocó en la sangre en mi abrigo. Quitó su mano de la mía. Se puso de pie, luego se quitó su polerón y me lo pasó—Toma esto, ve a cambiarte—me dijo. Su mirada conectó con la mía.

—No es necesario—respondí.

—Ve Lucía, por favor—dijo. Asentí con la cabeza, tomé su polerón y me metí a un baño.

Me quité el abrigo apenas entré revelando mi traje de señora Claus, una sonrisa amarga apareció en mi rostro, recordando el momento que habíamos compartido con el Erick hace un rato y que duró tan poco, ahora él era otro, estaba tan frío conmigo, me miraba de otra manera. Me quité el abrigo y lo metí al basurero, luego me puse el polerón del Erick el cual era bastante largo, ya que él era muy alto y le gustaba usar ropa grande además. Luego me lavé las manos, donde aún tenía sangre seca, después de eso salí a la sala de espera. Había un ambiente lúgubre. El Erick estaba parado mirando por la ventana, sus ojos me observaron, luego desvió la mirada, era obvio que no quería que me acercara a él. Así que me senté al lado del Jeans quien me dio una pequeña sonrisa.

Los minutos pasaban y nadie salía a decirnos nada, llegó la mamá y el papá del Erick a acompañarnos.

—¿Le avisaron a la Inés y a Amalia? —preguntó la mamá del Erick. Supongo que Inés era su mamá, la Amalia era la hermana del Gonzalo.

—No—respondió el Jeans—solo los llamamos a ustedes.

—Pablo ve a llamarlas—indicó la mamá del Erick a su marido.