3. Disparos

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Él me miró en silencio por unos segundos sopesando mi oferta, luego frunció el ceño, obviamente no iba a querer aceptar.

—No—respondió—no quiero tener má' enreos con tu pololito—lo miré interrogante, yo no tenía pololo, a menos que pensara que el Pablo era mi pololo...

—No es mi pololo, es mi amigo—puntualicé

—Igual, no deberiaí ni hablarme po, si le saqué la chucha al hueón—me encogí de hombros. El Pablo siempre se metía en peleas estúpidas, así que no era novedad que alguien le pegara. 

—Yapo, Erick, en serio te llevo ¿Dónde vives?—pregunté.

—En la Ricardo Mora

—Me queda de camino a mi casa, vamos—él me miró suspicaz. Ni siquiera sabía dónde quedaba ese lugar. 

—No te creo na' yusia, demá' que tu casa está por aquí cerca—bueno era verdad, mi casa estaba más cerca de aquí, pero igual no dejaría que caminara como dos horas para llegar a su casa porque se había gastado su dinero en mi dulce. 

—No seas pesado po, además te gastaste el dinero del pasaje por mi culpa, así que déjame llevarte—él sonrió.

—Ya oh, vamo', lle'ame a mi casa po—dijo finalmente aceptándome mi propuesta—supongo que tenís licencia pa' manejar esta hueá—apuntó a la moto. Me encogí de hombros.

—No, pero no importa, ese no es un problema—y no lo era, nadie me iba a hacer nada. 

—Oe yusia, yo no me quiero ir na' en cana si po

—Tranquilo, no te irás a la cárcel, te lo juro, y te juro también que soy una experta manejando así que súbete con confianza—él suspiró. Caminó hacia la moto, pasó su pierna por encima y se puso detrás de mí—Saca el casco que está allá atrás.

—Ya—sacó el casco y se lo puso, yo también me puse el mío.

—Ahora sujétate de mí—él rodeó con sus brazos mi cintura, sentí cosquillitas al sentir su cuerpo presionando el mío—Sujétate bien—dije antes de darle al acelerador y salir como una loca. Eso era lo que me encantaba de las motos, la velocidad y sentir el viento contra mí, la libertad que sentía al andar en una. Por eso le había pedido a Pablo que me enseñara a manejar una, a pesar de que mi padre nunca me compraría una porque era muy peligrosa...

Mientras iba a toda velocidad por la carretera Erick me daba las instrucciones para llegar a su casa. Cuando dejamos la carretera atrás y entramos en la parte urbana disminuí un poco la velocidad, para poder seguir las instrucciones del Erick y no atropellar a nadie.

Sinceramente nunca había estado por estos lugares, todo era distinto por aquí, no sé parecía en nada donde vivía yo, habían niños pequeños en la calles jugando a la pelota solos, sin que nadie los cuidara, ropas colgadas en los jardines de las casa, muchos lugares llenos de escombros y basura, polvo y arena en la calle, las casas eran muy pequeñas y estaban prácticamente una encima de la otra... Estábamos cerca del cerro aquí, no como mi casa que estaba cerca de la playa...

—Es aquí—escuché decir al Erick mientras apuntaba a una casa pequeña. Frené, y luego apagué el motor de la moto. Le bajé la pata lateral a la moto para que no se cayera. Luego me quité el caso y ordené un poco mi cabello con los dedos puesto que era un desastre—Erís una loca yusia. Pensé que me iba a morirme—sentí su cuerpo alejarse del mío y bajarse de la moto.

—Lo siento, es que me gusta la velocidad—me encogí de hombros, dejé el casco sobre el manillar de la moto y me bajé de ésta, me paré enfrente de Erick, quién ya se había quitado el casco y lo había dejado donde estaba anteriormente.

Bad Blood || Erick Pulgar Donde viven las historias. Descúbrelo ahora