5. La Reina

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Llegué a mi casa, me dirigí directamente a mi oficina, ahí me estaban esperando, el mano derecha de mi padre, Leonardo.

—¿Qué fue lo que pasó? —espeté. Él me miró, luego bajó su mirada—Es el día del funeral de mi maldito padre y ya me llamas que hay problemas. ¿Acaso no los puedes solucionar tú? —su mirada seguía hacia abajo por respeto hacia su jefa, pero su cuerpo demostraba todo lo contrario, estaba tenso, era obvio que no le agradaba que una mujer lo mandara.

—Los colombianos interceptaron el cargamento—dijo. Me senté detrás de la oficina y lo miré. Estúpido.

—O sea que los colombianos interceptaron el cargamento. Tú fuiste él que me dijo que cuidaría personalmente que ese cargamento llegaría. ¿Cómo es que fue interceptado?

—Yo... no lo sé...—dijo.

—¿Cómo que no lo sabes? —dije elevando mi voz—¿Acaso no sabes hacer tu puto trabajo? —dije golpeando la mesa para darle más dramatismo, el hombre pegó un salto. Veinte años en el negocio y aún se sobresaltaba, era un estúpido, no entiendo por qué era el mano derecha de mi padre. Creo que hay que hacer muchos cambios por aquí y yo me encargaré de eso.

—Claro que sé hacer mi trabajo, pero es que nos emboscaron y nos superaban en números.

—Tú dijiste que teníamos soldados suficientes, te dije que llevarás más y no me escuchaste. Eres un inútil. ¡Estás despedido!

—Pero... pero jefa...—lo interrumpí.

—Pero nada, despedido dije, ahora fuera mi oficina—exclamé— ¡FUERA! ¿Acaso eres sordo? No perderé más tiempo contigo inútil. Tengo muchos problemas por tu culpa ahora. Ah y si descubro que estás aliado con los colombianos y esto fue todo un plan tuyo, te destrozaré, a ti y a tu maldita familia.

—Le juro que no tengo nada que ver con ellos—lo miré suspicaz. Hace tiempo mi padre me había dicho que extrañamente los colombianos estaban interceptando muchos cargamentos, y sabían cosas que nadie debería saber, cosas que solo debería saber gente de dentro del negocio. Y no me extrañaría nada que fuera este cobarde.

—Vete, antes de que cambie de opinión y no te dé ni el beneficio de la duda—dije sacando la pistola que llevaba en el bolsillo de mi casaca de cuero y dejándola encima de la mesa en señal de amenaza.

                Apenas el idiota salió de la oficina, llamé al JP, el ejecutador de la organización. Él se hacía cargo de cobrar las deudas y también de deshacerse de indeseables...

—Jefa—respondió.

—Leonardo perdió otro cargamento, sabes lo que tienes que hacer.

—Entendido. ¿Solo él?

—Solo él. Su familia no tiene la culpa, pero dales un susto, para que no se atrevan a desafiar mi autoridad.

—Está bien, jefa. Nos vemos—colgué el teléfono y comencé a revisar los libros de finanzas que tenía mi padre mientras mi mente trabajaba en el nuevo movimiento que haría.

                Estaba concentrada en planificar qué hacer con los colombianos, cuando la puerta de la oficina sonó. ¿Quién osaba a molestarme?

—Pase—dije un poco mosqueada. La puerta se abrió y apareció mi madre, Julia Rossi, quién vestía un abrigo largo de piel, un pantalón negro ajustado, unas botas negras con un tacón del infierno, sus guantes negros de cuero y obviamente no podía faltar su labial rojo. La observé atentamente, todos decían que me parecía a ella, pero no lo hacía, físicamente puede que sí, pero en actitud, nunca, ella era débil, fue criada para ser una princesa de la mafia, una esposa trofeo, yo también, sin embargo yo no permití que me convirtieran en una princesita, no, yo no me conformaba con eso, mi sueño siempre fue ser la reina.

Bad Blood || Erick Pulgar Donde viven las historias. Descúbrelo ahora