11. Torturas

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Me dolía todo el cuerpo, creo que la combinación entre las drogas y el alcohol no había sido una buena idea, maldito Gabo siempre me llevaba por el mal camino. No recordaba mucho de anoche, solo las drogas y mucho alcohol. Me removí en la cama. Abrí mis ojos. Fruncí el ceño, esta no era mi cama. Ni mi pieza, ni mi casa. Quité las tapas que tenía encima y me paré de la cama. Mala idea. Todo el mundo me dio vueltas y mi cabeza pesaba demasiado. Miré a mi alrededor, frente a mí había un sillón y ahí estaba la ropa que traía ayer. Miré mi cuerpo y solo tenía una polera color negra que me llegaba a mitad del muslo. Habían unos grandes ventanales. Los abrí y salí al balcón, se podía observar la playa de Antofagasta. El viento helado me impactó el rostro, pero no me importó, me gustaba el frío, porque igualaba al hielo que estaba en mi corazón.

―Rusia ¿qué haces allá afuera? Te vas a congelar―escuché la voz del Erick. Me tensé. Mierda ¿qué hice anoche?

―Erick―me giré y me encontré de lleno con él. Estaba muy cerca de mí. Solo estaba con unos pantalones de chándal, su torso estaba desnudo y sus pies también. Observé su perfecto torso lleno de tatuajes, era una jodida obra de arte. Puse mi mano sobre su pecho ― ¿Qué hago aquí?―pregunté levantando mi mirada y agitando mis pestañas hacia él.

―Anoche estabas muy ebria y no quisiste que te llevara a tu casa, así que te traje aquí...―asentí con la cabeza.

―Gracias, pero ya es hora de irme―caminé de vuelta a la habitación. Tomé mi celular que estaba en un velador. Mierda, tenía muchas llamadas perdidas del JP, algo importante debía haber pasado. El Erick agarró mi brazo y me pegó a su pecho. Fruncí el ceño ― ¿Qué?

―Anoche me dijiste unas cosas... me dijiste que nunca habías estado tan feliz en tu vida, que al fin la habías encontrado... ¿A quién encontraste Lucía? ―un nudo se formó en mi garganta y mi pulso se aceleró. ¿qué mierda le había dicho? Espero que no le haya dado más detalles que esos.

―A nadie Erick, estaba volada y borracha, hablaba estupideces...

―No lo creo Lucía... ¿A qué te referías Lucía? ―él nunca se podría enterar de lo que finalmente encontré, él no podía saberlo jamás, me prometí que nunca lo sabría...

―A que te encontré a ti, te volví a encontrar Erick y aunque me sigas odiando, soy feliz de que tú seas feliz―él frunció el ceño, era obvio que no me creía nada. Las mentiras salían muy fácilmente por mi boca, pero él me conocía, él sabía cuándo le mentía―Yo...―y lo besé, fue lo único que se me ocurrió para distraerlo, para que se le olvidara la mierda que le dije anoche. Enredé mi lengua con la suya, él no se resistió, él de hecho rodeó mi cintura con sus brazos.

―Lucía sé que me no quieres contar pero...―dijo separando sus labios unos centímetros de los míos―pero no me importa―volvió a besarme. Esta vez bajó sus manos hasta la altura de mi trasero y me elevó, me aferré de sus hombros y envolví mis piernas en su cintura. Aunque no quisiera admitirlo, lo extrañaba, lo extrañaba demasiado. Necesitaba estar con él una última vez aunque sea porque nunca tuvimos una despedida apropiada... El Erick me dejó sobre la cama sin dejar de besarme...―Luci, yo... nunca pude olvidarte―dijo mirándome a los ojos como si quisiera llegar a mi alma. Esos ojos color chocolate que tanto amaba y que tanto se me aparecían en los sueños y pesadillas.

―Yo tampoco―admití. Sentí un crack en mi corazón, sentí como algo lentamente comenzaba a descongelarse allá adentro.

―Si no hubiese sido por lo de...―dijo él. Un nudo se formó en mi garganta, las lágrimas picaron tras mis ojos, no quería hablar de ello, dolía demasiado...

―Lo sé, pero no hablemos de eso ahora... Solo bésame―dije atrayendo sus labios a los míos otra vez...

...

Los gritos desgarradores de dolor retumbaban en mis oídos. Expulsé el humo de mi cigarrillo. Hace unas horas solo escuchaba gritos de placer, míos y del Erick, pero ahora la situación era distinta, un hombre estaba siendo torturado frente a mis ojos y no me removía ni una sola fibra de mi cuerpo.

―Por favor, Lucía, por favor―suplicó el hombre, al cual JP estaba golpeando. Le di una sonrisa, esa sonrisa perfeccionada con los años que hacía que estos hueones se cagaran de miedo.

―Jean Paul para―dije. Mi aliado me miró y dejó a Leonardo en paz.

―Es Jeans Pool―dijo él. Solté una risa.

―No te voy a decir pantalón piscina―él rodó los ojos. Llevé mi cigarrillo a mis labios, le di una calada y luego expulsé el humo―Muy bien Leonardo, debo decirte que estás en serios problemas, desde el momento en que se te ocurrió escapar y pedirle ayuda al maldito Stefano de Santis y a su hijo. Sabes que no quiero tener nada que ver con la maldita famiglia y ahora por tu culpa tuve que hacer un trato con el maldito Matteo.

―Mi reina, perdóname, yo hago lo que tú quieras.

― ¿Escuchaste eso JP? Hará lo que yo quiera―solté una risa macabra, la cual el JP acompañó con una sonrisita―Dime dónde mierda la mandaron―él me miró.

―Yo no sé nada...

― ¿Ah no? ―tomé el cigarrillo que tenía entre mis manos y lo puse sobre el pecho del imbécil haciéndolo gritar. Música para mis oídos.

―Fue tu padre lo juro...

―No te creo absolutamente nada, tú estabas metido en todo lo que pasó hace malditos diez años, tú lo mandaste a matar, tú la hiciste desaparecer―dije con toda la calma del mundo, como si esos dos sucesos de mi vida no me afectaran, pero lo hacían y demasiado. Tomé un cuchillo de la mesa y comencé a balancearlo entre mis manos, jugando con él.

―Yo... tu padre, él le pidió ayuda a Stefano de Santis, él lo ayudó. Tu tío sabe todo...―solté un bufido― y yo no quería matarlo, pero órdenes son órdenes y tú lo sabes―rodé los ojos.

―La diferencia es que aquí tú diste la orden de asesinarlo.

―Tu padre me lo pidió―lloró―por favor, no me mates, yo...tengo una esposa y una hija pequeña...―rodé los ojos. Como si eso me hiciera cambiar de opinión de no matarlo, durante años esperé este momento y no pude hacerlo con mi padre, ahora aprovecharía de destruirlo a él. Acerqué el cuchillo a su pecho e hice un corte a través de él. Mientras el muy llorón gritaba y gritaba.

―JP pide unas malditas tranfusiones, no queremos que este idiota se nos muera antes de tiempo, aun quiero jugar un poquito con él...―el JP asintió con su cabeza.

Y seguimos torturando a la maldita rata de Leonardo hasta que ya no lo soportó y dio su último respiro. Cuando lo hizo al fin pude respirar aliviada, las dos personas que más daño me habían hecho ya estaban muertas, aunque mi padre no había pagado como se lo merecía, tuvo una muerte sin dolor, una muerte rápida, pero su compinche no la tuvo fácil. Mientras limpiaba mis manos llenas de sangre de esa rata sonó mi teléfono. Le di cortar. No quería hablar con él, lo que había pasado había sido maravilloso, había sido maravilloso volver a tenerlo entre mis brazos, pero yo no me lo merecía, era una maldita asesina, una maldita reina de la mafia. Él se merecía a una mujer buena no a alguien como yo que los últimos diez años de su vida ha estado consumida por la maldita venganza...

Bad Blood || Erick Pulgar Donde viven las historias. Descúbrelo ahora