Podía ver la desesperación y el miedo en la cara del Erick, en como el Jeans se había puesto en alerta en un segundo levantándose de la cama a pesar de que tenía una herida de bala en la pierna. Yo solo me mantuve tranquila mientras miraba por la ventana cómo los colombianos estaban destruyendo todo a su paso en el primer piso, era seguro que de esta no salía viva y eso no lo podía permitir, porque no podía morir sin abrazar a mi hija una última vez, pero las posibilidades no estaban a mi favor.
—Jefa, dime qué hacer, no podemos perder el tiempo, vienen por nosotros y no van a dejar a nadie vivo, tenemos que escapar—suspiré, sí, ese mi temor, que gente inocente muriera por mi culpa, no iba a permitir que eso pasara otra vez, no como pasó con el Chalo.
—Hay que actuar ahora Jeans—le dije.
—¿Escucharon eso?—dijo el Pablo entrando a la habitación con cara de susto, él siempre se había mantenido alejado del lado duro del negocio, solo veía los temas legales y me ayudaba en la búsqueda de mi hija.
—¿Tienes mi mochila? —le pregunté. Asintió y me la pasó. La tomé. Busqué dentro, donde tenía una pistola de repuesto, se la pasé al Jeans. El Erick me miró feo.
—¿Qué vamos a hacer?—preguntó.
—Tú no harás nada—respondí—de hecho todos ustedes se irán con el Pablo ahora mismo.
—¡No!—exclamaron el Erick, el Jeans y el Pablo al unísono. Rodé los ojos.
—Sí, lo harán, Pablo y Erick ustedes no saben pelear y nunca han usado un arma, solo serían un estorbo y tú Jeans estás mal herido no puedes hacer nada. Así que Jeans irás con ellos, los protegerás, a ellos y a tu mamá y hermana. Te lo ordeno—le dije dándole una mirada severa.
—Sí jefa, como usted ordene—respondió el Jeans quien ya se había vestido, tenía el arma en la mano y estaba cojeando.
—Bien, no hay tiempo que perder, así que tienen que salir por la escalera de emergencia, ahora antes de que lleguen ahí y no puedan escapar...
—Cuídate cari—dijo el Pablo. Le guiñé un ojo. Luego salieron de la habitación menos el Erick.
—Luci, no te voy a dejar sola, te puede pasar algo—solté una risita.
—Nada me va a pasar Erick, estaré bien, ve.
—No, Luci, mi ángel no puedo dejarte, no otra vez—su voz se quebró un poco al final—yo... fui un estúpido, yo nunca debí decir lo que dije estaba dolido y... perdón, perdóname mi ángel—una lágrima se deslizó por su mejilla, haciendo que mi corazón doliera por él, cuando no debería.
—Ya te perdoné Erick—suspiré—y quizás soy una tonta por hacerlo, pero el encontrar a nuestra hija me devolvió el corazón que perdí hace muchos años... ahora vete—él negó con la cabeza—tienes que hacerlo Erick, no nos pueden encontrar a los dos, uno tiene que ir a Nueva York a buscar a nuestra Bea.
—Tenemos que ir los dos—sonreí amargamente. Y un nudo se me formó en la garganta, cada vez estaban más cerca los colombianos, cada vez veía más difícil esa posibilidad.
—Erick es hora de irse, vete...—él solo me miró triste.
—Te amo—dijo. Acunó mis mejillas y me besó, me dio un beso cargado de sentimiento, un beso digno de un último adiós, esperaba que no lo fuera pero no tenía muchas esperanzas en este momento, no tenía mucho apoyo, todos ya habían abandonado el barco, estaba sola, pero lo último que haría sería proteger a la gente que quería...
—Yo igual—me separé de él—Ahora vete—asintió con la cabeza. Y salió de la habitación. Cerré mis ojos dos segundos mientras serenaba mis sentimientos, tenía que guardarlos, ahora necesitaba ser la reina del hielo.
Abrí mis ojos y ya me sentía diferente. Ahora era la reina, la reina que estaba viendo caer su imperio pero que renacería de las cenizas. Salí de la habitación. Conocía este lugar como la palma de mi mano, hice unos internados aquí cuando estaba en la universidad. Los colombianos estaban viniendo por el frente y el Erick y los demás estaba escapando por atrás y la única forma de que no los siguieran era que me siguieran a mí, pero eso me dejaba con pocas vías de escape, la única forma de salir de aquí era por la cafetería. Así que comencé a correr, pero para mi mala suerte ya habían algunos colombianos en el piso que me encontraba. Pasé por el pasillo con la capucha puesta, eran solo dos y eran jóvenes, quizás no me reconocían.
Pasé por el lado de los colombianos, no me reconocieron...
—Oye ¿esa no era...?—dijo uno de ellos, canté victoria muy rápido. Me giré rápidamente, saqué dos pistolas de mi costado, apunté y disparé sin pensarlo. Les di a los dos en las piernas. Excelente. Siempre he tenido buena puntería.
No perdí ni un segundo y salí corriendo hacia el ascensor que me podía llevar a la cafetería. Apreté el botón del ascensor, pero no venía, así que tomé una escalera que estaba unos metros más allá, cuando comencé a bajar sentí el sonido de una bala, luego algo me escoció en el brazo. Maldición. Me miré el brazo y la bala solo me rozó. Miré hacia atrás y venía un grupo de colombianos, guiados por su jefe Milton Gómez. Disparé hacia atrás, pero esta vez mi puntería fue fatal, no les di, así que mejor apresuré el paso. Aún tenía ventaja.
—Mami no vas a escapar de nosotros, nos traicionaste y debes pagar—dijo la voz de Milton, había tratado algunas veces con él así que por eso al reconocí.
—Ustedes deben pagar por sus crímenes, tienen que dejar de aterrorizar a la ciudad—él soltó una risa.
—Si yo tengo que pagar, tú también ¿o te olvidas mami que algunos cuerpos fueron obra tuya? —dijo detrás de mí, cada vez estaba más cerca.
—Sí, y estoy pensando en que quizás mi último cuerpo sea el tuyo—dije burlándome.
—Ya quisieras mamacita, tú y yo pudimos ser un buen equipo luego de la muerte de tu padre—dijo—pero preferiste vendernos, y ahora debes pagar.
Malditas escaleras, eran interminables. Finalmente llegué al primer piso, pero fui demasiado lento, los colombianos venían muy cerca, no había tiempo para escapar podían darme una bala por la espalda y no quería morir de espaldas, iba a morir de frente y luchando. Así que me escondí detrás de un mesón, cuando los vi aparecer disparé. Le di a dos. Luego comenzaron a devolverme los disparos, pero el mesón era duro y resistió.
—Es hora que salgas de ahí mamacita—dijo Milton.
Seguí disparando contra ellos y ellos contra mí, le di a algunos en las piernas, pero no los suficientes eran demasiados y pronto iban a llegar más por detrás de mí, lo sabía, además ya no me quedaban muchas balas, tenía que salir de aquí cómo fuera. Pero no había forma de que no me balearan si salía de mi escondite aunque quizás no me dieran de gravedad, o quizás sí, pero si lo hacían tenía que irme con gloria. Así que mi objetivo sería Milton. Esperé el momento preciso. Cuando pensaron que ya estaba indefensa, salí de mi escondite, me erguí y disparé rápido, tanto que no lo vieron venir. Le di entre las cejas a Milton, la sangre saltó para todos lados, listo, el momento de distracción, ahora a correr, Lucía, corre con todas tus fuerzas... y lo hice, pero no llegué muy lejos porque unos segundos después sentí un dolor abrazador en mi espalda, mierda. Seguí corriendo a pesar del dolor, luego me impactaron la pierna haciendo que cayera al suelo. Mierda. Me tiré al suelo de espaldas y miré al cielo. Dolía demasiado, las lágrimas picaban en mis ojos, toqué mi estómago y vi sangre, la bala había salido. Mierda, me iba a desangrar rápido... Seguí mirando al cielo azul, a las nubes, siempre me gustó mirar el cielo, era una buena vista para morir. Ojalá alguna vez mi hija mirara el cielo y se acordara de mí, aunque lo dudaba, ella nunca me iba a conocer, aunque el Erick la encontrara y le hablara de mí, ella nunca sabría cómo era yo, ni lo mucho que en verdad la amo. Debí haber visto su foto para poder imaginarme su carita, pero aunque no lo había hecho de igual manera me la imaginaba con su cabello largo del color del pelo del Erick y con sus ojos verdes como los míos, lo mejor de los dos... Y con esa imagen en mi cabeza cerré los ojos y perdí la consciencia...
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Bad Blood || Erick Pulgar
FanfictionSoy Lucía Falcone y esta es la historia de cómo mi loco amor se transformó en mala sangre