Siempre hemos sido nosotras.

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Brutal asesinato en Ettelbrück

El pasado 4 de diciembre la policía de Ettelbrück recibió una inquietante llamada de auxilio, pero no llegaron a tiempo al domicilio.

La familia Segnir fue asesinada brutalmente en su propio hogar, la autopsia indica que la niña de apenas seis años recibió 5 puñaladas mientras que sus padres contaron con la salvaje cifra de 15.

Tras asesinar a sangre fría a los tres miembros de la familia, estos fueron introducidos en unas bolsas de basura y el asesino huyó en coche con ellos, antes de suicidarse arrojando su coche contra la pared de nuestra catedral.

El criminal ha sido identificado como Louis Schdmit, un joven universitario de unos 22 años que estudiaba en Fischbach, nuestro pueblo vecino.

Aún no se ha encontrado la relación entre el asesino y la familia, si es que existe. 

Seguid atentos a nuestras noticias.


—Es terrible —murmuró una chica tras leer en voz alta el papel que tenía en sus manos—. Mis padres los conocían, eran encantadores. Pobrecitos, y la hija tan pequeña... Bonnie, ni siquiera me estás escuchando.

Estaba en lo cierto, su compañera estaba demasiado entretenida dibujando algo en su vieja libreta como para escuchar algo. Su pelo negro estaba recogido en una coleta para que no molestara su visión. Sus ojos verdes brillaban cada vez que una línea le salía bien, acompañados de una sonrisa en sus labios cereza.

Pasó su mano por su cara haciendo que sacudiera su cabeza y la levantara, haciendo un sonido interesado a la vez.

—Sí, tienes razón, Sylvie.

—¿Puedes prestarme atención por una vez en tu vida? ¿Qué dibujas?—Antes de que ella pudiera contestar, la chica le había arrebatado la libreta y estaba echando un vistazo. La cara de Bonnie se puso roja, entre una mezcla de enfado y vergüenza, quitándole su cuaderno de las manos—. Vale, vale... Ay, ahí está ¡Alfred, cariño!

Sacudió su mano con energía y se levantó de la silla, era imposible que pasara desapercibida con el jaleo que estaba montando. 

Un chico se giró con una sonrisa de bobo en sus labios, mirándola de arriba a abajo. Era corpulento y tenía muchas pecas bajo sus ojos azules. Era atractivo, sin dudarlo, pero tenía un aire de cabrón que hacía que Bonnie se limitara a lanzarle malas miradas.

—Oye, sé que no te gusta, pero no seas mustia, anda —susurró su amiga a la vez que se echaba el pelo rubio por los hombros.

—Hola, nena. —Alfred se acercó a su mesa y le plantó un beso que podía succionar hasta su alma. Bonnie bajó la mirada, incómoda, y continuó su dibujo—. Bonnie. —Su voz se volvió más dura y pesada cuando se dirigió a la morena. Ella no contestó, Alfred ignoró eso.

—¿Has visto lo del asesinato? Ha sido cerca de aquí. —Sylvie le puso el periódico en la cara, meneándolo a su alrededor —. Menos mal que el asesino está muerto, ese hijo de...

—Cariño, tengo entrenamiento ahora.

Sylvie se calló al instante, sabía lo que significaba eso. Cero comentarios.

Alfred jugaba baloncesto, era muy bueno al decir la verdad, por lo que no resultaba extraño que fuera capitán del equipo. Siempre que su novia empezaba a hablar lo que él consideraba como demasiado e innecesario, él sacaba la excusa del entrenamiento. Es decir, Sylvie tenía que mantener la boca cerrada o Alfred tendría un espantoso dolor de cabeza.

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