Antes del final.

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Ernst seguía en su habitación, escuchaba a lo lejos los lamentos de Carlo y los lloros de Juliette. Incluso podía sentir el miedo de Sylvie.

Ya lo sabía, la guerra sería pronto y aún no habían logrado rescatar a Bonnie. Incluso Anja les había traicionado, ya no tenían a nadie que la sacara de ahí. Pero Ernst pudo haberlo evitado, pudo haberla ahogado en menos de un segundo, pudo haber disparado incluso. Pero nada. Había fracasado por primera vez salvando a su familia, había fallado a su promesa.

Y ahora Pierre estaba muerto y la segunda al mando secuestrada.

Se sintió inútil, nunca se había sentido así, ni siquiera cuando su madre le gritaba que lo era.

–Ernst, no te sientas culpable.

Levantó la cabeza y se encontró con Juliette, tenía los ojos hinchados y las mejillas rojas.

–Necesito un abrazo –confesó Ernst, por primera vez en su vida.

Ella se acercó a él y lo rodeó hasta que él decidió separarse.

–Todos estamos tristes, pero no es tu culpa. Nada de esto lo es.

Ernst no se sentía así, pero asintió para tranquilizarla. Sabiendo que ella sabía que era mentira.

–No puedo ir a la guerra, Juliette –dijo herido–. No estoy seguro de si haría lo mejor para Der Famill, no he podido matar a Bonnie y no...

La miró, sintiéndose el peor ser del mundo por no ser leal a su familia.

–No podría matarte a ti –continuó–. Ni dejar que lo hicieran, soy incapaz de no meter mis sentimientos en esto.

Juliette lo miró sin entender.

–Pelearías por los tuyos, ¿qué hay de malo en eso?

–Damien ha entregado a Bonnie y ambos sabemos que la quiere. Lo ha hecho por su bando, yo jamás haría eso por el mío. Me quedaré aquí.

Ella negó con la cabeza.

–No lo harás. Eres el mejor guerrero que conozco, tu bando te necesita y yo te necesito.

Ernst levantó la cabeza y negó con efusividad.

–Tú no irás –advirtió.

–Me he estado entrenando para algo, Ernst.

–No, Julie. No puedo ponerte en peligro así, no podría vivir con ello.

Juliette dejó un beso sobre sus labios, uno muy dulce.

–¿Crees que a mí me hace gracia que tú vayas?

–No iremos ninguno.

–Iremos, Ernst. Y ganaremos, entonces podremos olvidarnos de todo esto.

Ernst pensó que era imposible que se olvidaran de eso, había muchas organizaciones, había mucho dolor.

–No lo entiendes, Julie. No puedo dejar que vayas, no después de hacerte... –La señaló–, no después de hacerte eso.

–¿Hacerme qué?

–Joderte la vida. Yo te he metido en esto y... Sé lo que es sentir lo que yo siento, sé que es un castigo para ti y por eso lo hicieron. Porque me duele, pero me duele aún más saber que tú lo sientes.

Juliette lo abrazó de nuevo.

–Te dije que me hacías vulnerable –se burló Ernst de él mismo.

–Te quiero, Ernst. Y confío en ti, quiero que confíes en mí también. Podemos con esto, vamos a ganar.

Ernst se separó para observar sus ojos castaños y la profundidad de ellos.

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