El conejo y el lobo.

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Bonnie sacó algo de su bolsillo, enseñándoselo.

Un periódico, mencionando un asesinato. En Mertzig, ciudad vecina de Ettelbrück.

Salieron del ascensor y se encaminaron hacia una plaza cerca del piso de Ernst, había un par de bancos y algunas cafeterías.

—Un patrón... —murmuró Ernst, al sentarse. Bonnie hizo lo mismo frente a él.

—Esto se está convirtiendo en un problema, si la policía indaga... —Pero su voz no tenía muestras de preocupación, seguía impasible.

—No van a encontrar nada. Mira, dicen que el coche de Louis no fue forzado. —Señaló el papel—. Lo estamos haciendo bien.

—Ese es el asunto. Ya no nos podemos permitir fallar. —Se quedaron en silencio, observándose.— ¿Qué hay de Louis?

—No te tienes que preocupar de él —comunicó, ella asintió—. Dijo que... — se calló en cuanto levantó la mirada, Bonnie lo observó confundida y se giró en la dirección a la que apuntaban sus ojos. 

No recordaba haber visto a ese chico, se acordaría si lo hubiera hecho, aunque no era raro porque Bonnie no solía socializar demasiado. Entreabrió sus labios al ver la gran cicatriz que cruzaba su cara, tuvo que haber dolido mucho. 

Sus ojos se posaron en él ante cualquier movimiento, incluso después de que él expresara su molestia con las miradas que ella le había echado. 

Lo vio desaparecer y fue entonces cuando volvió a prestarle atención a Ernst.

—Sospechoso, ¿eh? —acusó él, Bonnie no era la primera persona que notaba un aire terrorífico en el chico rubio—. Damien Romanov, se mudó de Rusia hace unos nueve años, llevan cinco años sin pisarla. Vive con su hermana melliza, Verina —comunicó de seguidas.

Bonnnie ignoró la información dada, solo le interesaba una cosa.

—¿Sabes algo de la cicatriz?

—Absolutamente nada. Pero..., estoy seguro de que es parte de der Unioun —comentó, Bonnie miraba sus uñas como si fuera algo realmente importante, mucho más que la situación.

—No hagas esas acusaciones porque sí, te recuerdo que también pensabas que yo lo era.

—Niega que no desconfías ni un poquito de él.

—Desconfío de todos —soltó a la ligera.

Ernst resopló y se cruzó de brazos.

—Bueno, tengo un plan —dijo con calma, ella lo juzgó con la mirada.

—Sea lo que sea, no actúes con imprudencia.

Se puso en pie y guardó el periódico en una mochilita marrón que llevaba.

—En Zweck, e Kampf —susurró antes de irse en dirección contraria.

Desconfiaba de Ernst y de su impulsividad. Se lo había dicho, no tenían permitido fallar. Y Ernst... era muy probable que él lo hiciera, no iba a darle la oportunidad de mandarlo todo a la mierda por un chico que no controlaba sus emociones.



Bonnie

Bonnie llegó a casa y sonrió al ver a su hermana corriendo hacia ella, pero su sonrisa se esfumó al ver a Pierre en la cocina, junto a su madre. Al verla, la mujer se acercó a la puerta y la cerró, dando un poco de privacidad. Bonnie no se paró a pensar en si estaban discutiendo o solo compartían una charla, le era indiferente. Subió junto a Valeria las escaleras y entraron al cuarto de la menor.

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