Con la mente en blanco, Damien.

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— ¿Estás mejor? —preguntó, al ver a su hermana con los ojos abiertos.

Estaban en casa, habían pasado unos cuantos minutos desde que estaban allí y Verina recién se despertaba. Damien apretó los puños y ella asintió, mirándolo con curiosidad.

—¿Qué ha pasado?

—Da igual. —Sacudió su cabeza y le dio la mano—. Te prometo que la próxima...

—No, Damien. Ya hemos acabado nuestra parte, que Bogdanov haga lo que tenga que hacer. —Él suspiró, pero accedió, no muy convencido.

No podía decirle nada a Bogdanov, no supo por qué.

—Verina, ¿te suena que en alguna reunión hayan mencionado a una tal Khishchnik? —Lo miró, dejando un tiempo para pensar.

—No, creo que no. ¿Por qué?

—Ernst ha dicho que Louis estaba con ella —contestó—. No sé, me da mala espina toda esta situación.

—¿Crees que ellos no tienen que ver en esto?

—Creo que han tenido la oportunidad de matarnos a ambos, pero no lo han hecho.

Verina se sentó y él se echó hacia atrás.

—¿Y?

Se quedó en silencio, buscando las palabras correctas. Finalmente le hizo otra pregunta.

—¿Estás segura de que lo que hacemos es lo correcto?

Ella frunció el ceño, confundida. Su cara se fue relajando poco a poco, pero su respiración se volvió más agitada.

—No es como si tuviéramos elección. —Se limitó a responder, encogiendo los hombros.



Al día siguiente aguantó, a punto de perder la paciencia, como Bonnie no despegaba los ojos de él. Había visto también como su amiga pelirroja se giraba en su dirección y sonreía.

Oh, si supiera que la mirada de Bonnie era de odio puro no tendría tanta emoción en el cuerpo.

Damien se dio la vuelta y la miró desafiándola, no le intimidaba ese verde. Por mucho que pudiese verlo aunque estuvieran en ciudades distintas.

Bonnie era simplemente una niñata de ojos brillantes.

—Tierra llamando a Romanov. —Oyó una voz divertida.

Se giró hacia ella, Jade. La había conocido hace bastantes años y se había vuelto amiga de su hermana.

A Jade la habían reconocido por sus ojos, no por un color distintivo y casi neón como los de Bonnie, sino porque uno era casi blanco y el otro verde oscuro. La había visto en las reuniones de Der Unioun y se había acercado a ella.

Jade había reconocido el ojo herido de Damien, así que congeniaron al instante los tres, al darse cuenta de que pertenecían al mismo lugar.

—¿He interrumpido el concurso de miraditas?

—Estaba analizando a mi presa —corrigió.

Pudo sentir que la mirada de Bonnie se alejaba de él y vio cómo pasaba delante suya para abandonar la cafetería.

Damien se puso de pie y Jade lo miró extrañada.

—No me dejes con estos dos. —Señaló a Carlo y a Verina, que hablaban entre ellos como si no la hubieran escuchado.

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