PARTE II

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Con la muerte de Drystan apareció Zadkiel, que tenía ideas mucho más allá de todo el daño que había causado el antiguo rey. No se dio por satisfecho, quería conquistar el mundo, ser dueño de cada centímetro de suelo que se pisara, cada molécula de oxígeno que se respirara.

Zadkiel pidió ayuda a los Zyxian y, cuando estos se negaron, él se volvió mucho más retorcido, malvado, sediento de poder, un villano sin piedad.

Por su propia cuenta mató inocentes, encarceló a menores y ancianos y los obligó a cumplir sus deseos. Se enfrentó a su propia familia y desgarró el cuello de miles de Zyxians. Pintó cuadros de su cuerpos inertes y los colgó en cada habitación de su palacio.

Su poder creció y su reino se expandió durante una larga época.

Hasta que, un día, se encerró en su dormitorio y no llamó a sus esclavos como de costumbre. Nadie se atrevió a entrar en su habitación. Nadie excepto Fémex, su más fiel mensajero. Abrió la puerta y lo encontró tendido en el suelo, sin apenas poder hablar.

El dolor y la agonía de Zadkiel se alargó un mes. Sus ojos permanecían abiertos y su mirada era furibunda. Mientras los médicos trabajaban en su recuperación, el mundo cobraba de nuevo vida, los humanos volvían al poder y, el mundo que Zadkiel había dividido, contaba con nuevos soberanos.

Finalmente, Zadkiel cerró los ojos para siempre.


El mundo de los Zyxians desapareció, todos muertos y reducidos a polvo. Sus cuerpos desintegrados yacen en el antiguo reino de Zadkiel, todos excepto uno.

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