La casa se veía muy vacía sin los mellizos, pero después de un mes se dieron cuenta de que no podrían usar la excusa de las vacaciones de invierno por mucho tiempo.
Se fueron a Diekrich, prometiendo que los mantendrían informados.
Los demás ni siquiera querían pensar en la universidad que habían dejado atrás, en la vida que tenían en su ciudad y que habían abandonado de un día para otro.
Bonnie parecía un alma en pena, de vez en cuando iba a dormir a la habitación de Damien y Carlo no paraba de parlotear con Verina, siempre haciendo videollamadas.
Ernst y Juliette se habían vuelto más unidos después de su partida, tuvieron que pasar más tiempo juntos y Ernst debía admitir que era menos pesada que antes. Casi disfrutaba de su compañía.
Y ahí estaban, acostados en el suelo de la habitación de Ernst, jugando a un juego de mesa.
—¿Qué se siente ser un perdedor? —preguntó ella, muy digna, cuando apartó del tablero la ficha de Ernst.
—Se lo preguntaré a tu madre.
—Respondiendo con evasivas ¿eh? —se burló ella—. ¡Estás picadísimo! ¡Relájate!
Ernst miró hacia otro lado, molesto.
—No hagas eso, por favor, es humillante.
—¿El qué es humillante? —preguntó Juliette.
—Que sepas lo que siento, me siento vulnerable.
Juliette hizo un puchero, enternecida. Ernst se sentía vulnerable con ella, las razones le importaban poco.
—Yo también me siento vulnerable contigo.
—No tienes razones —repuso él, a la defensiva.
Se cruzó de brazos.
—Tienes que admitir que das miedo.
—Y me siento muy orgulloso de eso, Julie.
Juliette se llevó una mano a la boca y empezó a mordisquear su uña, era un mal hábito que tenía muy presente y Ernst lo odiaba, cogió su mano con suavidad y la dejó en el suelo.
—No te destroces los dedos.
—¿Por qué? ¿Te gustan?
—Me gusta más su función.
Juliette se puso roja como un tomate, aún no se acostumbraba a sus bromas con doble sentido a las que él se había vuelto adicto para ponerla nerviosa. Llevaban las dos últimas semanas desde que los Romanov se habían marchado así, con un poco de tensión.
Pero, aunque fuera a paso lento, Juliette estaba aprendiendo a devolverle los comentarios insinuadores.
—Puedes hacer esa función con los tuyos, o con otra cosa.
—Ya te gustaría.
—No lo sabes bien.
Ernst se rió bastante a gusto. Juliette era agradable, en todos los sentidos.
Su cara era encantadora, sus pecas le daban un toque adorable, incluso en su iris castaño podías ver una pequeña peca. Su piel era pálida pero sus mejillas siempre tenían una tonalidad rosa
Y aunque a veces hablaba mucho, era entretenido conversar con ella, era como una vía de escape de la realidad. Era dulce, pero dura a la vez.
Tan dulce que no sabía cómo Bonnie y ella eran amigas.
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NADRIV
FantasyZYXIANS #1 Nadriv: Arrebato emocional incontrolable, sentimientos profundos y escondidos. Encontrar un alma, que quizá ni tan siquiera exista. El día que el agua, el fuego y la oscuridad se unieron y causaron estragos.