Estás jodida, Bonnie.

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Bonnie amaba tenerlo todo bajo control. Entonces, ¿en qué momento había encerrado a un tío en un sótano? Y más sabiendo lo que podía desencadenar.

Tenían que sacarlo de ahí cuanto antes o empezaría algo que no podrían parar. Lo que menos les convenía ahora era tener un problema con Der Unioun por culpa de un secuestro involuntario. Por culpa de unos adolescentes inconscientes.

A medida que iba subiendo los escalones, su mente estaba paseando por todos los posibles desenlaces de la situación.

Y lo peor era que le había dejado el muerto a Ernst. Y sabiendo que ese chico era demasiado impulsivo e inestable.

No quería, pero inevitablemente tenía que sacarlo del problema, a él y a ella misma. 

Dio un fuerte resoplido y, antes de mandar un mensaje rápido, volvió a bajar, con el rostro agotado.

—¡Has vuelto!  —exclamó Ernst.

La escena era un poema, le había pillado con un cuchillo a punto de tocar uno de los dedos del rubio y a este con los ojos muy abiertos. Y sí, con una mordaza en la boca. Aún así sintió que estaba aliviado al verla.

—¿Qué piensas hacer?

—Mandarle un dedo a su hermana, que capten el mensaje —contestó como si fuera obvio. Bonnie corrió y le quitó el cuchillo de la mano.

—¿Qué mensaje exactamente?

—Pues que tenemos a Blofeld y el siguiente será uno de ellos si no disuelven esa estúpida organización.

Con todas las ganas de no hacerlo, Bonnie liberó la boca del rubio.

—¿Blofeld? —preguntó la morena, Damien la miró sorprendido.

—¡De James Bond! ¡Está claro! —contestó Ernst, Damien asintió con efusividad.

—Bonnie, tú pareces la más sensata. Déjame irme, Frank.  —Ernst soltó una carcajada sonora y Bonnie levantó una ceja.

—De Donnie Danko, un clásico —informó el moreno—. Ambos son tenebrosos.

—Sí, pero Frank intentaba detener el fin del universo, ella tiene pinta de que lo iniciaría —coincidió el otro chico.

Bonnie apretó los puños y dio un golpe en la puerta del sótano, provocando que ambos cerraran la boca de inmediato.

—Está ganando tiempo, Müller —soltó.

—¿Cómo?

—Que si tardamos mucho, cuando salgamos de aquí vamos a tener a veinte coches hasta arriba de fusiles si no lo soltamos pronto.

—Me parece muy feo que se haga esa acusación tan grave de mi persona —comunicó Damien, ofendido—. No nos gustan los fusiles, tenemos mejores cartas que esa.

—Desátalo, lo devolvemos y ya está.

—Va a dar nuestros nombres, nuestras caras. Bonnie te estás volviendo loca si crees...

—Tenemos el nombre de su hermana, ninguno de nosotros sabe nada. —Cogió el cuchillo de Ernst y cortó las cuerdas, con dificultad.

—Buena chica —susurró Damien, con una sonrisa irónica.

Bonnie se tensó y se alejó del rubio con un largo paso.

—Si tu hermana vuelve y no estás, no tardará en avisar a tu grupo. Nada de esto ha pasado, porque si vais a por nosotros, Verina será la próxima. —El rubio se rió

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