La guerra.

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19 de mayo de 2027.


Se escuchó un estallido seguido de gritos y ruidos de muebles rompiéndose. Damien, Anja y Verina corrieron al piso de abajo, aprovechándose de la invisibilidad de la morena.

La sala de las sombras, ahí estaban. Jade seguía torturando a Bonnie, mientras ella se retorcía y gritaba desde el suelo.

–Suelta a mi cuñada, pedazo de mierda –murmuró Verina entre dientes.

Verina movió su brazo y un fuerte viento la empujó a la pared. Bonnie se quedó quieta en el suelo, sin moverse.

Damien corrió hacia ella y su hermana se acercó a Jade. El viento la mantenía pegada al muro, sin poder moverse. Con un rápido movimiento hizo desaparecer el aire a su alrededor. La cara de Jade se volvió morada, Verina sonrió.

Jade se desplomó en el suelo, muerta.

Bonnie seguía temblando sin control, Damien se aferró a ella y la besó en la cabeza.

—Dejarte ir ha sido lo más difícil que he hecho en mi vida -admitió, roto–, perdóname, por favor.

–Era necesario –musitó ella–, era esto o dejar que ganaran.

–Intenté persuadir a Bogdanov, que no mandara a Jade, que no entrara él a verte...

Bonnie se separó con dificultad y secó sus lágrimas con su pulgar.

–Me diste la opción de soltarme y permitirme huir cuando me sacaste de casa –recordó–. Decidí quedarme, yo lo hice. No es tu culpa.

Se dio cuenta de que Alexei mentía, porque Damien no quería acabar con ella ahora, quizá su poder si quería llenar la oscuridad, pero eso era una cosa a parte. Sus corazones bombeaban en otra dirección.

—Pero no vuelvas a empujarme hacia él —suplicó ella, soltando un sollozo.

—¿Te ha hecho algo?

—No lo vuelvas a hacer, júralo.

Damien apoyó su frente con la de ella.

—Lo juro, Bonnie. Lo mataré por ponerte un solo dedo encima —prometió.

Ella se puso de pie, con dificultad, apoyándose en los hombros de él.

—Pareja, no sé si lo sabéis pero hay una fiesta arriba —mencionó Anja—. Y estaría bien llevar a la brujita.

Bonnie asintió y salieron de la sala, sin mirar atrás.

A mitad del pasillo, Damien se detuvo.

—¿Qué haces? —preguntó Verina.

—Tengo que hacer una cosa —contestó Damien–. No me necesitas ahí arriba, ve. Confío en ti, siempre lo he hecho.

Se giró sobre sus talones y corrió en la otra dirección. Bonnie miró a Verina de forma tranquilizadora y lo siguió, Verina y Anja subieron de todas formas.

—¿¡A dónde vas!? —gritó Bonnie, intentando seguir los pasos de Damien.

Pero se detuvo de golpe al ver a un hombre joven, con una barba de tres días y la tez morena. Lo conocía bien, había estado en entrenamientos con él. Nunca fallaba un tiro, era genéticamente imposible que lo hiciera.

Y ahí estaba, apuntando con la pistola a Damien.

—Está con nosotros —dijo Bonnie, apurada.

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