Nos vemos, Lang.

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Gilsdorf era un pueblo pequeño, pintado de verde y con pocos habitantes. Era el lugar perfecto para que hubiera refugios de Elegidos que habían sido salvados. En medio del campo, bajo el frío césped, había un detector que en seguida permitió la visualización de una enorme casa, muy protegida.

—Quiero una explicación —exclamó Verina al cerrar la puerta, asegurándose una vez más de que nadie los seguía.

Ernst y Carlo se lanzaron una mirada de complicidad, esperando a que uno de los dos hablara. Carlo era el que más razones tenía para hacerlo.

Pero lo hizo Ernst de todas formas.

—Damien está trabajando con nosotros para derrotar a Bogdanov. No sabemos qué ha pasado, pero no contesta. Bonnie y él han desaparecido y, bueno, Carlo lleva trabajando para mí desde... 

—No trabajo para ti —aclaró rápidamente.

Verina miró a uno y después al otro y casi se echa a llorar. Había llegado a pensar que era distinto y no, no lo era.

Siempre acababan burlándose de ella y jugando con sus sentimientos, usándola para algo.

Se sintió asqueada.

—Me has mentido.

—Verina, empecé a trabajar con él después de salir contigo. No te mentí, oculté información para protegerte.

—Es exactamente lo mismo. Y mi hermano... No me dijo nada de lo que planeaba, nada.

Carlo la miró arrepentido.

—Damien mira por ti, todos lo hacemos, Ver. Queremos sacarte de todo eso, por eso me ofrecí en primer lugar.

—No soy una niña, tengo vuestra edad. Y no finjas que tú quieres protegerme, Der Famill no salva a los Voluntarios.

—Solo acepté trabajar con Ernst si me garantizaba que haría todo lo posible por mantenerte a salvo, Ver. Pensaba contártelo, contarlo todo, pero... Empezaron las peleas y Damien...

—¿Cómo...? —empezó Verina.

—Podemos hacer una excepción —dijo Ernst—. Solo si nos ayudas en esto, a encontrar a Bonnie. Si Bogdanov llega a ella...

—¿Y después qué? ¿Os fiaríais de un voluntario? —suspiró ella.

Carlo asintió mientras cogía su mano. Ernst mantuvo el silencio mientras ella reflexionaba sobre la situación. Realmente estaba empezando a confiar en Carlo y la estaba utilizando, su hermano estaba trabajando a sus espaldas y ahora estaba desaparecido, si Bogdanov descubría que había estado trabajando para ella lo mataría sin dudarlo.

—Sin embargo —continuó—, tengo que encontrar a mi hermano.

Ernst asintió complacido y Carlo la observó dubitativo.

—Si es lo que quieres, estamos a tu completa disposición, Verina. Haremos lo que nos digas. 

Ella no le contestó a Carlo, desvió su mirada hacia el moreno.

—Bien —dijo Ernst, dando una palmada—. Voy a llamar a Anja y nos pondremos en marcha.

Aunque era ya más tarde de medianoche, Anja respondió la llamada y se puso en camino hacia la nueva guarida de Bogdanov, gracias a la dirección que había dado Verina.

Eran ya cerca de las cinco de la madrugada cuando la puerta se abrió y entró Anja, con una pelirroja en brazos. A Ernst le dio un vuelco el corazón y sintió algo parecido a la preocupación por alguien que no era él mismo por primera vez. 

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