Entraron rápidamente al gran salón, encontrando una escena que jamás en su vida imaginaron vivir en carne propia. Las baldosas de lo que antes era un sueño blanquecino y marfil, se encontraba teñido de un bello y siniestro liquido escarlata que estaba esparcido por casi todo el lugar, manchando los blancos manteles que cubrían las mesas donde antes había estado disfrutando con sus amigos y los atuendos de algunos tripulantes que gritaban con horror.
Un extraño y decrepito hombre estaba desgarrando el cuello de lo que parecía era una de las meseras del salón, dejando que con su sangre tiñera todo el lugar cercano a ellos. Los gritos de las mujeres se oían como chillidos agudos, pero nadie corría. Todos estaban petrificados por tal imagen en su lugar.
—Pe-Pero... ¿Qué diablos...? —Alya tapo sus labios con ambas manos, sin creerlo.
Mientras Marinette estaba congelada, sin sentir el alma dentro de su cuerpo. El tipo termino de morder a la chica, quien cayo como un saco de papas pesado y rígido en el suelo, sin vida. Sus ojos estaban llenos de lágrimas, y su rostro manchado por el horror. Su cuerpo estaba tieso, mientras era observada por todos los del lugar.
Pero esto duro solo por un momento.
La chica empezó a levantarse de manera extraña, lentamente y asustando a todos cerca, algunos por no querer moverse debido al miedo y otro por querer ayudarle. Fue entonces que el hombre mas cercano que la socorrió, pensando que aun había esperanza de salvarla... fue atacado por esta misma chica. Lo mordió fuertemente en el cuello, sacando un grito de dolor y miedo del señor. La herida produjo que millones de gotas saltaran por todo alrededor, manchando los vestidos y rostros de Alya y Marinette, quienes temblaban al sentir el tacto de ese liquido sobre su piel.
«Sangre...»
Sus manos, vestido, piernas y rostro estaban salpicado. El shock era tan grande que solo el grito de una mujer cerca suyo pudo despertarla, junto el grito de todos en el salón.
—¡¡Corran!! —grito el capitán del barco, antes de ser atacado por la misma chica, quien había sido la primera victima de ese descarado y vil hombre. Estaba siendo mordido y destripado, su cuello estaba desapareciendo. Pero, aun así, siguió gritando—. ¡¡CORRAN!!
Todo comenzar a huir a distintos lados, familias, mujeres y niños gritaban despavoridos. Huyendo por todos lados y golpeándose, ya que, estando en pánico y con miedo por su vida, no sabían hacia donde ir. En cuanto a los estudiantes, el profesor les indico que fueran a esconderse a sus habitaciones, pero todo fue derrumbado cuando uno de los que parecían "infectados" le saltaba encima.
—¡Profesor! —grito una de las compañeras de Marinette, antes de ser atacada por el mismo infectado.
Al ver esto, Alya tomo del brazo a la azabache para buscar a sus amigos y huir del salón. Debian bajar hasta el menos cuatro para huir a sus habitaciones.
—¡Marinette, debemos irnos! —la jalo, empezando a correr en búsqueda de sus amigos. Al parecer los milagros estaban de su lado, ya que a lo lejos pudo ver a Nino y Alix a salvo—. ¡Nino! ¡Debemos salir de aquí!
Ambos jóvenes sonrieron aliviados mientras trataban de llegar a ella, pero Alix se paralizo cuando vio a uno de los infectados correr y saltar tras Marinette.
—¡¡Marinette, cuidado!! —grito desesperada, causando que ambas féminas se giraran de inmediato.
El mundo que rodeaba a Marinette se detuvo en el tiempo, solo al ver a esa —lo que parecía— bestia salvaje con piel humana a punto de atacarla como pudo ver antes de estar congelada, esperando su desdicha. Preocupada de sentir la mano de la muerte, sin querer aceptarla como una amiga. Su vida había sido corta, mas de lo que se hubiera imaginado. Tiempo atrás, cuando cayo en lo mas profundo del agujero de la desesperación, nunca se hubiera creído que su muerte seria en su viaje de estudios que en el hospital que visitaba con frecuencia.
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Recul ||Adrinette +18||
FanfictionUn viaje universitario, junto tus amados y mejores amigos, y el chico misterioso del salón... ¿Qué podría salir mal? Eso era lo que creía Marinette, hasta que todo a su alrededor empezó a teñirse de un color carmesí sin comprender como empezó a romp...