12. ||Soledad||

577 66 31
                                    

Abrió sus ojos lentamente, encontrándose con el rostro de Adrien muy cerca. Demasiado podría decirse. Aunque después de aquellos locos días que habían transcurrido, no era muy anormal lo que estaba sintiendo sobre sus labios. La única diferencia esta vez..., no.

Eran bastantes cosas distintas en esta ocasión, podríamos hasta enumerarlas de lo loca que se pusieron.

La primera, era el frio en los labios de ese chico de mirada serena que se extraviaba en la noche estrellada. La segunda, aquel olor metálico a su alrededor. La sangre seca se metía por sus fosas nasales. Y la tercera, por no decir la más extraña, solitaria y triste, fue la epifanía de la cual le costo mucho esfuerzo no quedársele viendo hasta el final.

Una donde estaba un joven frio y al borde de la muerte, uno que la acariciaba y cuidaba hasta su ultimo respiro.

Asegurándose de su bienestar, mientras se encontraban en aquel autobús a punto de hundirse en el océano. El aroma a sal de mar se podía inhalar, pero al mezclarse con la muerte, era algo difícil de percibir. El mar y el accidente quedaron en segundo plano. En especial cuando vio esas ojeras y sangre corriendo por sus labios, sin perder esa sonrisa, mientras recitaba aquellas palabras de aliento, entregándole esperanzas a su vida, mientras su propia se iba.

Así fue él después de todo.

Siempre estuvo con ella.

Vigilando cada gesto, cada palabra y murmullo..., todo en ese corto lapso.

Cuidándola hasta el final.

Hasta su ultimo respiro.

«Tiene que ser mentira..., no puedes ser tú»

El borde de sus orbes moribundos se llenó de lágrimas, temblando ante el nuevo tacto de Adrien, mientras el sabor a hierro era tragado por su garganta. No comprendía que era lo que sucedía, menos comprendía porque Adrien estaba dándole sangre por boca a boca. Era extraño, muy raro y jamás se le hubiera ocurrido tomar sangre de la misma boca de un vampiro.

Sin embargo, dentro de ella sentía un inmenso alivio de que la estuviera besando.

Ya que, eso solo significaba una cosa.

No había muerto.

Estaba con vida.

Seguía viva.

Al igual que él.

Tampoco él Adrien de aquel autobús.

También continuaba con vida.

Aunque fueran tan distintos entre sí, podía sentir la misma sensación de alivio y comodidad de aquel entonces.

—Vuelve por favor... —oyó los sollozos, al mismo tiempo que Adrien separaba sus labios para abrazarla y enterrar su rostro en su cuello herido. Las lagrimas del rubio humedecieron su piel, y Marinette no pudo no lamentar que esas bellas y puras lagrimas se mezclaran con su sangre. Adrien era muy puro para ser manchado por ella.

Tan hermoso, como triste a la vez.

Tan vivo..., y muerto a su vez.

—No te vayas.

«Eres tú... Adrien, eres tú el que da más miedo de abandonar al otro»

Solo de recordar esa imagen de Adrien muriendo frente a sus ojos. Esa imagen. Una que podía asemejarse a la peor de sus pesadillas, le rompía su alma. Corrompiendo su corazón y destrozándolo de paso «¿Por qué...? ¿Por qué no pude recordarlo hasta ahora...?»

Quería abrazarlo.

Encerrarlo entre sus brazos para evitar que se fuera lejos otra vez.

Le asustaba.

Recul ||Adrinette +18||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora