9. ||Pasado||

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———Adrien———

"El pasado nunca está muerto, ni siquiera es pasado"

por William Faulkner

Me gustaban las novelas contemporáneas estadunidenses. Siempre me pasé horas en el estudio de mi padre, leyendo y leyendo por horas hasta el momento en que la luna se encontraba en su punto más alto. En ciertas ocasiones, mi madre me encontraba ahí, durmiendo bajo su enorme mesa de trabajo mientras los libros me acunaban entregándome ese calor que necesitaba un niño pequeño para dormir.

Adrien —como si fuera ayer, las caricias de mi madre en mi cabeza mientras sus dedos se enredaban en mis cortas hebras doradas tratando de despertarme de ese descanso cómodo. Su voz se oía a una melodía, una cálida y reconfortante canción de cuna que me llevaba a seguir durmiendo—. Adrien, cariño... debes despertar.

Ah... esa fue una de las primeras veces cuando era muy pequeño. Luego de un tiempo, se hizo costumbre pasar en ese estudio, incluso... después de la muerte de mi padre.

Su pérdida fue lo más doloroso que había sentido en mis veinticuatro años, mi madre y hermano mayor sufrieron mucho de distintas maneras. Mi madre lloro su perdida hasta más allá de un año, gimiendo día y noche en su habitación, sollozando por la perdida de ese hombre al cual consideraba al amor de su vida y amado padre de sus dos hijos. Mientras que Felix..., lloraba a su manera. En completo silencio en el estudio de mi padre, gritando y golpeando su antigua mesa de trabajo, preguntándole millones y millones de veces el por qué debía morir de ese modo.

El cáncer... es una mierda.

Una enfermedad terminal que te ataca de un momento a otro y ni cuenta te das cuando tu cuerpo deja de funcionar adecuadamente. Solo te vas decayendo con el tiempo, hasta que tu corazón deja de funcionar como la bomba de tiempo que debería ser. El lo oculto durante un largo tiempo, nunca nos dijo desde el principio lo muy enfermo que estaba. Vivió con nosotros en su mentira, mientras ocultaba su verdad. Mi padre no quería preocuparnos, era esa tonta clase de persona. Las que creen que mintiendo sobre su salud o queriendo vivir su enfermedad en soledad no les causaran daño a los que aman.

Mi padre era un tonto.

Falleció en su habitación, ya que no deseo estar lejos de su familia al instante en que la muerte lo recibiera como una vieja amiga. Fue algo duro y nadie era capaz de aceptar o asimilar que mi padre ya no estaría rondando por su amado estudio, pasando el tiempo junto a su amada colección de enciclopedias, novelas y muchos libros mas que ni el mismo sabía que tenía. Todo en mi hogar se apagó, mientras que yo... solo seguí por mi camino. La perdida de mi padre fue un golpe duro en mi vida, pero por alguna extraña razón, no lloraba como mi madre o en silencio al igual que Felix. A diferencia de mí, el era un chico de veinte años, mientras que yo solo tenia solo quince, aun así... nuestras reacciones fueron totalmente distintas. Me encerré en mi mundo y en su estudio, abrazando cada libro que terminaba de leer mientras que él vivió enojado con nuestro padre por habernos ocultado la verdad sobre su enfermedad.

Todos sufrimos de diferentes maneras.

Después... solo pasaron los años, hasta que me convertí en un estudiante de literatura en una universidad prestigiosa de Londres, teniendo ya veinticuatro y a punto de graduarme. El paso del tiempo hizo la perdida de mi padre un dolor mas ligero en el pecho, al igual que en mi madre y mi hermano. Los tres nos volvimos más unidos y pasábamos tiempo juntos, aunque yo aún seguía encerrado en ese mundo de libros que mi padre me había enseñado a amar. Recordando desde pequeño como relataba cada palabra y esta sonaba a una nota musical siendo materializada por su boca. Papá era bastante peculiar para contarme sobre sus libros, mostrándome una sonrisa llena de felicidad y sintiéndose pleno, como si el viviera gracias a esas gratas palabras e historias que se plasmaban en las hojas de papel de cada libro de cada estantería que había en ese estudio. Siempre quise experimentar esa felicidad de la habitualmente hablaba, necesitaba sentirla en mi ser para así ser capaz de dejar el dolor de su perdida y su ausencia. Aceptar de una vez por todas que el ya no volvería a contarme alguna historia antes de dormir o me recomendaría alguna novela que hiciera volar mi imaginación.

Recul ||Adrinette +18||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora