Madrugada.
Otro día nuevo, junto el canto de las gaviotas por fuera y el sonido del oleaje chocando con las paredes del enorme crucero perdido en el océano. El olor de la sal marina, junto el aroma a luz del sol que se escabullía por la pequeña ventanilla de esa habitación testigo de la unión entre un ser sobrenatural y la humana que desafío las leyes de la normalidad diaria. Hasta de la misma muerte.
Aquel crucero se meneaba como una madre haciendo dormir al pequeño infante con tristes pesadillas. Susurra, murmurando, pequeñas canciones de cuna. Permitiéndole a ambos jóvenes, caer plenamente en los brazos de Morfeo. Al menos así lo fue, hasta que cierto cuerpo. Uno delgado y frágil se acomodo en la cama no tan grande para dos personas. Cuyo rechinar y mover, provoco que el joven frunciera el ceño en respuesta. Acostumbrándose poco a poco a esos rayos del sol que chocaban con sus rostros, pero sin despertar a la chica.
Fue abriendo lentamente sus parpados, dejando así la luz entrar a su mirada. Parpadeo, mirando todo a su alrededor.
—Ya es de día —susurro a lo bajo. Restregándose uno de sus ojos con el brazo libre y sin sentirlo adormilado.
En un principio, dudo de encontrarse dentro de la habitación del crucero. Ya que llego a cierto punto que creyó no estar ya en pleno océano. Sin embargo, cierto respirar chocando con cuello y la cálida mejilla posada en su brazo lo hicieron caer en donde se encontraba. Miro a su costado, encontrándose con el rostro adormilado y pacifico de Marinette, junto su respiración relajada y cabellos azabache esparcidos por toda la tela de las sabanas y almohadas.
Ambos desnudos. Solo cubiertos por las delgadas sabanas de la pequeña cama que sería un lugar importante para ambos. Adrien no era capaz de creerlo aún. El hecho de que ambos por fin se habían entregado al otro en el acto más sincero que podían hacer por cada uno.
Sus piernas enredadas entre sí, mientras ella se aferraba totalmente cansada a su pecho y la unión de aquella noche, son pruebas suficientes de lo que ambos habían hecho.
Se quedo mirándola, embobado por su cercanía. Sus esmeraldas estaban llenas de cariño y felicidad, mientras acariciaba lentamente las mejillas sonrojadas de la chica.
«Profundamente dormida»
Estaba hermosa.
Adrien podía decirlo, incluso gritarlo desde el fondo de su inexistente corazón. Su tiempo empezó a transcurrir lento otra vez, mientras observaba cada detalle del rostro de la dormida ninfa a su lado.
Sus pestañas largas y delgadas, bien punteadas sin necesidad de una capa de fino maquillaje. Eran perfectas sin ninguna manipulación humana. Bajando hasta sus mejillas. Coloradas como siempre con la pequeña marea de pecas bañando su piel. Esta visión lo hizo sentir horriblemente culpable. Era poco común ver a Marinette con sus mejillas color rosa, ya que siempre estaba pálida. Ya fuera por los sustos que ha tenido que pasar estas casi dos semanas o por que él se encargara de succionar brutalmente la sangre de su organismo. La anemia era visible, cosa que lo preocupaba. Lo mejor era ver a un médico lo más rápido posible en cuanto buscaran la manera de salir de ese siniestro lugar lleno de muerte.
Era una preocupación que charlaría con Marinette en cuento despertara de esos tranquilos sueños. No deseaba despertarla. Merecía seguir en paz, al menos dentro de sus fantasías.
Continuo con su mirada, hasta llegar a los labios. Esos rosados que amaba tocar y besar con sus propios. Fue inevitable llevar su pulgar y sentir la suavidad de esa piel que amaba tanto besar. La cual anhelo besar hace cinco años cuando la conoció y que continúa aumentando el deseo por cada contacto que hay entre ellos.
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Recul ||Adrinette +18||
FanfictionUn viaje universitario, junto tus amados y mejores amigos, y el chico misterioso del salón... ¿Qué podría salir mal? Eso era lo que creía Marinette, hasta que todo a su alrededor empezó a teñirse de un color carmesí sin comprender como empezó a romp...