17. ||Tiempo perdido||

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Caía el atardecer. Podían verse ya los rayos anaranjados escabulléndose por la pequeña ventanilla de la habitación. Mientras ambos jóvenes yacían descansando luego del apasionado momento que los llevo nuevamente a su unión. Estaban abrazados, cubiertos nuevamente por las sábanas. Adrien estaba tras la joven, sin soltarla. Acariciando sus brazos, muslos, toda la piel de Marinette que sus dedos tuvieran la suerte de memorizar.

—¿Por qué dices que te folle para engañarte, tonta? —exigió Adrien, jugando con la mano de la chica—. ¿Sabes? Hace mucho que no me lastimaban de esa manera, princesa.

Era increíble.

Luego del sexo, la enorme tranquilidad que había entre ellos permitía el espacio a dudas y preguntas. Sorprendente es la comodidad entre personas complementarias.

Teniendo ganas de molestar a la chica por un rato. Si era sincero, si le habían dolido aquellas palabras. Aun así, era de entender su actitud. Él cometió el error de intrusear en sus cosas sin su permiso después de todo.

—Lo siento —se disculpó, apenada por haber actuado de ese modo—. Cuando me enojo, suelo mezclar las cosas y descubrir que estabas buscando algo a espaldas mías me hizo molestar y decir tonterías. No fui justa, ¿verdad?

Adrien negó, besando su cuello en contención. Se había controlado de no beber de Marinette en ese momento. Cuando el deseo sexual aumentaba hacia la chica, su anhelo prohibido de beber de ella también.

—No debes disculparte. En parte fue mi culpa por hacer cosas sin consultar —continuo con sus caricias, llegando a su hombro. Tocando aquellos orificios en la piel de la joven con la punta de sus dedos. Observando también el enorme rasguño en su brazo—. El que debería pedir disculpas y de rodillas soy yo.

—¿Por qué dices eso? —pregunto.

Llevo su mano en dirección a los dedos del chico, palpando la zona herida por aquellos deseosos colmillos. Fue entonces que comprendió a que Adrien se refería.

—Me he aprovechado de ti desde que te enteraste de la verdad. Enserio doy asco —musito en su contra, suspirando contra la piel cálida de la chica—. Si solo alguien no hubiera tirado mis reservas, nada de esto —señalo la herida de dos agujeros en su cuello—. Hubiera sucedido.

—Lo-lo siento, sabes que no tenía opción, ¿Verdad? —Adrien se abrazo a ella, posando su barbilla en su hombro para verla con sus cejas enarcadas.

—Sabes que había un colgador en mi habitación, ¿No? —al notar el sonrojo y en como Marinette desvió su mirada, era obvia tal respuesta para él—. Lo supuse.

—Lo vi cuando te encontrabas ya furioso y cuando la había arruinado en grande. Fue demasiado tarde para verlo la verdad —susurro derrotada, sonrojándose ante el recuerdos de los hechos que sucedieron después—. Tuve mi castigo por mi imprudencia.

—¿Cuál fue?

Marinette se sonrojo hasta las orejas. Pareciendo un tomate y con la necesidad de golpearse por mencionar tales palabras que Adrien no debía saber. Más que nada por vergüenza.

—E-el que me robaras m-mi primer b-beso —susurro por lo bajo con su voz nerviosa y cohibida.

—¿Eh? —parpadeo incrédulo ante ello ¿Él fue el primero beso de Marinette?, ciertamente emocionado por la revelación—. ¿Enserio...? ¿Yo fui quien primero te beso? —por alguna extraña razón, también se lleno de timidez.

«Le di RCP cuando sufrió un infarto en el bus, ¿Se referirá a eso?»

Adrien lo pensó un momento, pero estaba seguro de que Marinette se refería a otra cosa y, por otro lado. Esta era la primera vez que se conocían desde que volvió a la vida. Bueno, si es que se podía considerar volver a la vida. Era un muerto después de todo.

Recul ||Adrinette +18||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora