16. ||Lo que continua||

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Silencio.

Un rotundo silencio se lograba apreciar a la perfección dentro de la habitación entre ambos muchachos sentados en el lecho de la habitación anterior. No hubo cruce de palabras por distintas razones y para Marinette, la siguiente era la más importante. Adrien había visto su pequeño bolso de pastillas. Lo que significa que, sin su permiso, descubrió cuanto era el tiempo límite que tenían ambos junto al otro. Fue impredecible. Jamás pensó que Adrien fuera capaz de irse a hurtadillas mientras dormía, buscar en su bolso sin autorización y ver una verdad que deseaba ocultar. Al menos, mantener en secreto que estaba próxima a morir.

Estaba enojada.

Deseaba haber sido ella quien contara la verdad a Adrien. No era justo, aunque se hubiera tardado, pronto iba a revelárselo. Cierto era que decirlo a este punto del partido hubiera sido cruel para el muchacho. Después de todo lo que habían vivido juntos estas casi dos semanas, Adrien probablemente terminaría odiándola por ocultar la verdad.

Sin embargo, ¿Qué más debía hacer?

Ya estaba enterado de su enfermedad, del accidente. No había nada más que ocultar después de todo, pero contarle el poco tiempo que restaba era otra cosa. Tanto ella y Adrien estaban claros que morirá. Debian ser capaces de aceptarlo. Aunque desearan que la noche anterior se repitiera por la eternidad, ninguno estaba seguro de lo que sucedería al día siguiente. La probabilidades de morir eran un noventa y nueve porciento probables contra el uno porciento de vivir.

Moriría. Adrien viviría. Un ser inmortal como lo era él no sería capaz de seguirla al otro mundo. Al menos no frente las leyes de la vida y la inmortalidad. Los vampiros, todos los seres del universo siempre llegarían a su fin. La complejidad de esto era que Adrien si deseaba morir para estar a su lado..., debía suicidarse. Cosa que la aterraba. No era justo. Quitarle la vida a Adrien otra vez para cumplir el capricho de estar juntos en el otro mundo. Ni siquiera sabía si volverían a encontrarse ahí o si tendrían la suerte de reencarnar y conocerse otra vez. Nada estaba claro a excepción de un punto. Marinette no dejaría que desperdiciará su vida. No como ella lo hizo después de enterarse de su enfermedad y empezar a cometer errores.

Queria que viviera. Al menos por ambos.

Ya se sentía bendecida de volver a verle luego de años de separación. Era el mejor regalo antes de morir. Debería sentirse feliz..., pero ¿Qué significaba esta presión dolorosa en su pecho? ¿Las lagrimas cayendo por sus mejillas desde su roto corazón? Corazón que pertenecía a Adrien y solo a Adrien.

—Perdón —escucho a su lado. Las disculpas de Adrien entrando a su mente aun lastimada luego de descubrir lo que hacía—. Se que estas enojada. No quise meterme en tus cosas, Marinette. Solo necesitaba comprobar algo que tenia en la cabeza desde que ese maldito hijo de puta te ataco.

—Es decir que me follaste para dejarme lo suficientemente cansada y meterte entre mis cosas personales, ¿no? —soltó déspotamente, preguntándose a si misma como había usado esas palabras crueles y tono frio con la persona que amaba tanto.

—¿Qué?

«Pero ¿Qué carajos? ¡Arregla esto, idiota!»

—Lo que he dicho —sollozo, sintiendo más ganas de llorar. Ni ella misma comprendía sus sentimientos mezclados entre si—. Solo querías escarbar en la herida y me follaste para hacerlo. Te aprovechaste de algo que creía bonito.

—N-No, te equivocas, Marinette —la tomo de sus hombros, pero ella ni lo miro—. Por favor, mírame.

Ella negó, rompiéndole el corazón.

Era injusto. Marinette estaba pensando cosas erróneas y el solo deseaba explicarse. Pensar que ella creyera que la uso en la cama donde ambos hablaban, era bastante dolorosa.

Recul ||Adrinette +18||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora