Podía oír el chocar de las olas en cuanto estas impactaban contra la pared del crucero. La proa partiendo el mar en medio de este océano infinito. Era increíble como mis oídos podía oír tal sonido. Estar drogada tiene sus ventajas. Poder sentir de mejor manera los sonidos a tu alrededor. Lo cual al mismo tiempo era una mierda, ya que no era capaz de sentir nada más que los ruidos a mi alrededor y el sonido de los dientes mordiendo la carne. Si, podía al demente que no dejaba de mascar la carne de quien parece era el capitán. Menos mal estoy drogada, pensé otra vez. No tengo ganas de vomitar al ver como una persona (creo) consume la carne recién destripada de alguien que antiguamente estaba vivo.
—¿Sabes lo qué exactamente es un venandi, niña?
Creo entender su pregunta, pensé que el retumbar dentro de la cabeza que traspasaba por todo el canal auditivo me bloquearía mi capacidad de entendimiento.
Sentí como la piel áspera de esos dedos sangrientos y llenos de maldad, acariciaban con malicia la barbilla tensa de mi rostro. Se movía de izquierda a derecha como si fuera de su asquerosa propiedad. Quise quejarme, morderle su despreciada existencia con tal de alejarlo de mi persona adormilada. La única persona que tenía derecho a tocarme de esa manera tan pecaminosa era Adrien. Era quien es y será la única persona en este planeta que tiene permiso de tomarme. No esta persona. No este animal sediento de sangre y órganos aún con vida. Es injusto. Tan injusto. Quiero ver a Adrien, no esta bestia. Estoy aterrada de esos ojos carmesís. De sus colmillos teñidos con sangre inocente que pronto... Me comerán.
—Lo sabes o ¿No? —repitió sin paciencia esta vez—. ¡Responde, perra! —recibí un golpe de su puño en toda la mejilla derecha. Provocando que cayera al piso son silla y todo. Chille del dolor a pesar de encontrarme sedada. Tal golpe lo sentí de pleno en cada fibra de mi cuerpo. Me cogió del cabello, levantándome bruscamente—. Ahora si veo qué te encuentras despierta, ¿No, niña moribunda? —me dio leves cachetadas que gracias a Dios no dolían ni un cuarto de su golpe anterior—. Lo sabes o ¿No? —aprete los dientes, mirándolo con desprecio. Lo que saco una sonrisa satisfecha dibujada en sus labios—. ¿Quieres que te vuelva a pegar? ¡¿Ah?!
Debía ser inteligente. Si continuaba sin tomar atención a mi entorno o desafiando a este animal, no saldría bien parada de esta. El instinto no debía fallarme, menos ahora. Una corazonada me decía que Adrien vendría a pesar de mis plegarias. Es tan terco. Somos iguales. Si uno de los dos esta en peligro, ninguno dudara por ir tras el otro. Debo hacer tiempo. Lo más posible y no morir en el intento. Tengo que esperarle y huir de este maldito infierno que empezó hace menos de un mes.
Intente mover levemente mis dedos sin ser vista, ya que este animal solo estaba preocupado de verme el rostro y responder a sus tontas preguntas. Lo cual fue una decepción. No puedo moverme. El efecto del sedante aún es potente.
«¿Qué debo hacer? Piensa... Piensa, Marinette»
Mientras me las ingeniaba para buscar una solución a este sangriento laberinto, negué en respuesta para que se olvidara de golpearme.
—¿Ese idiota no te explico nada? Hmm... Extraño —no mentía. Adrien no suele hablar sobre lo que son él y este animal. Solo me explico que nacen de una oscuridad mortal que nadie se explica su origen. Adrien tiene tan poca información que ese mismo hecho le genera una terrible ansiedad—. Supongo qué no nos queda de otra —comenzó a hablar.
Su historia empezó con su propia transformación. Era un hombre de familia. En verdad la cabeza de esta. Un hombre que golpeaba a su esposa por cualquier excusa y abusaba igualmente de sus hijos. Viviendo en una casa que siempre se encontraba desordenada y olía mal. Decía que el olor empeoraba cuando dejaba a su esposa e hijos encerrados en el dormitorio por todo un día. Una esencia a orina inundaba sus fosas nasales y eso le cabreaba aún más. Ocasionando que volviera a golpearles por no aguantar sus ganas de ir al baño o su necesidad humana de llorar por su hambruna.
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Recul ||Adrinette +18||
FanfictionUn viaje universitario, junto tus amados y mejores amigos, y el chico misterioso del salón... ¿Qué podría salir mal? Eso era lo que creía Marinette, hasta que todo a su alrededor empezó a teñirse de un color carmesí sin comprender como empezó a romp...