4. ||Atrapados||

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Caminaba sin rumbo por los pasillos del crucero, trato de olvidar el recuerdo de esa azabache de dulce sonrisa y pureza destacada. Le parecía increíble, llevaba unos diez minutos deambulando por todo el lugar en un intento de borrar a Marinette Dupain-Cheng de su memoria y ni sus típicas caminatas se lo permitían. Es como si la pequeña risa de esa chica con quien cruzo una corta y absurda conversación se haya impregnado en su muerto cerebro.

Suspiro agotado y decidió emprender camino a su habitación, hasta escuchar enormes gritos viniendo del gran salón donde se supone todos sus compañeros de clases y otros pasajeros, debían estar disfrutando de la velada nocturna que daba inicio al viaje. Discretamente, se acerco a la enorme puerta que daba a toda esa multitud, encontrandose así un ambiente sangriento y peligroso, lleno de caos y desesperación bañando en ese líquido carmesí que conocía a la perfección.

No era capaz de creerlo, el entender y saber ahora mismo eran imposibles para Adrien. Su padre le había advertido las consecuencias de relacionarse en este tipo de eventos, pero aun así... vino. Aunque, eso no quitaba el punto de comprender como ahora todos se estaban transformando en esas criaturas sedientas de sangre y odio puro, sacando ese lado mas primitivo del ser humano. Fue entonces que el recuerdo de ese venandi se presentó en su cabeza. Golpeo la puerta del gran salón con la sangre hirviéndole por la rabia y enojo que sentía en esos momentos y rápidamente corrió hacia su habitación.

A penas pudo llegar debido a que las escaleras se encontraban bloqueadas y el jodido engendro del demonio había infectado a distintos pasajeros que se le cruzaron por el camino.

«Ese hijo de puta... lo hizo de verdad»

A duras penas llego a su habitación, entrando y tirando su maleta sobre la cama. La abrió encontrando aquello que tanto le costó subir al barco y que debía proteger con su vida durante estas dos semanas. Suspiro aliviado y cerró las puertas de su habitación. Aunque, la que daba a la de esa chica que había entrado de súbito y sin razón, fue la que mas le costo cerrar.

Fue entonces que la escucho.

Los intensos golpes tras su puerta y los gritos de desesperación de esa chica extraña que tanto insistió en hablarle.

—¡Adrien! ¡Por favor, abre la puerta! —golpe tras golpe, fuertemente e implorando que le abriera.

Adrien no se pudo mover, apretando los puños a sus costados. Los gritos de Marinette le estaban causando dolor de cabeza y causando que algo apretara su frio corazón.

«No es de tu incumbencia. No debes meterte donde no debes, Adrien»

—¡¡Por favor!! ¡¡ayúdame, Adrien!! —siguió golpeando, desesperada y podría jurar que sus lágrimas corrían por sus mejillas. Apretó sus dientes y sus puños, dejándose los nudillos blanquecinos.

No debía abrir, no debía involucrarse con esa humana. Solo era una simple chica que se cruzó en su camino y compartían clases, no era su amiga, ni alguien que le importase. Marinette Dupain-Cheng..., no era nadie importante.

«Vete, no tienes nada que hacer aquí. Aunque te abra... conmigo tampoco estarás a salvo»

Cerro sus ojos, y el recuerdo de cierta noche en una de las fiestas de la facultad se escuchó como un eco en su cabeza. Palabras tibias y raras, escuchándose como un eco en su mente. El "gracias por ayudarle" le llego como un dolor de cabeza, más los gritos de auxilio de Marinette tras la puerta.

—¡¡No quiero morir!!

Su cuerpo, se movió por sí solo. Abrió la puerta, viendo los ojos cristalinos y desesperados de Marinette, sin dudar en jalarla hacia dentro de la habitación. Los giro a ambos, abrazándola contra su pecho, dejando que su espalda chocara con este y cerrando con su propia espalda la puerta tras ellos. Se arrastro con ella hasta el suelo, sintiendo como su pequeño cuerpo tiritaba con violencia entre sus brazos.

Recul ||Adrinette +18||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora