Marinette lloro en su pecho por lo que fue el periodo de una hora, mientras esa persona que dio en su momento perdida volvía a la vida. Estaba ahí. Junto a ella, y era muy probable, casi esperable, que ninguno de los dos fuera imaginarse la interacción que se estaba dando entre ellos en ese instante. Muchos dirían que es un obsequio de los cielos o algunos simplemente lo denominarían milagro, pero era un hecho que ni para Adrien o Marinette era importante. Solo les daba interés el estar ahí, uno junto al otro luego de tantos años de separación.
Morir luego de un accidente tan grande..., Wow. Un humano común y corriente no esperaría volver a ver esa persona que iba a su lado durante el lamentable incidente. Más cuando ninguno era capaz de recordar. Aquellas memorias del pasado les habían sido revocadas por malas jugadas.
Adrien al resucitar siendo una bestia de la noche, había olvidado todo su pasado como ser humano. Volviendo a nacer como un animal deseoso del pecado y ese liquido escarlata que desde un inicio significaba el anhelo a lo prohibido. Dejando atrás su propia humanidad para aceptar el hecho de convertirse en lo que muchos creerían imposible. Mientras que Marinette olvido que conoció a Adrien por el shock de verle morir frente a sus ojos, más por el hecho de llevar su corazón dentro del pecho.
Al morir el chico y aun preservar en perfectas condiciones sus órganos internos, fue un perfecto candidato a trasplante para una chica que apenas si podía crear latidos. La unidad de procuramiento dio el si al trasplante en cuanto ambos jóvenes llegaron al lugar más cercano. Adrien ya encontrándose sin signos vitales y Marinette aún con pocas esperanzas de vivir. Ninguno de ellos se dio cuenta del momento en que sus vidas fueron unidas por más que un simple encuentro y accidente desafortunado.
Era el encuentro de dos almas gemelas que se buscarían por la eternidad, pero en el momento menos correcto.
—E-entonces... Es verdad —sollozo en el pecho del varón, quien no dejaba de acariciar esa espalda que daba pequeños saltitos por las lágrimas—. Tú fuiste quien me lo dio.
Adrien asintió en silencio, inhalando aquel dulce aroma de los cabellos azabaches de la joven. Aunque fuera poco tiempo, deseaba aprovechar cada segundo a su lado. Memorizar cada gesto, olor y tacto que pudiera obtener de Marinette y así desaparecer lleno de paz e irse al otro lado de la vida.
—Cuando cumplí la mayoría de edad, firme la tarjeta de donantes. Siempre la llevaba en la billetera y posiblemente el hospital examino mis pertenencias y así... Encontraron la evidencia de que era donador —explico, suspirando ante el recuerdo de ese día.
Jamás creyó que algún día fuera a convertirse en un donador y daba gracias de haber firmado, aunque fuera con completo desinterés, pero eso termino salvado la vida de la persona que ahora se hallaba a su lado.
—Jamás creí que... Tú serias quien lo recibiría.
—Lo siento... Lo-lo siento mucho —se disculpó, abrazándose más al pecho del rubio.
—¿Por qué, princesa? —pregunto confuso. Marinette no debía pedir disculpas por nada—. No has hecho nada malo.
—Ta-tal vez, si no hubiera estado mal de salud y no hubiera subido a ese bus... Tú no... No hubieras... —las palabras no salían. Relatar un hecho tan doloroso le era complicado. Más cuando se trataba de alguien tan importante como Adrien. Más cuando era quien le salvo la vida y le entro más años en esta.
—Yo ya había muerto —expreso con tranquilidad, sorprendiendo a Marinette por sus palabras.
Ella no tardo en separarse y enfrentar al muchacho quien la miraba con serenidad y tranquilidad. Adrien al ver como esas lágrimas caían sin cesar y por la tristeza en sus hermosas facciones, no tardo en llenar de besos esas sonrosadas mejillas. Tomo el rostro de Marinette entre sus manos, besando cada parte de su rostro con todo el amor que le profetaba desde el primer día en que la conoció.
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Recul ||Adrinette +18||
FanfictionUn viaje universitario, junto tus amados y mejores amigos, y el chico misterioso del salón... ¿Qué podría salir mal? Eso era lo que creía Marinette, hasta que todo a su alrededor empezó a teñirse de un color carmesí sin comprender como empezó a romp...