El timbre de fin de clases sonó y enseguida recogiste todas las hojas esparcidas sobre tu pupitre.
—Hey, alto ahí —El profesor habló alto y claro y todos los alumnos de su clase se detuvieron, incluida tú. Cogió la tiza y empezó a escribir en la pizarra—. Quiero que hagáis todos los ejercicios que hay apuntados en la pizarra para este jueves—. Todo los presentes empezaron a chistar fastidiados. El profesor, cuando terminó, apoyó las manos sobre el escritorio y miró su libro abierto—: Ah, y los cinco textos de la página veintisiete los quiero traducidos para el mismo día. Eso es todo. Podéis iros.
Con un suspiro de resignación, te echaste la mochila al hombro y te levantaste de tu sitio.
Si algo tenías claro, era que odiabas los lunes con toda tu alma.
Apenas comenzaba la semana, y tú profesor de latín y griego ya se había hinchado a poner una gran cantidad de ejercicios, entre ellos mucha sintaxis y cinco textos a traducir del latín al japonés.
Ser alumna de segundo de bachillerato de letras no era nada fácil. Muchas asignaturas, muchos deberes pendientes y muy poco tiempo libre para respirar y tener vida social.
Aunque entrabas al instituto a las 8:00 a.m y salías seis horas más tarde, a las 3:00 p.m, para ser exactos, no podías quejarte. Llevabas bien el cuso. No eras la más lista de la clase, ni tampoco destacabas por tus honorables notas, pero te mantenías en la línea de los aprobados.
Todavía no tenías claro lo que ibas hacer el año que viene después de graduarte, por eso no le dabas tanta importancia a tu nota media de clase. Aunque sabías que pronto ibas a tener que decidir si ibas a entrar a la universidad, hacer un grado superior o tirarte de cabeza directamente al mundo laboral, procurabas no pensar demasiado en el futuro. Tú único objetivo ese año era aprobar el curso y obtener tu título de bachillerato. Lo demás vendría después.
Saliste de clase con la intención de recoger a Emma de la suya y así ir juntas a casa, pero cuando llegaste, no la encontraste por ningún lado. Dedujiste que había terminado antes, así que decidiste marcharte.
Lo bueno de haber vuelto a retomar el contacto con ella era que ya no te sentías igual de sola en el instituto que antes. Incluso ya tenías a alguien con quién pasar los recreos sin aburrirte.
Para tu suerte, Jin y tú ibais a escuelas diferentes, así que no tenías que preocuparte por verle la cara todos los días.
Además, ya tenías con quién ir a clase todos los días. Después del finde, Emma y tú intercambiasteis números de teléfono y, esa misma mañana, pasó a recogerte a tu casa para ir juntas.
Bajaste las escaleras del edificio y fuiste directa a la máquina expendedora de al lado de la biblioteca. Hoy querías adelantar todos los trabajos pendientes que mandó tu profesor de latín para que no se juntaran con los demás de las otras asignaturas.
Colocaste una moneda en la máquina y tecleaste varios números. A los pocos segundos cayeron una lata de redbull, dos bolsas de patatas y una barrita energética de chocolate.
Tu cuerpo necesitaba calorías si te ibas a pasar toda la tarde quemando el cerebro.
Cogiste tus cosas y las guardaste en la mochila antes de salir, excepto una bolsa de patatas para ir picoteando por el camino.
Cuando pisaste la calle, una ráfaga de aire helado te recibió, colándose en tus huesos y haciéndote estremecer. A pesar de los leotardos tan gruesos que llevabas del uniforme, el frío los traspasó por completo, quemando tu piel. El otoño llegaba a su fin y pronto comenzaría el invierno, tú época favorita del año. No había nada más placentero para ti que ponerte sudaderas grandes, mayas, deportivas, gorros y guantes.
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Intocable - Baji Keisuke
Фанфик(Nombre) jamás pensó que la persona que le curaría el alma después de la mayor traición de su vida, fuera aquel pandillero de ojos marrones que quemaba coches por puro aburrimiento y pateaba civiles según su estado de humor. Baji Keisuke. 𝗔𝗟𝗘𝗥𝗧...