01. Lealtad

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—Vamos, Jin. No puedes seguir así.

No supiste cuánto tiempo pasó desde que te sentaste en aquella banca, al lado de la ventana de la habitación de tu mejor amiga, y te quedaste contemplando las estrellas que cada vez se hacían más visibles en el sombrío cielo, mostrándote que ya habías pasado ahí varias horas, consolando a la persona que tenías enfrente, y que ahora, estaba tirada en la cama, llorando a moco tendido por culpa de un pandillero que, lo único que sabía hacer, era joderle la vida con cada minuto de su existencia.

Cuando Jin te llamó y te contó todo lo que le había sucedido con su novio Osanai, no tardaste en acudir a su reclamo. Pero antes de ir a su casa, te recorriste varias de su barrio para comprarle sus dulces y snacks favoritos, y además, te pasaste por el videoclub para alquilar varias de vuestras películas favoritas. A parte de consolarla y brindarle todo tu apoyo, querías que, esa tarde, Jin desconectara de todo, y que al menos tu presencia le hiciera pasar un rato agradable.

Sin embargo, a pesar de que lograste que tu amiga se animara un poco y no pensara demasiado en el causante de su desamor durante un buen tiempo, al final de la tarde, volvió a derrumbarse.

Te dolía verla tan destruida. Y lo peor de todo era que, ya no podías hacer nada más por ella. Tan solo regalarle tu mera presencia. Estar allí por si necesitaba algo más de ti. Porque desgraciadamente, las heridas del corazón, no se podían curar.

Ante la falta de respuesta de Jin, que seguía tumbada boca abajo en la cama sin querer saber nada del mundo que le rodeaba, suspiraste profundamente. Cogiste el cojín que tenías al lado, y se lo lanzaste para que te hiciera caso.

—Oye —volviste a insistir. Bajaste las piernas que tenías subidas en la banca y dejaste los pies en el suelo. Apoyaste las manos en el mueble donde estabas sentada, y flexionaste tu cuerpo hacia delante para verla mejor—. Tienes que animarte, Jin. Esto no es sano para ti...

Tu amiga, ante tu murmullo, volteó la cabeza hacia ti, y después forzó sus ojos irritados y vidriosos para verte mejor.  Un leve sentimiento de culpa la invadió cuando observó tu expresión tan preocupada. Apretó los labios y te regaló una suave sonrisa, pensando en lo afortunada que era al tener una amiga tan leal como tú, ya que, a pesar de que ella te estaba ignorando, tú seguías estando ahí, en silencio, ofreciéndole tu compañía y preocupándote por ella.

Pero tú lo hacías por gusto. Realmente, considerabas a Jin como a una hermana, y si alguien tan importante para ti lloraba mil veces por lo mismo, tú estabas ahí esas mil veces para prestarle tu hombro y consolarle. Esa era tu gran virtud, o tal vez tu mayor defecto. Porque el ser tan buena con los demás, a fin de cuentas siempre traía consecuencias.

—No sé por qué le di otra oportunidad... —murmuró Jin para sí misma, entre sollozos. Se secó las lágrimas y se incorporó en la cama—. Siempre me hace lo mismo.

—Ya te lo advertí, Jin —resoplaste, en voz baja—. Pero siempre que te doy algún consejo... Es como si hablara con la pared. Nunca me haces caso.

Te levantaste de tu sitio y te sentaste en la esquina de su cama. Tu amiga te miró, sintiéndose culpable.

—Lo sé (Nombre), y lo siento, pero...

—Sí, yo también lo sé —la interrumpiste, con una leve sonrisa—. No tengo novio, pero supongo que debe ser muy duro dejar ir a la persona que quieres.

—Con todo lo que yo he hecho por él...—Jin te miró dolida—. ¿Se ha olvidado de las veces que le he encubierto de la policía? Siempre hacía todo lo que me pedía. He robado por él, me he metido en peleas por él... ¡Hasta he mentido a mis padres por él! Y me la paga así... —apretó los ojos y después suspiró pesadamente—. Primero me pone los cuernos y ahora, por si fuera poco, ha convertido a su banda en la peor calaña de todo Tokyo.

Intocable - Baji KeisukeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora