20. Cumpleaños

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—A ver... quédate quieta —murmuró Hina muy concentrada, cortándote la enorme etiqueta de la parte trasera de tus nuevos pantalones. Picaba más que el mismísimo diablo, y ya te había dejado una marca roja en el costado derecho de tanto rascarlo.

Aunque eran cómodos, no podías negarlo. Además de ser negros, elásticos y con un tono satín como el cuero, se ceñían perfectamente a la curvatura de tus glúteos, permitiéndote realizar cualquier movimiento. Dar volteretas si querías, e incluso perrear como una loba hasta suelo sin nada que lo impidiera. Ideales para el gran acontecimiento al que estabas apunto de asistir.

Aquellos pantalones eran uno de las varias prendas que te habías comprado esa misma mañana en el centro comercial de Shibuya, acompañada de Hina y Emma, que al igual que tú, también renovaron sus armarios.

Eran ya las 22:00 p.m, y después de una sabrosa cena casera en casa de los Sano, en la que Emma era la única anfitriona, tú y las chicas no quisisteis perder más el tiempo y empezasteis arreglaros para la gran noche que teníais por delante: El cumpleaños del segundo al mando de la Tokyo Manji, Draken.

Iba a celebrarlo en un nuevo pub que se iba inaugurar en las afueras de Shinjuku, concretamente, en una zona que era bastante famosa por el enorme descampado que había a sus alrededores, donde se preparaban a menudo carreras ilegales, campeonatos de boxeo y lucha libre sin autorización. Traficantes, ladrones, pandilleros, y un sinfín de delincuentes de todas las edades asistían allí todos los findes de semana para disfrutar de aquellos espectáculos, rodeados de coches y motos con altavoces de donde fluía la música electrónica a mil decibelios, retumbando el suelo de piedrecitas, y acompañados de botellas de litrona y de todo tipo de sustancias tóxicas y estupefacientes.

Aquella zona tenía muy mala fama, y cuando Draken te dijo que iba a celebrar allí su cumpleaños, no pudiste evitar estremecerte y sentir algo de nervios. Pero, ¿qué mal te podía pasar? Ibas a ir acompañada de los chicos de la Toman, que te habían demostrado su lealtad en muchas ocasiones desde que los conociste, y ahora que tu extraña relación con Baji iba cada vez a más, nadie se atrevía a mirarte más de la cuenta, y mucho menos ponerte la mano encima, cuando ibas con él por la calle.

—Vaya, vaya, que look más salvaje, (Nombre) —siseó Emma en el marco de la puerta que daba a su habitación, mirándote de arriba abajo con guasa—. Cada vez te pareces más a Baji. Si va a ser verdad eso de que todo se pega...

Enarcaste una ceja, ladeaste ligeramente la cabeza y le dirigiste una mirada divertida.

—¿Tú crees?

—Solo te faltan los colmillos —te contestó Hina esta vez, muy concentrada, terminando de perfeccionar el corte de la etiqueta de tu pantalón.

Emma soltó una carcajada y negó con la cabeza al imaginarte con los colmillos del temible Baji. 

Pero la verdad era que ella tenía razón. Hoy lucías muy diferente a como lo hacías habitualmente, y todo era por culpa de las chicas. Ahora que ya estabas familiarizada con la moto de Mikey, Hina y Emma te recomendaron esa misma mañana, en una de las tiendas del centro comercial, que empezaras a comprarte ropa adecuada para montar en moto, y tras pensarlo durante unos minutos, eso hiciste.

Desde la gran carrera que tuviste con el líder de la Tokyo Manji frente a todos sus subordinados, tu interés por las motos incrementó desconsiderablemente. Esa adrenalina pura que sentías cuando corrías... No se comparaba con nada. Te hacía sentir libre, más libre que nunca, y no querías dejarla atrás y olvidarte de ella. Por eso, al pedírselo, Mikey siguió entrenándote cada vez que podía. Y eso, además de fortalecer vuestra relación, volviéndoos cada vez más cercanos por compartir con el mismo entusiasmo el mismo hobbie, mejoró tus habilidades, logrando que Baji tomara la suficiente confianza en ti para prestarte su vehículo cada vez que quisieras practicar y recorrer las calles desiertas de Tokyo por tu cuenta. Aunque él, cuando te acompañó en una de esas salidas y vio, una vez más, con sus propios ojos como te desenvolvías y como dominabas la carretera al manejar, llegó a la conclusión de que no hacía falta que practicaras más. Dominabas la moto, y no había nada más que decir al respecto.

Intocable - Baji KeisukeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora