(Nombre) jamás pensó que la persona que le curaría el alma después de la mayor traición de su vida, fuera aquel pandillero de ojos marrones que quemaba coches por puro aburrimiento y pateaba civiles según su estado de humor.
Baji Keisuke.
𝗔𝗟𝗘𝗥𝗧...
Mi seguidora más leal, desde el minuto uno. Con esto, quiero agradecerte todo el ánimo y cariño que me brindas con cada uno de tus comentarios en cada capítulo de esta historia. Para mí, son como un chute de energía para seguir escribiendo. No solo con esta obra, si no en general. Por eso, quiero que sepas que, este capítulo, es un pedacito de ti también. ¡Mil gracias por estar ahí siempre! ♥️🙏🏼
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Te sorprendió lo animado que estuvo Baji durante todo el camino a su casa. Parecía que, la idea de compartir un hobbie contigo, como lo era estudiar, ya no le resultaba tan mala como al principio. Y no solo por la parte de poner a trabajar su cerebro, eso todavía le daba demasiada pereza, si no porque iba a poder disfrutar, aún más, de tu compañía.
Baji lo notaba. Cuando tu estabas presente, su estado de ánimo cambiaba. Se sentía cómodo, feliz, relajado... En paz consigo mismo. Y eso era algo que nunca nadie había conseguido.
—Vamos, quiero saberlo —volviste a insistir por cuarta vez, aprovechando el semáforo en rojo antes de cruzar la calle.
Baji, con su mano entrelazada en la tuya, te miró de reojo y sonrió divertido.
—Nunca lo sabrás.
—Oye, ya, no es justo —le recriminaste, frunciendo el ceño—. Ya se la peor parte. La quemaste. ¿Hay algo peor que quemar una biblioteca? —negaste con la cabeza, y sin poder evitar reír, añadiste—: Créeme que si no he salido corriendo ya, no lo haré cuando me digas el motivo.
Baji enarcó una ceja y te dirigió una mirada de: No te creas.
—Solo te diré que hay una persona, aparte de mi, que también lo sabe.
—Mikey —soltaste sin pensarlo.
Él negó.
—Draken.
Baji soltó una carcajada, pero negó también.
—¡Chifuyu! —dijiste emocionada. Después entrecerraste los ojos y le dedicaste una mirada analizante—. Estoy segura que ese rubio sabe todos tus secretos turbios...
Baji, con una sonrisa inocente, se encogió de hombros. Sí, podía ser. Pero aunque dijeras el nombre correcto de la persona que conocía todos sus secretos, no te lo iba a decir. Al igual que aquella anécdota. Ya te podías ir olvidando de ella, jamás te la iba a contar.
—Es Chifuyu —dijiste completamente convencida—. Me da igual lo que digas, Baji. Disimulas fatal.
—¡Eso no es verdad!
—Lo ves. Al igual que mentir.
Él chasqueó la lengua, y tú reíste:
—Entonces ya se a quién le voy a preguntar cuando nos veam...
