24. Arrepentimientos

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Pitidos en los oídos. 

Pitidos en los oídos que le taladraban los tímpanos, eso fue lo único que escuchó Baji en aquel momento.

No sentía los dedos. No sentía las piernas, ni las articulaciones, ni los músculos. Por un instante, dejó de sentir, dejó de existir. Su cuerpo parecía flotar en una nube inerte en medio de todo el caos. 

La voz de Draken gritando a su espalda sonaba muy lejos, con eco, como si estuviera en otra dimensión, en otro universo paralelo al suyo. Hasta que, sin saber muy bien por que, logró atravesar la burbuja por la que estaba vagando y la rompió, obligándolo a estrellar contra la realidad.

Baji soltó un jadeo ahogado y su cuerpo se puso en marcha involuntariamente.

En su mente no paraba de repetirse el mismo pensamiento; te perdía, te perdía para siempre.

Gritó tu nombre hasta desgarrarse la garganta mientras corría y corría hacia ti. 

Se arrodilló como un loco cuando estuvo frente tu cuerpo y sus ojos recorrieron con desesperación cada parte de el.

Su corazón se detuvo por un segundo dentro de su pecho.

Tenías heridas por todas partes. Tu ropa estaba hecha trizas y, en los desgarres de la tela que dejaban ver tu piel descubierta, solamente había magulladuras en carne viva.

Baji sintió que le retorcían las tripas con ansia y luego se las arrancaban para estamparlas contra el suelo. Tuvo que hacer un esfuerzo para controlar la angustia y no vomitar.

Por un momento se quedó paralizado, sin respirar, sin saber que hacer frente a ti. 

Llevó sus manos temblorosas hacia tu cuerpo, pero se detuvieron a escasos centímetros antes de tocarte. No podía, no podía hacerlo. El pánico absoluto se había incrustado en sus venas y le impedía moverse.

Un enorme chorro de sangre salía del nacimiento de tu frente, empapándote todo el ojo izquierdo y gran parte de tu rostro. 

Sentía que se ahogaba. Quería gritar y llorar de la desesperación. 

—(Nombre)... —murmuró entrecortadamente, con los ojos perdidos en tu rostro. Su mente se quedó en blanco. No le salían las palabras. Su garganta se había cerrado—. Reacciona —te pidió en su susurro roto. En ese momento sintió un peso horriblemente asfixiante en el corazón que lo hizo retorcerse y apretar los dientes—. ¡Despierta, maldita sea!

Baji empezó a sacudirte por los hombros, pero tu no te despertabas, no abrías los ojos. Estabas pálida y la sangre que salía de la herida de tu frente era cada vez más intensa, más roja, más grande.

Esto no podía ser real. Tenía que ser un mal sueño, una pesadilla de la que tenía que despertar ya, cuanto antes.

—¡(Nombre), tienes que reaccionar! ¡Abre los ojos! —te pidió entre sollozos, desgarrándose la voz. Pero tu no reaccionabas a ningún estimulo. Sus ojos se estaban humedeciendo y su campo de visión se tornó nubloso, muy nubloso—. Por favor, tienes que hacerlo. No es la hora de dormir. No... ¡Todavía no! Tienes que ponerte en pie, vamos... No me hagas esto, ¡TIENES QUE LEVANTARTE!

En ese instante, el cielo tronó con un rugido intenso y, como si se hubiese sincronizado con su corazón, las nubes empezaron a llorar. Finas gotas cayeron, cada vez más gruesas, sobre su cabeza, su pelo, su cuerpo, tu cuerpo, todo a vuestro alrededor hasta empaparlo por completo.

El cielo tronó por segunda vez, y un fino rayo se dejó ver entre las nubes negras y oscuras.

Draken llegó justo en ese momento. Hizo una pausa para apoyar las manos en sus rodillas y embriagarse de oxígeno. 

Intocable - Baji KeisukeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora