25. Confesiones

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Advertencia: Capítulo largo (11.000 palabras)

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—Mikey... —susurraste sin apenas voz, sintiendo como todo tu pulso se descontrolaba. Era la última persona que esperabas que te visitara.

Todo tu estómago se revolvió al verlo parado en el marco de la puerta, sujetando con ambas manos vendadas las enormes ruedas de la silla en la que estaba sentado. 

Dios mío, pensaste, sintiendo escalofríos hasta en la punta de los dedos. ¿Este es el auténtico Mikey? Tu corazón dio un vuelco dentro de tu pecho. No, no podía ser... Estaba tan... Tan demacrado que te pareció imposible.

Mikey empezó a desplazarse hacia ti en silencio y, entonces, tus ojos fueron a parar directamente en su rostro; estaba hecho un desastre, tenía cortes por todos lados y un horrible hematoma en la parte derecha de mandíbula. Iba vestido con el uniforme verde del hospital, pero tenía la bata de desabrochada que dejaba ver una enorme venda que cubría la mitad de su torso lleno de heridas.

Fue tanto el impacto verlo en ese estado que te quedaste sin palabras. Unas terribles ganas de llorar se apoderaron de ti, pero luchaste por contenerte. No podías derrumbarte. Debías ser fuerte y afrontar aquella situación lo mejor posible.

Cuando Mikey estuvo a escasos centímetros de ti, sus ojos se clavaron en los tuyos, haciéndote estremecer. Su presencia aún imponía, a pesar de ser pequeño y estar en ese estado.

Te examinó detenidamente en silencio, con el ceño fruncido. Cuando terminó y volvió a centrarse en tus ojos, su semblante se suavizó, su mirada se iluminó como un diamante en bruto, dejando ver la miles de emociones que lo abrumaban, y su labio inferior tembló desconsiderablemente.

Oh, no...

Y entonces, una gruesa lágrima rodó por su mejilla y te rompió el corazón en mil pedazos.

—Te has despertado —dijo casi en un susurro, inaudible y roto. Una tierna sonrisa se dibujó en sus labios, haciéndote sentir un nudo terrible en la garganta—. Que bien...

—Mikey...

—¿Cómo tienes tanto aguante? —dijo secándose las lágrimas que le empapaban las mejillas y sorbiéndose la nariz—. ¿Acaso eres de piedra o qué? Mírate, estás mejor que yo.

Sonreíste emocionada al ver que su sentido del humor seguía intacto a pesar de estar en una situación tan desagradable como esa.

Sin embargo, verlo tan vulnerable tocó tu fibra sensible. Jamás lo habías visto así, y mucho menos derrumbarse de esa manera ante alguien que no fuera él mismo. 

Tu ojos se empañaron y antes de que te dieras cuenta, ya eras un mar de lágrimas también.

—No digas tonterías, idiota —le recriminaste, limpiándote los ojos. Después lo enfrentaste, con una sonrisa en tu rostro—. ¿Cómo te encuentras? ¿Estás bien? —preguntaste, pero cuando lo volviste analizar otra vez de arriba abajo te sentiste un poco idiota al hacerle esa pregunta; estaba destrozado, al menos físicamente.

Las facciones de Mikey se relajaron y un nuevo brillo resplandeciente apareció en su mirada. Se perdió en tus ojos lo que a ti te pareció una eternidad.

—Ahora sí.

La forma tan delicada con la que te lo dijo hizo que tus músculos se tensaran ligeramente. De repente, os envolvió un aura completamente diferente a la que estabas acostumbrada. Había algo nuevo en su actitud... que te despistó. Mikey estaba diferente, y no solo físicamente. Su forma de dirigirse a ti la sentiste completamente distinta a la de siempre.

Intocable - Baji KeisukeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora