Capítulo 1: ¿Qué esperar cuando estás esperando?

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Capítulo 1: ¿Qué esperar cuándo estas esperando?

Jane

—Mamá, ¿has visto mis auriculares? Ayer estaban al lado del portátil y hoy no están —inquirí.

-No los he visto, cielo -contestó mientras subía las escaleras con la cesta de la ropa sucia que, por cierto, parecía que iba a estallar—. Pregúntale a los mellizos.

Genial, una visita al lado oscuro.

Salí de mi cuarto no sin antes echar un último vistazo. Avancé por el pasillo hasta dar con la puerta de la que colgaba un cartel donde se podía leer en letras chillonas ''Owen y Molly''.

—Owen... —golpeé suavemente la puerta—, Molly...

Al ver que ninguno de los dos respondía, decidí entrar sin preámbulos y me encontré la habitación vacía con todos los juguetes tirados por el suelo.

Raro, muy raro.

Salí y, atravesando de nuevo el pasillo, llegué a nuestra pequeña cocina donde mi padre estaba desayunando sus habituales tostadas con mermelada y su café matutino, mientras leía el nuevo ejemplar de su periódico favorito, The Maryland's Daily.

—¿Cuándo dejarás de leer el periódico? Sabes que lo puedes leer gratis en internet, ¿no? —le pregunté con sorna.

—Ya lo sé, pero llevo leyendo este periódico veinte años e Internet no es lo mío —aseguró bebiendo de su taza—, además, ¿recuerdas cuándo compramos el cortacésped en aquella web? ¡Nos timaron, cielo! Yo de eso del Internet no me fio...

—Pero papá, lo compraste a 40 dólares, ningún cortacésped te cuesta eso —le recordé—. Por cierto, ¿dónde están los mellizos? He mirado en su cuarto y no había nadie.

—Hoy tienen dentista, así que seguramente estarán huyendo de tu madre.- No pudo ocultar una sonrisa burlona antes de darle otro sorbo a su tan cargado café. Ambos sabíamos que no había nada que aterrorizase más a los mellizos que ir al dentista.

—Creo que ya sé dónde pueden estar, son demasiado predecibles —mencioné antes de salir corriendo al jardín a través de la puerta corredera que conectaba nuestra cocina con el vistoso jardín que teníamos.

En mi camino estuve a punto de pisar los preciados geranios de mamá al ir pensando en la charla que les iba a echar a esos dos. Les pedí disculpas antes de darme cuenta de que eran eso, unos geranios. Quien me podía culpar, era muy pronto y esos dos enanos ya habían conseguido arruinar mi mañana.

—¡Sé que estáis ahí, enanos! —exclamé subiendo mi mirada a la cima del gran árbol que adornaba el jardín. Árbol que tenía una cabaña donde ellos dos solían esconderse pensando que ninguno nos enterábamos. Predecibles.

—No nos llames enanos, ya tenemos cuatro años —respondió Owen asomándose por la pequeña ventana de la casita del árbol, apartándose el flequillo que caía en sus ojos. Para remarcar su afirmación me enseñó los cuatro dedos de su pequeña mano, enfurecido.

—Lo que sea, ¿habéis cogido mis auriculares?- Metí mis manos en los bolsillos traseros de mi pantalón mientras esperaba que me dieran una respuesta rápida, pues no contaba con mucho tiempo. A través de la ventana de madera vi a Molly que observaba en silencio nuestra conversación.

—Los hemos tomado prestados, queríamos escuchar la canción de Frozen, pero mamá nos ha dicho que es demasiado pronto —contestó Owen mientras hacía un gracioso puchero. No, ese puchero no. Era muy difícil ponerme seria con ellos cuando hacían eso.

—Lo siento mucho, Janie —murmuró Molly poniendo ojitos y mostrándome desde lo alto del árbol lo que tanto tiempo llevaba buscando, mis preciados auriculares. No sabía cuál era su plan hasta que vi como soltó los auriculares y estos se estamparon contra el césped. Rápidamente me acerqué a comprobar que tal estaban y si tenían algún desperfecto. No era por ser dramática pero cuando se trataba de mis auriculares, mi corazón se aceleraba con miedo.

Más allá de la música © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora