Capítulo 41: Nada une más que una hamburguesa.

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Capítulo 41: Nada une más que una hamburguesa.

Jane

—¿Quién es el bebé más adorable del mundo? —pregunté besando repetidamente la morena cabellera de Drew. No sabíamos de quién el había heredado ese color castaño tan intenso, es decir, todos los Parks éramos rubios. Tabatha se solía cambiar el color del cabello de forma regular, pero ella era rubia desde que nació. Mi madre seguía replicando que su rubio era natural, pero todos sabíamos que se lo teñía en la peluquería. Con la edad, al igual que a papá, se le había oscurecido, solo que él si lo admitía.

Ahora que me daba cuenta, vivía rodeada de rubios. Exceptuando a Am y Carol, que las dos eran castañas.

—¿Acaso crees que te va a responder? —Tabatha dijo por lo que yo rodé los ojos. Drew tenía a penas dos meses, sabía que no lo iba a hacer. Pero es lo típico que se le hace a los bebés, por más inútil que sea.

—Mírale, ¿no te dan ganas de comértelo? —inquirí cogiendole en mis brazos. Ya había conseguido que cuando yo le cogía no se pusiese a llorar. Peiné con delicadeza los cuatros pelos que se podían apreciar en su pequeña cabecita.

—Em, no —Tabatha me miró como si estuviera mal de la cabeza—. Al menos, él es una cosita adorable. Recuerdo que tú eras un bebé muy gordo que me solías vomitar encima. Eras un bebé apestoso, en todos los sentidos.

-Sé que me adorabas, se puede ver en los vídeos caseros de mamá y papá. Yo era un bebé fuerte desde que nací, y los bebés regordetes son monos —En conclusión, yo tenía razón.

-Tú eras un bebé muy gordo, no regordete.

—Lo que sea —añadí acariciando las sonrojadas mejillas de Drew. Teníamos las mismas mejillas, las había heredado de mí—. ¿Vienes a algo más a parte de meterme con mi yo pequeño?

Tabatha se llevó la mano a la barbilla fingiendo que pensaba lo que me iba a decir, aunque yo ya sabía por su pequeña sonrisa que lo tenía planeado desde antes de haber venido.

—He visto un vídeo en YouTube —Tay lo dejó caer, sabía a lo que se refería, la mayoría del vecindario se había enterado, a parte de sesenta millones de personas más, esto avanzaba con rapidez.

—Ajam —le seguí el juego, pretendiendo que no sabía a dónde quería llegar.

—No recuerdo el nombre del vídeo —hizo una pausa breve, ella estaba disfrutando—. Ah sí, tú maldito novio es famoso en YouTube, no se si te sonará...

—La verdad es que no.

—¡Jane!

—Vale, ya paro. Todos han visto el vídeo, Tabatha. Incluso Owen y Molly lo han visto. Y eso es horrible —Drew estaba cerrando sus ojos, por lo que lo volví a dejar en la cuna. Él era un gran dormilón.

—Pensaba que te gustaba y estabas feliz por él —Tabatha se sentó en el pequeño banco que mamá y papá habían instalado en el dormitorio de Drew. Tenían ya todo preparado para cuando él naciera, habían remodelado la sala de juegos de los mellizos, a pesar de sus innumerables protestas.

—Y lo estoy pero, no sé cómo explicártelo, creo que esto es muy grande. Lo está cambiando básicamente todo y no quiero que mi relación con Elliot cambie, ¿está mal pensar eso? —Hablando con sinceridad, me encontraba hecha un lío. Hace unos días solo estábamos Elliot y yo, y ahora es como sí la faz de la tierra conociese a Elliot Stratford. En Indio ya le habían reconocido, ¿y sí aquí pasaba igual? ¿Y si ahora no podía salir sin que alguien le dijese algo? Y eso que él tenía pocas visitas en comparaciones con las grandes estrellas, no me podía imaginar cómo debían de ser sus vidas.

Más allá de la música © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora