Capítulo 4: La ladrona de chuches.

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Capítulo 4: La ladrona de chuches.

Jane

-¿Por qué? Tú no me mandas -contesté empezándome a cabrear. Si quería algo, lo haría.

-Estás comportándote como una niña pequeña, de ningún modo te vas a colar -respondió serio cruzando los brazos.

Aparta la mirada de sus brazos Jane, se supone que estás enfadada con él.

-Mira, te acabo de conocer y me da igual lo que digas. Además, ya ha terminado el concierto, vete con tus amigos, novia, familia... -le dije para que se fuera y me dejara ejecutar mi plan. Si seguía así, se irían y no podría enterarme.

-Prefiero quedarme contigo e impedir que cometas una locura -comentó.

-No me lo vas a impedir, Elliot -le dije retándole con la mirada mientras apretaba la mandíbula.

-No utilices mi nombre para parecer más desafiante, y deja de mirarme así -contestó entrecerrando los ojos.

-¿Así cómo?

-Como si fueras una leona hambrienta y yo una pequeña e indefensa gacela -dijo despeinándose el pelo.

¿Por qué estando despeinado le quedaba tan bien?

-No te estoy mirando así. Me voy que no me va a dar tiempo -respondí empezando a caminar hacia la puerta trasera de la sala.

-Joder -suspiró para después seguirme.

La puerta trasera estaba en un estrecho callejón con varios contenedores de basura y, ya que era de noche, resultaba un tanto intimidante. Lo único bueno de que Elliot se quedará era que, por lo menos, estaba más segura.

Intenté abrir la puerta, pero estaba cerrada con llave, por lo que empecé a tirar con todas mis fuerzas. Era ilógico porque estaba cerrado, pero solía hacer a menudo ese tipo de cosas, cómo cuando se estropeaba el mando de la televisión y, en vez de cambiarle la pila, empezaba a pulsar todos los botones.

-¿Ese es tu plan, genio? -me preguntó mientras apartaba mis manos del pomo.

La verdad es que no había pensado ningún plan, pero eso no se lo iba a decir.

-¿Cuál es el tuyo? -inquirí cambiando de tema.

-¿Ves esa ventana? -preguntó mientras la apuntaba con el dedo-, pues te puedo subir y tú te cuelas. Pero que conste que no estoy de acuerdo con esto- añadió. Debería de dejar de preocuparse tanto y disfrutar un poco más.

-Tú solo súbeme y deja el drama -dije acercándome a la ventana. Ésta tenía un tamaño ideal y encima estaba abierta por lo que, seguramente, no habría nadie.

Me estremecí al notar como con sus manos rodeaban mi cintura y me subía con delicadeza, como si temiera que me cayese. No sé por qué confiaba en él, podría ser un asesino o un violador, y el hecho de estar en un callejón vacío por la noche no ayudaba mucho. Abrí los ojos con sorpresa al notar sus manos en una zona indeseada y giré mi cabeza para mirarle.

-Tú querías que te subiera y lo has conseguido -dijo encogiéndose de hombros.

Rodé los ojos, al fin y al cabo, lo había hecho sólo para subirme.

-No tienes pinta de pervertido, aunque nunca se sabe -le comenté sentada en el alféizar de la ventana con las piernas colgando hacia el exterior. Un fresco viento se levantó, provocando que varios mechones de pelo se posicionaran encima de mis ojos y que tuviera que apartarlos.

-¿Y de qué tengo pinta? -interrogó con curiosidad.

-Tienes pinta de ser el típico popular guaperas que vuelve locas a todas -respondí con una sonrisa burlona.

Más allá de la música © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora