Capítulo 6: Háblanos de tu Elliot.
Jane
Introduje las llaves intentando ser sigilosa, pero estas no giraban para ningún lado y me estaba empezado a desesperar. Las saque y volví a intentar, pero fue en vano. Seguro que ya serían más de las doce, por eso, como había sido el mejor día de mi vida, este tenía que ser el peor día de mi vida.
El karma.
Ahogué un grito de frustración. A este paso tendría que romper una ventana con una piedra, aunque terminaría castigada, no solo por llegar tarde, sino por romper una ventana. Y luego la tendría que pagar, y mi tarro de dinero para conciertos se quedaría vacío. Otra opción era dormir en la caseta del perro, pero, como no teníamos, me tendría que colar en la de Rintin, el pastor alemán del vecino. En cualquiera de las opciones, terminaría castigada. Y humillada.
Me dispusé a sacarlas y llevar a cabo el plan A, pero se habían quedado atascadas, por lo que tiré de ellas con todas mis fuerzas. Un ligero pitido empezó a sonar, aunque no le di mucha importancia, es decir, hay ruidos constantes por la noche. El pitido fue aumentando hasta un volumen ensordecedor y, de repente, la puerta se abrió de golpe pudiendo ver a mi padre con un bate en la mano y en albornoz. Menos mal que me aparté, que, si no, me pegaba con el bate.
El pitido pertenecía a la alarma y, como estaba tirando, empezó a sonar despertando a toda la familia, porque detrás de mi padre estaban Owen con su pistola Nerf apuntando en mí dirección, Molly con su manta en la mano y mi madre con el antifaz ahora en la cabeza.
Parecíamos la familia Adams.
Muchas luces procedentes de las ventanas de las casas de alrededor indicaban que también había despertando a gran parte del vecindario. Las quejas e insultos referidos a la alarma no se podían comparar con la cara de mi padre. Esto pintaba mal.
-¿Pero qué has hecho? -preguntó irritado intentando reprimir un bostezo-. ¿Y qué son estas horas de llegar? -eché un vistazo al reloj y eran las dos de la mañana. Se me había pasado muy rápido el tiempo con Elliot.
Le expliqué brevemente lo ocurrido quitando algunas partes, cómo Elliot y todo lo relacionado. Si se lo contaba iba a estar castigada de por vida.
-Así que has llegado tarde porque el Mc'Donalds estaba atestado y han tardado en atenderte. ¿Han tardado tres horas? Yo sé que esa compañía es mala, pero no creo que tanto -contestó no muy convencido de mi mentira. La verdad es que papá odiaba casi todas las compañías de restaurantes porque él prefería los restaurantes pequeños, tienen su magia, según él.
-No, no lo has entendido, el concierto terminó más tarde de lo previsto y, cuando llegué al Mc'Donalds, estaba bastante lleno, por eso tardé media hora -respondí sin expresión ninguna. Intentaba no mirarle demasiado a los ojos porque, sino, una risa tonta o una sonrisa me delatarían. Odiaba mentir a mi padre, pero solían exagerar las cosas y, si le contaba lo que en realidad había ocurrido, se pondría como loco.
-¿Y por que no has llamado? Estás todo el día utilizando ese trasto y, cuando de verdad lo tienes que utilizar, no lo haces. No sé para qué me gasto el dinero -dijo cruzando los brazos. Tampoco le agradaban mucho las nuevas tecnologías y, en cuanto veía la oportunidad, empezaba a criticarlas. Además, cada vez que en la tele salía alguna noticia sobre fraudes en internet o estudios con resultados negativos sobre el móvil, me decía "ves" o "te lo dije".
-Porque... -titubeé-, porque se me ha roto -finalicé evitando su mirada. Ya no iba a mentir más porque, tarde o temprano, se daría cuenta y se enfadaría aún más.
-Me alegraría sino fuera porque yo lo pagué, y no fue precisamente barato. Eso sí, si lo vas a llevar a arreglar o te vas a comprar uno nuevo, lo haces con tu dinero -ordenó con rostro serio.
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Más allá de la música ©
Novela JuvenilJane Parks lleva desde los 15 años siendo fan de Sweet Downfall, una banda de pop alternativo poco conocida, pero con canciones realmente buenas. Ahora, dos años después, Sweet Downfall ha conseguido más fama y están a punto de sacar su primer disco...