Capítulo 42: ¿Reencuentros no tan buenos?Jane
El molesto sonido de la alarma del iPhone me había despertado. Y no, no era mío, era de Elliot. Me froté los ojos intentando adaptarme a la azulada luz proveniente de la pantalla, que indicaba que eran las siete de la mañana. Apenas había logrado dormir tres horas.
Elliot tenía su mano alrededor de mi cintura por lo que no podía levantarme. Tampoco es que quisiese hacerlo, no quería que él se alejase de mí, por muy egoísta que sonase. Él no parecía haber oído la alarma, porque no había movido su cuerpo ni un ápice.
Peiné con pequeñas caricias su impertinente pero encantador flequillo que siempre caía sobre sus ojos. Ojalá tener la capacidad de saber que estaba soñando para saber cuál era la razón de su pequeña sonrisa. Se veía tan tranquilo y en paz, tan preparado para lo próximo que ocurriese en su vida, que no querría estropeárselo.
—Te voy a echar de menos —murmuré para el Elliot dormido, ya que era el único momento en el que yo era capaz de decirlo. Cuando estuviese despierto debía fingir que yo estaba tan entusiasmada con su viaje a Atlanta como él.
La alarma volvió a sonar, sacándome de mis pensamientos. Me acerqué a la mesa donde solía reposar ese enorme móvil para ver qué hacer para que ese ruido cesase. El resultado no fue el esperado, no sabía cómo apagarlo y toqué cualquier indicación que aparecía en la pantalla.
-Botón de aceptar.
—Gracias, Elliot —apreté el botón que él me había indicado para que dejase de soñar y no le despertase. Me giré dándome cuenta de que Elliot ya estaba más que despierto, tapando su cabeza con el almohadón. Se notaba que madrugar no era lo mío, necesitaba algún buen incentivo para estar con energías, y cuando ese no era el caso no pensaba con claridad.
—¿Qué tal has dormido? —inquirió Elliot estirando los brazos detrás de la cabeza. No sé cómo lo hacía, pero él seguía teniendo buen aspecto hasta recién levantado. Si te fijabas con detalle, podías ver un rastro de ojeras, pero eso era casi imperceptible.
—Lo que es dormir, nada. Me pasé toda la noche pensando y sin poder quedarme dormida. Tampoco ayudó el batido extra grande que me pedí —alegué. Después de la hamburguesa con patatas, entré de nuevo en busca de un batido. Debió ser que esa mezcla no fue agradable para mí estomago.
—Solo tú eres la única que se pide un batido a las cuatro de la mañana —indicó Elliot tocando mi nariz—. ¿En qué pensabas?
Pregunta difícil de responder, ya que la respuesta era que en él. En realidad, en él y en ese viaje. Las palabras de Tabatha me habían metido aún más dudas en mi cabeza y no sabía cómo enfrentarlo, ¿decirle la verdad a Elliot? ¿Apoyarle aunque eso me causase dolor? Hace meses, mis decisiones se basaban entre que sabor de helado elegir, no en este tipo de cosas. Vainilla, por cierto.
—Sweet Downfall eh... Y su nuevo disco —empecé tras un rato en el que Elliot esperaba mi respuesta—. Ya sabes, la emoción de una fan.
Puse mi mejor cara de emoción, pero su mirada no afirmaba que se lo había creído. No obstante, lo pasó por alto y su sonrisa regresó. ¿Alguien podía sonreír a las siete de la mañana? Elliot era muy raro.
—¿Y tú que tal has dormido? ¿Qué has soñado? —inquirí muy interesada en mis uñas. Quería averiguar cuales eran sus sueños.
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Más allá de la música ©
Teen FictionJane Parks lleva desde los 15 años siendo fan de Sweet Downfall, una banda de pop alternativo poco conocida, pero con canciones realmente buenas. Ahora, dos años después, Sweet Downfall ha conseguido más fama y están a punto de sacar su primer disco...