Capítulo 9: Guerra de pizzas.

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Capítulo 9: Guerra de pizzas.

Jane

-No, no es nada -dije lo más feliz que pude. Estábamos en La Rustichella, mientras, yo hacía mis deberes tomando un batido y Elliot limpiaba y atendía a los pocos clientes que entraban a estas horas.

-Estás más apagada -replicó acercándose y sentándose en la silla de enfrente.

No le iba a contar la razón por qué la que estaba así ya que era ridícula. La situación era esta: habían pasado dos semanas desde el concierto de Sweat Downfall y ya necesitaba volver a verles. Parecía una tontería inmadura, pero había estado meses esperando, tachando los días en el calendario y, en casi dos horas, todo se había acabado. Tendría que esperar mínimo un año para volver a verles, si es que venían.

-Creo que estas semanas he aprendido lo suficiente de ti cómo para saber cuándo me estás mintiendo -contestó rizando un mechón de mi pelo. Desde el día en el que me compró el móvil llevaba yendo todos los días al restaurante para hacer los deberes. Elliot me invitó y a su familia no le importaba que estuviera allí, así que aprovechaba. Además, Elliot a veces me ayudaba con lo que no entendía.

-Prométeme que no te vas a reír -pedí dejando a un lado los ejercicios del cuaderno.

-Prometido -respondió besándose el pulgar.

Le expliqué detalladamente lo que llevaba sintiendo desde hace unos días y él me escucho sin apartar la mirada.

-Entiendo tu situación, a mi también me gustaría volver. Pero, hay que pensarlo por el lado bueno, ellos están cumpliendo su sueño.

-Y estoy muy orgullosa de lo lejos que ha llegado pero, a veces, me gustaría que no se estuvieran haciendo tan conocidos, que fueran mi pequeño secreto -dije tragando con la garganta. Para empeorar el momento, sonó Two Things To Remember, una de las canciones más tristes de la banda. Resulta que Elliot la tenía como tono de llamada. Al final terminaría echándome a llorar. Observé cómo me indicaba con una seña que ahora volvía y empezó a hablar a través del teléfono mientras se masajeaba las sienes.

-No, no estoy allí -dijo exasperado. No sabía con quién hablaba, pero no parecía de su agrado ya que ponía los ojos en blanco constantemente-. Tengo que colgar, mi padre me llama -mintió añadiendo un "ya voy, papá" para que se pudiera oír.

Colgó y suspiró de alivio.

-Nadie sin importancia -contestó al ver mi mirada inquisitiva-. Y, respecto a lo de antes, todavía te tengo que invitar a que me acompañes a un concierto de forma oficial.

-¿Forma oficial? -interrogué sentándome en la barra y dejando el vaso en esta.

-Claro. La última vez fuimos por separado, además que ni te conocía -respondió limpiando el vaso.

-Bueno, yo ya voy a empezar a ahorrar para el próximo concierto -anuncié sacando el móvil para anotarlo en mi lista de tareas.

-Veo que te tomas todo muy enserio-comentó riendo.

Iba a responder cuando, al girarme, comprobé que Elliot ya no estaba. Escaneé el restaurante pero no había ni rastro de él, y eso que solo había posado la mirada en mi móvil por un par de segundos. Al dar otra barrida al lugar, confusa, vi entrar a una chica seguida de otras idénticas. Abrió la puerta y, rápidamente, las demás la siguieron.

Escaneó, como yo acababa de hacer, con la mirada buscando a alguien en particular, pero se detuvo en un espejo para colocarse el pelo.

Me aguanté poner los ojos en blanco.

Más allá de la música © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora