Reencuentro

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Link y Zelda enmudecieron al oír un pequeño gruñido proveniente del huevo, luego el mismo dio un pequeño brinco y acabó por desintegrarse develando la criatura que habitaba dentro.

—¡Link felicidades ahora eres pa...!— exclamó Zelda con algo de felicidad al ver al huevo eclosionar, pero al ver a la criatura mirándoles fijamente guardó silencio. —Link...— sabía lo que era, pero no sabía cómo sería la reacción de Link, seguramente le afectaría un poco. Por esa razón le dedicó una mirada llena de preocupación.

—Es un...— Link no podía creerlo, sus ojos seguramente le estaban engañando, para asegurarse que no fuera así los frotó con sus manos. —Es un dragón...— dijo abriendo su boca con asombro para luego pegarse a la jaula de la criatura que le observaba fijamente.

A su mente inmediatamente de forma casi instintiva pensó en su viejo amigo Volvagia, los buenos tiempos que pasó junto a él y cómo tuvo que enfrentarlo a muerte en el Templo del Fuego para salvar a los Goron, eso había sido planeado por Ganondorf que enloqueció a la criatura para que comiera a los Goron e hiciera erupcionar la Montaña de la Muerte.

Algo completamente injusto, no fue culpa de Volvagia haber sido dominado por Ganondorf, mucho menos de Link que se negó a enfrentarlo. Pero lo inevitable sucedió y tuvo que enfrentar a Volvagia hasta cercenar su cabeza.

Recordar aquello le hizo llorar por tristeza, ver a ese nuevo dragón recién nacido le recordó a su viejo amigo, de hecho era idéntico. Cuerpo alargado, escamas rojas, su barriga amarillenta, cráneo duro como la roca piroclástica en estado sólido, una crin que recorría desde su cráneo hasta su cola encendida, brazos recortados al igual que sus piernas y una mirada llena de inocencia. Él se preguntaba si tal vez podía hablar también.

—Hola...— saludó a la pequeña criatura luego de limpiar las lágrimas de sus mejillas. La criatura le observaba con algo de temor y confusión.  —¿Puedes hablar...?— le preguntó con suavidad en su voz. Zelda le seguía observando con algo de tristeza.

La criatura como respuesta asintió, pero no dijo una palabra. Le tenía algo de miedo al chico.

Esa criatura... Es igual al Dragón de Lava del Templo del Fuego...— pensó mientras continuaba viendo al chico con profunda preocupación. Él lloraba por las noches por la pérdida de sus padres y por Volvagia, aún no superaba aquellas pérdidas. —Link...— suspiró al verle derramar un par de lágrimas. Ella se le acercó y colocó su cálida mano en su hombro en señal de consuelo y apoyó su cabeza sobre su cuello.

—Y... ¿Como te llamas amiguito?— preguntó amablemente extendiendo su dedo por una rendija de la jaula, corriendo el riesgo de ser mordido.

—No tengo un nombre...— respondió con algo de pena luego de un largo silencio. Luego se percató de que estaba en una pequeña jaula de pájaro, muy pequeña para su cuerpo, estaría incómodo cuando creciera un poco. Eso entristeció a la criatura que miró los barrotes con algo de desesperanza.

—¿Quieres salir de ahí?— le propuso sonriendo. Había notado la incomodidad de la criatura dentro de la jaula.

La criatura no creía lo que acaba de escuchar. Él le dejaría salir, era una locura, dejar salir a un dragón de su jaula, además no parecía querer hacerle daño.

En sus vagos recuerdos como recién nacido recuerda que a los dragones les maltrataban a veces y recuerda además que, en otro momento de su vida, tal vez una pasada; un hombre vestido de verde le asesinó cuando estaba en su madurez de dragón.

—¿No me harás daño?— le preguntó temeroso el pequeño dragón color rojo.

—Por supuesto que no pequeño. Al contrario, te cuidaré y protegeré.— le dijo sonriendo, luego pensó en si era lo mejor para el dragón si se quedaba con él o si era libre. —Pero si lo deseas puedes ser libre...

Desde la sombras | The Legend of Zelda Donde viven las historias. Descúbrelo ahora