Más viejo que el diablo

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Tenía los músculos entumecidos de dormir tanto tiempo. La noche me había parecido larga y fría; estábamos a mitades de otoño, y el clima empezaba a notarse gris, con los tonos naranjas de aquellos árboles que comenzaban a perder sus hojas. El día había amanecido nublado y eso me hizo estar toda la noche en una posición acurrucada, pero el cuerpo estaba empezando a pagarlo en el momento en que desperté.

-Ezra, ven por tu almuerzo

Grace ya me había servido mi ración de comida y yo estaba gustoso, el hambre estaba matándome. Al bajar ella me recibía con una caricia en la cabeza y un pequeño besito, que yo devolvía restregándome en su rostro, pero esa mañana me puso un suéter naranja tan ridículo que casi salí huyendo. Había estampados murciélagos y una calabaza en el centro, de esa calabaza salía un gato negro, parecido a mí, pero con los dos ojos verdes. Nope, yo padecía heterocromía, esa extraña condición en la que los ojos son de colores distintos; uno de ellos era verde y el otro era muy azul, esa era la única diferencia entre el gato del suéter y yo.

-Deja ponerte esto, que te vi temblar toda la noche. Ahora come, voy con Betty, te veo pasando el medio día. Saludas a Bigotes de mi parte.

Bigotes era el gato viejo y gordo que vivía en la casa abandonada y quién seguro se burlaría de mi atuendo en cuanto me viese llegar.

Terminé mi delicioso almuerzo y salí como una bala a la casa de Bigotes, quién se encontraba ausente en el momento en que llegué.

-¿Qué pasó? ¿Dónde está Bigotes?- pregunté a Kurtz y a Kitty, quiénes se encontraban charlando sobre uno de los viejos sillones. Kitty casi se atraganta con un pedazo de hueso que comía cuando vio mi ridículo suéter.

-No ha llegado. Seguro que fue a robar algún pescado en el puesto del señor Wiktor

-¿Wiktor? ¿Acaso no estaba en el hospital?- pregunté, mientras me acomodaba en el taburete verde justo al lado de donde estaban Kurtz y Kitty, una pareja de gatos que vivían con una gran familia. Ambos estaban operados para no tener bebés. Eso le resultaba triste a Kitty, pero para Kurtz era un alivio, sólo que se había puesto tan gordo que ya no brincaba las bardas con tanta agilidad como antes. Un mes antes se había lastimado una pata por brincar mal y faltó más de dos semanas a nuestras reuniones.

-Síp, pero regresó a su casa en cuanto su hija y su yerno se mudaron con él para cuidarlo- Kurtz asintió sorprendido y se tiró panza arriba.

-Bueno ¿y saben algo de Ariel? Ya tardó bastante

Ambos se miraron a los ojos. Yo sabía lo que pensaban, que seguro me sentía atraído por ella, una siamesa con los ojos tan azules como el océano y tan grandes que parecían dos zafiros incrustados en su mirada. Sin duda era una gatita peculiar, pero tenía dos años menos que yo y no me gustaba en absoluto, aunque Grace insistiera en que era una hermosa gatita con la cual procrear. Sin duda no era mi tipo.

La campana me salvó de dar explicaciones.

-Bigotes ¿Dónde estabas? Tomé un poco de los restos de pollo que tenías guardados- Kitty se relamió los bigotes en cuanto recordó

-¿Y por qué vienes tan magullado? ¿Qué pasó?

-Ayer casi me atropello un auto que pasaba demasiado rápido por la avenida. Tuve que descansar un poco para restablecerme, pero creo que perdí otra vida. Grace me ayudó, por cierto, dejando un poco de alimento a mi lado esta mañana. Dale las gracias de mi parte, viejo.

No se rio de mi suéter. Tenía cosas más importantes en las que pensar.

-Esta es tu tercera vida, Biggs, ya deberías de dejar de desperdiciarlas, después no sabrás que hacer y desearás no habértelas jugado tanto

La vida de un gato estaba compuesta por siete vidas, cómo muchos sospechaban. Cada una va agotándose en cuanto escapes de una situación peligrosa o caigas de una altura muy grande (como suele sucedernos a nosotros, los gatos) pero si te atropellan o incurres en una situación en la que más que vivo, estás muerto, entonces no hay vuelta atrás. Te vas al "Cielo de los Gatos" a que se te asigne un nuevo cuerpo;

Ariel entró de repente y se sentó a mi lado en el taburete.

-Lamento el retraso, pero no me dejaban salir de casa. Al parecer atropellaron a alguien en la mañana y mis dueños tenían miedo de que me pasara a mí

-¿Qué sucede? ¿Por qué todos tan callados?

Yo me bajé para buscar una bola de estambre que había traído de casa y así librarme de Ariel, y evitar el tema por algo más trivial, cómo lo era que ya casi se acercaba Halloween, y esta vez habría luna llena, lo que nos iba a permitir disfrutar de una fiesta con aire macabro que se estaba planeando en el barrio y a la cual teníamos pensado asistir. Más bien, hacer nuestra pequeña fiestecilla aparte. Rara es la vez en la que hay Luna Llena en plena Noche de Brujas.

Grace por su parte iba a ir a su propio aquelarre en el que las hermanas y toda la familia se juntarían y reunirían energías de esa noche tan especial. Muchas de ellas eran tan viejas cómo el mismo pueblo del que venían, fueron testigos de la historia y aun siguen aquí, inmortales y otras, como mi ama, preferían vivir una vida normal y morir de viejas. Al contrario de lo que pudiese pensarse, no, no harían sacrificios humanos o animales. Sólo realizarían conjuros y otras cosas que les permitieran ser mejores brujas y evitar revivir su pasado en Salem.

Llegó el medio día y me dirigía casa, cuando escuché unos gritos provenientes de un lugar no muy alejado. "La curiosidad mató al gato" pensaba para mis adentros y al final me acerqué a la ventana a ver qué sucedía.

Pero al acercarme sólo vi a una mujer de espaldas saliendo de la habitación y a un hombre, bien parecido, golpeando el espejo del tocador con tanta fuerza que rompió el espejo. El corazón me latía con fuerza y me retiré corriendo lo más rápido que pude a la seguridad de los brazos de Grace.

No tardé mucho en llegar a casa, pensando en todo lo que había pasado el día de hoy. Me revolqué en las piernas de Grace, como agradecimiento por haber ayudado a Biggs, que estaba medio muerto esta mañana.

-Seguro ya te enteraste. No hay de qué. Bigotes debería cuidarse más, aunque no cabe duda que ese gato viejo se lo pensará dos veces antes de volver a hacer algo tonto

Me tranquilicé y me recosté en mi almohadón favorito, sin duda nunca haría nada estúpido que me separara de los brazos de Grace...

¡JA! Tonto

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