5 años después

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Los pelos del viejo Bigotes estaban por toda mi ropa, mi traje negro estaba cubierto de ellos y debía apresurarme a limpiarlo para lucir presentable durante la fiesta. Yo sabía que él se disculpaba de haber ensuciado todo mi traje, pero no podía evitarlo, ya era viejo y su pelo se caía más fácilmente.

Natalia llevaba un hermoso vestido plateado que resaltaba sus ojos y no me arrepentía de haber aceptado su decisión de vestir formal para la fiesta que me habían organizado por haber ganado un premio por uno de los libros que había escrito en esos años. Según los críticos era dulcemente desgarrador. Lo que sea que fuere, estaba agradecido y acepté que la fiesta se llevara a cabo. Me estaba acostumbrando poco a poco a festejar por cada pequeña cosa que sucediera en la vida, Natalia me había enseñado a hacerlo.

-¿Has visto la aspiradora para ropa? El viejo Bigotes ha vuelto a hacer de las suyas con mi ropa- ella asintió, intentando buscarla en el ropero en donde había varias cajas con objetos cuya permanencia era más por voluntad de ella que por la mía. Me apresuré a moverlas yo –con cuidado, no queremos que esta pequeña criatura- dije besando sus vientre y poniendo una mano sobre el – vaya a lastimarse.

Ella sonrió y me señaló el lugar donde estaba la aspiradora. Una niña pequeña, de piel aceitunada y ojos bicolores, uno verde y uno gris, entró corriendo por la puerta.

-Mamá, mamá, la abuela Grace acaba de llegar- la sonrisa que se dibujó en su rostro era parecida a la mía, y mi corazón se aceleró al saber que mi madre ya estaba en casa.

Había estado viajando por todo el mundo, como me lo dijo aquella noche, al lado de su hermana Bertha y, en algunas ocasiones, acompañadas de Agatha, quién nos escribía diariamente desde Salem y nos invitaba todos los años a las mejores fiestas de Noche de Brujas. Era el pueblo de las brujas y las decoraciones americanas se superaban cada año, haciendo las fiestas mágicamente espeluznantes y mi pequeña Grace se lo pasaba muy bien. Pronto la pequeña Mila, nombre en honor a la difunta madre de Natalia, haría lo mismo que su hermana.

Pero ahora, después de casi seis meses de no verla, mi madre volvía a estar de vuelta en el pueblo, acompañándome en una celebración tan importante como la que estaba por llevarse a cabo. Por supuesto primero recibiría el premio y después me dirigiría a la fiesta que me habían organizado, mas la emoción de ir a la premiación no se comparaba con el sentimiento de volver a ver a mi madre y de tener a toda mi familia junta.

Los años seguían sin pasar por ella, era cierto que los Grogan se mantenían bien conservados a pesar del tiempo, a mis treintaidós años seguía luciendo como cuando tenía veintiocho y la gente me admiraba mucho también por eso.

-Mi niña hermosa – escuché la voz de mi madre saludando a mi hija, aún por encima del ruido que hacía la aspiradora – me da muchísimo gusto verte. Nat ¿cómo va esa bebé?

Estaba agradecido de que mi madre aún estuviera aquí y de que mis hijas tuvieran una abuela, pues los padres de Natalia ya no estaban en esta tierra y yo no tenía padre en general. Me hubiera encantado que ellas pudieran ver lo que Grace hacía cuando yo aún era un gato y que pudieran admirar a su abuela, pero me bastaba con que ella estuviera presente en sus vidas, como una abuela normal y corriente que teje ropa y da dulces a escondidas. Agatha se encargaría de enseñarles a mis hijas el encanto de la magia mucho más adelante y ellas aprenderían a hacerla a los quince y once años, respectivamente.

Al final la magia no se fue del todo de mi vida.

Kitty y Kurtz también se pasaron por mi casa para desearme suerte, o al menos eso pensaba, pues al ya no poder escucharlos tenía que adivinar que era lo que los traía de vuelta al jardín de mi casa después de haberlo visitado durante las mañanas para ver a Bigotes, como de costumbre. Había cosas que, a pesar de los años, seguían siendo las mismas, con excepción de que Ariel ya no estaba en la pandilla. Toda la familia se mudó un par de años después de que yo me casara con Natalia, pero su ausencia empezó a sentirse desde mucho antes, pues dejó de reunirse por las mañanas con nosotros.

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