El día más feliz

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La luz verde que atravesaba mis parpados se hacía cada vez más tenue hasta que por fin desapareció. Me sentía como una pluma viajando con el viento mientras los rayos del sol teñían de rosa el horizonte.

Al abrir los ojos lo primero que vi fue el rostro de Natalia que tomaba un color parecido al de las nubes del alba y sus ojos, que lentamente fueron abriéndose, tomaban un tono mágico, de un rosa tan tenue que casi podías ver el amanecer en ellos.

Ella al verme se abalanzó sobre mí y me dio un profundo beso en los labios para después abrazarme y ponerse a llorar.

-Ahora entiendo todo. Ahora se porque sentía que te conocía y te cambié en nombre en aquella ocasión, era mi alma reconociéndote. ¡Amor mío, por cuanto has tenido que pasar todo este tiempo!- más sollozos inundaron mis oídos, Grace y Agatha también estaban llorando. La pequeña brujita había visto todo durante el ritual, Grace lo hizo hacía ya varios meses y ambas estaban tan conmovidas por nuestra historia que se soltaron a llorar en el momento en que Natalia se dio cuenta de todo y comenzó a derramar lágrimas.

Yo no estaba triste, ya no, mi alma se sentía feliz y liberada y hambrienta de risas y alegría, pero correspondí el abrazo a Natalia y permanecimos así durante mucho tiempo, en lo que ella recobraba la cordura.

Después de que por fin nos separamos, Agatha nos dio un abrazo a ambos y nos dijo que había sido un placer haber hecho todo esto y le preguntó a su tía si podían verse más seguido, pues esa noche las había unido de una forma más allá de lo imaginable. Por supuesto Grace asintió y se tomó la libertad de invitarla a la boda.

-Por supuesto que nos encantaría tenerte ahí, has hecho demasiado por nosotros y sería una manera de ver el fruto de esta noche- ella asintió, decidida, y se montó en el automóvil que habíamos rentado para retornar a casa.

Ambas brujas dormitaban en el asiento trasero mientras Nat y yo, tomados de la mano, conducíamos por la autopista. Ella era increíblemente buena al volante y uno podía sentirse seguro a su lado, aún cuando estuviera un poco cansada, por lo que me mantuve hablando con ella todo el tiempo para evitar que se durmiera.

-Te amo ¿lo sabes cierto?- por supuesto que yo lo sabía, a pesar de las dudas que aquejaron su corazón durante mucho tiempo, su alma no se equivocó y estábamos a tan sólo a una semana de unir nuestras vidas por primera y última vez.

-Yo también te amo- ambos sonreímos y seguimos platicando el resto del camino.

-Ya te dije que el moño esta todo chueco, Ez, necesitas acomodarlo si no quieres hacer el ridículo frente a todo el barrio-Grace acomodaba el moño negro que me ahorcaba. Creí que nunca más volvería a utilizar una cosa como aquella en el cuello, pero estaba equivocado.

-¿En serio invitaste a todo el barrio?

-Por supuesto, no tenemos muchos amigos cercanos así que tuve que invitar a todo el barrio- Grace no exageraba cuando se trataba de cantidades y menos últimamente, en la que había aprendido a llevarse bien con todos los vecinos y ahora el barrio la quería y era conocida como la mejor bruja, aunque la gente desconociera que ya no era más una de ellas.

Después de acomodar el moño y el smoking miré mi reflejo en el espejo. Los rastros de aquel deprimido gato se habían ido desvaneciendo y ahora quedaba el cuerpo de un hombre capaz de hacer todo por la mujer que amaba.

Me sentí tranquilo y en paz en el camino al lugar de la boda pues nada me producía más calma que estar con Natalia, imaginarla a mi lado el resto de mi vida era sin duda una de las mejores sensaciones que podía experimentar. Al llegar al jardín del hotel donde ella y yo nos pasamos toda la noche platicando, mi corazón se salió del pecho.

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